Abriendo el champán

He retrasado la publicación de la columna por un motivo especial. En estos casi seis años que vengo escribiéndola os he relatado alegrías, penas y muchas intimidades. Os voy a contar una más: hoy puedo ir “abriendo el champán”, porque ya hace un año que tuve el último periodo. Se acabó oficialmente mi vida fértil.

Han sido dos años de sofocos (lo peor), mareos, aumento de peso, cambios de humor… todo eso parece estabilizado (sobre todo los kilos de más). Antes no toleraba las cremas muy densas y ahora mi piel parece que “se las bebe”. También ahora, cuando voy al médico, tengo que escuchar el soniquete constante de “a su edad ya debería hacerse la prueba X”. Ser mujer, todo ventajas (nótese la ironía).

Sexualmente he temido este momento por todo lo que lleva asociado: disminución del deseo, falta de lubricación, retracción del clítoris, mayor sensibilidad (y, por tanto, más tendencia a sufrir infecciones)… Todo un catálogo de problemas sobre los que hay mucha literatura médica pero pocos testimonios en primera persona.

No he querido hormonarme ni en los peores momentos de sofoco, cuando en pleno invierno dormía con la ventana abierta de par en par, desnuda y sin taparme, y aún así me sentía como en combustión interna. Mi experiencia ha sido sin medicación, pero entiendo que no todas soportamos los síntomas del mismo modo ni lo sufrimos con la misma intensidad. Estoy a favor de no sufrir más de lo necesario, así que si necesitas tomarte una pastillita, ¡dale!

Lo único que tomo, pero incluso desde antes de empezar con los síntomas, es maca andina, que es la raíz de una planta (considerada un súper alimento como el ginseng), que ayuda a mantener el tono físico y mental. Aunque no está demostrado científicamente, se la relaciona con un aumento de la libido, pero cualquier alimento que te ayude a paliar la falta de energía lo es. Si estás cansada y/o deprimida no tienes ganas, es un hecho. La maca ayuda, aunque milagros no hace.

Sí que existe toda una leyenda negra que relaciona la menopausia con la disminución (o incluso el cese) de la actividad sexual. Falsos mitos. Si no te movieras y pasaras el día sentada perderías masa muscular, y esto es lo mismo: si no utilizas tu clítoris y la falta de hormonas hace que este se retraiga, poco a poco vas perdiendo capacidad. La buena noticia es que el sexo, la masturbación, los succionadores de clítoris (*), etc, contribuyen a que tu sexualidad siga siendo tanto o más satisfactoria que antes.

Y encima con ventajas: di adiós a las compresas, tampones y copas menstruales; si tienes pareja estable ya no hay posibilidad de “llevarte un susto”; se acabaron la hinchazón de pechos y el dolor de ovarios en los días previos al periodo; y (casi siempre) desaparecen esos granos pajeros que salían en el momento y lugar más inoportunos.

Debes extremar el cuidado, porque justo ahora que ya no puedes quedarte embarazada puedes cometer locuras como follar sin preservativo con parejas no estables. La menopausia ya no te permite tener hijos, sí, pero las ETS y las infecciones no entienden de fertilidad: PONTE CONDÓN, SIEMPRE.

Felicitadme, amigas, porque tengo un problema menos. ¡Arriba esas copas!

(*) El Sona de Lelo o el famoso Satisfyer: instrumentos terapéuticos.

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