Tres semanas. Ese es el tiempo que Paloma Cuevas ha estado en silencio en su cuenta de Instagram. Tampoco es que sea una mujer que comparta todo lo que hace, a todas horas, con sus ‘followers’, pero este silencio se entiende dentro de ese retiro al que se ha sometido en medio de la tormenta de su separación de Enrique Ponce. Y de la cantidad de especulaciones a las que hemos asistido sobre en qué términos se dará ese divorcio.
De hecho, la única vez que se ha pronunciado en este tiempo en el que ha buscado la calma familiar, ha sido para aclarar que lo que se estaba contando, sobre lo que se llevaría en ese reparto o el punto en el que estaban los trámites legales, era falso. Lo hizo a través de su representante de prensa, que usó a Kike Calleja como altavoz. Unas explicaciones escuetas y discretas. Como siempre ha sido ella.
Ahora, Paloma termina sus vacaciones, como el común de los mortales, y ha reaparecido en Intagram (esa red social de la que su ex se ha convertido en un auténtico experto a sus 48 años). Cuevas ha querido que viésemos un pedacito de su Córdoba natal. De cómo los caballos corren por el campo en libertad. La misma que espera obtener ella de ese ruido mediático una vez finiquite los trámites con el hombre junto al que ha estado cuarto de siglo.
Un vídeo en el que se resume todo lo que necesita para seguir adelante en la vida. Al margen de esas amigas, capitaneadas por Cristina Yanes, que se han preocupado por el ánimo de Paloma desde antes de que saltara la noticia de que uno de los matrimonios más sólidos del panorama nacional saltaba por los aires.
Empieza septiembre y con él la vuelta a una rutina que deberá dar comienzo por sentarse delante de Enrique, que ambos demuestren buen talante y mejores intenciones y llegar a un acuerdo en el que reine la elegancia con la que siempre recordaremos a ese matrimonio truncado y tras el que él ya ha encontrado en Ana Soria una cómplice para continuar disfrutando del amor.
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