Desde que empezó esta distopía que vivimos, porque eso parece, aunque nos acostumbremos ya a ella, imagino otra. Una ciudad china que sigue confinada. Conocimos Wuhan como epicentro del virus y como ensayo general del confinamiento. Pero imagino otra de la que nunca hemos escuchado hablar. Un experimento o capricho de los gerifaltes del partido en Pekín. Convencidos unos de las palabras de Mao de que la acción no debe ser reacción sino creación y otros de que todo conocimiento auténtico nace de la experiencia directa, crearon en tamaño real la casita de muñecas que añoraron en su infancia; y ahí la dejaron, confinada eternamente, sin decírselo siquiera a sus habitantes, que siguen esperando la desescalada que jamás llega.
Después imagino que no, que no es un experimento terrible, sino que, simplemente, se olvidaron de esa ciudad. Liberaron Wuhan primero y luego en el partido se enfocaron en responder a Trump y en vender mascarillas al mundo y directamente, cosas de la burocracia comunista, se quedó el informe del desconfinamiento pendiente sobre el escritorio de Xi Jinping. Ahora lo firmo, le diría marcial a su asistente, y se pondría con otra cosa –“¿habéis visto al camarada Trump, que le pide a su pueblo que beba lejía? Con enemigos así no necesitamos amigos”– y el papel acabó sepultado y olvidado bajo otra montaña de más burocracia y con él la ciudad y todos sus habitantes. Vivirán confinados para siempre en sus casas, saliendo solo a los supermercados, a las farmacias o a comprar dimsums para llevar.
También imagino que, muchos años después, alguien llegará a esa zona de China, como lo hacían los exploradores británicos con un bigote y un sombrero ridículos en el siglo XIX, y de pronto encontrará esa ciudad confinada, sin vigilancia ya, pero cerrada por barreras que nadie se atreve a cruzar. Como los elefantes adultos que continúan atados a troncos diminutos porque de pequeños no podían moverlos y crecieron creyendo que nunca podrían hacerlo.
David López Canales es periodista freelance colaborador de Vanity Fair y autor del libro ‘El traficante’. Puedes seguir sus historias en su Instagram y en su Twitter.
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