Esta semana ha dado comienzo el juicio sobre la propiedad del Pazo de Meirás que ha devuelto a los Franco a primera línea de actualidad. El juzgado nº 1 de Primera Instancia aborda la titularidad de la residencia veraniega que Francisco Franco registró como propia en 1941, pero cuya compraventa pudo haberse realizado a través de coacciones, algo negado por Luis Felipe Utrera Molina, abogado de la familia del dictador.
El Pazo de Meirás es, en opinión de los expertos, la joya de la corona, el inmueble con mayor valor económico y también social. Los ocho millones de euros por los que se puso a la venta, a través de una inmobiliaria de lujo de Santander, son una ganga. A pesar de que la tasación podría llegar a los 17, deshacerse de él era la manera más rápida de no seguir sufragando los innumerables gastos.
La venta del pazo
A pesar de que podrían estar legitimados para seguir con la venta –porque han pagado todos los tributos tras la herencia– fuentes consultadas explican a ‘Hoy Corazón’ que, mientras dure el pleito, no parece haber interés en que la misma se produzca. En cambio, y coincidiendo con el inicio del juicio, la familia ya ha puesto a la venta otra de las propiedades, la Casa Cornide, en la la ciudad vieja de La Coruña.
Ante tanto ajetreo, los Franco se abrazan al silencio. Salvo Francis, puede que el más bélico, los otros miembros de la familia miran hacia otro lado. Están tranquilos, al menos de forma aparente. Es como si quisieran despojarse, también, de cualquier responsabilidad.
Desde Sintra (Portugal), Carmen no quiere ni oír hablar de polémicas. Ha empezado una nueva vida y no tiene interés en que nadie la agite en ese exilio ciertamente monótono. Ha roto con todo su pasado y sus viajes a Madrid son cada vez más infrecuentes y menos intensos.
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