Distancia, seguridad, ordenadores para todos, más profesores, menos alumnos, más espacio. Hemos comenzado este curso con la lista de lo deseos muy clara y la sensación de que el aterrizaje va a ser más que incierto, la palabra de moda, porque ni aparecen los profesores extra, ni los colegios pueden, en muchos casos, multiplicar sus metros, ni tenemos claro qué va a pasar y cómo.
Isabel Celaá (Bilbao, 1949), ministra de Educación y Formación Profesional, catedrática de Lengua y Literatura Inglesa, exconsejera de Educación en el Gobierno vasco, madre de dos hijas, insiste en que las cosas se han hecho bien y en plazo. Y en que abrir las aulas no solo es imprescindible, sino seguro. Nos lo cuenta en su Ministerio, en una sala inmensa que se ha convertido en cuartel general para las visitas y que da un respiro a las mascarillas. Celaá ha hecho de la amabilidad y la contención una marca de la casa y un eficaz escudo contra todo lo que suene remotamente cercano a lo privado.
Mujerhoy Me gustaría comenzar preguntándole si usted, personalmente, está contenta con la manera en que se ha organizado la vuelta a las aulas.
Isabel Celaá A nosotros nos ha tocado asumir la iniciativa y la coordinación. Hay asuntos que todavía han de ser gestionados por las comunidades autónomas, pero en general estoy muy contenta de la coordinación, del respaldo y de los muchos acuerdos a los que hemos llegado sobre seguridad sanitaria en los colegios. Finalmente, y desde el 25 de agosto, las comunidades tienen los protocolos ya anunciados –la última en hacerlo fue Madrid–, y podemos decir que España está preparada para abrir las aulas.
M.H. En el momento en que tiene lugar esta entrevista, a siete días del comienzo de curso, hay muchas familias que aún no tenemos noticias concretas sobre cómo se van a organizar las ratios o los protocolos concretos, si todas las clases serán presenciales o habrá algunas digitales…
I. Celaá Estaba hablando de tareas pendientes y esta es una de ellas: la comunicación. Algunos centros han estado tan implicados en la separación de los pupitres, las flechas en el suelo, los círculos en los patios, que no han comunicado a las familias de qué manera se va a entrar en los colegios.
M.H. En cualquier caso, ¿entiende usted la inquietud de muchos padres? Hay directrices generales que suenan razonables, como el menor número de niños por clase o la necesidad de más espacio. Pero, dependiendo de en qué centros, ni hay más espacio posible, ni más profesores contratados, ni ratios más bajas aplicadas…
I. Celaá No solo la entiendo, sino que la comparto; yo también tengo familia en diversas circunstancias. Pero habrá más espacio y más profesores. El 22 de junio se hizo público un protocolo sanitario acordado con la comunidades autónomas. A partir de ahí, el Ministerio no puede entrar en la organización específica de cada uno de los 30.000 centros que hay en España; es el turno de las comunidades. Muchas han actuado con mucha diligencia y otras han ralentizado más su respuesta. Lo que sí podemos decirles a las familias es que estén tranquilas: no hay riesgo cero en ningún ámbito, pero el entorno escolar será más seguro que cualquier otro espacio alternativo en el que puedan estar los niños y los adolescentes. Si Madrid cumple con lo anunciado, habrá más de cuarenta y tantos mil nuevos efectivos, lo que automáticamente tendrá un impacto en la reducción del número de alumnos por aula.
M.H. Como profesional de la Educación, ¿le preocupa que la escuela deje de garantizar la igualdad de oportunidades? ¿Puede agrandarse la brecha digital que ya vimos al final del curso pasado todavía más en los próximos meses?
I. Celaá Si algo se ha puesto de manifiesto con el cierre de las escuelas es el aumento de la desigualdad. El sistema educativo debe ser un ascensor social, pero no queremos que se convierta en un ascensor de bajada y hemos de cuidar mucho a los grupos vulnerables. Ahora estamos trabajando en la conectividad de las escuelas: no solo en que las plataformas escolares sean suficientemente potentes, sino en el número de los dispositivos digitales. Hemos pasado a las comunidades la firma de un convenio equivalente a más de 200 millones de euros para la adquisición de 500.000 dispositivos. Queremos que cada alumno tenga un ordenador o una tablet para estar totalmente conectado dentro del aula, en el centro escolar o en casa, si es necesario.
El Ministerio no puede entrar en la organización específica de cada uno de los 30.000 centros de España; es el turno de las comunidades».
M.H. ¿Cuándo estarán disponibles?
I. Celaá Durante el primer trimestre. Estas cosas son complejas, a veces no hay stocks suficientes. Yo lo que espero es que las familias sean conscientes de que 500.000 dispositivos son muchos para su distribución.
M.H. ¿Sigue la educación siendo un arma política arrojadiza? ¿Por qué es tan complicado llegar a grandes acuerdos?
I. Celaá Sí, es una costumbre casi ancestral en este país. Pero tengo que decir que, hasta hace siete años, hemos tenido acuerdos respaldados por la mayoría de las fuerzas políticas. Detrás de la ley vigente, la LOMCE, está solo el PP y tiene elementos que no son buenos para una educación contemporánea. Que se fuerce a un niño a seguir un camino determinado a los 13 o 14 años no es lo adecuado. Nuestro sistema educativo, además, es en el que más se repite, cuatro veces más que en los países de nuestro entorno. Y sirve para muy poco. Tenemos muchos desafíos, pero creo que deberíamos ser positivos y poner sobre la mesa el hecho de que hay mucho más acuerdos que desacuerdos.
M.H. ¿Es el momento más difícil de su trayectoria política? Se lo pregunto sabiendo que ha vivido otros muy duros, como en el año 2000, cuando la banda terrorista ETA asesinó a Fernando Buesa, con quien usted trabajó estrechamente en el Gobierno vasco.
I. Celaá El asesinato de Fernando fue durísimo, durísimo, durísimo. Era una persona excepcional y un político excelente. Y también fue durísimo el atentado que sufrió José Ramón Recalde. Los dos habían sido consejeros de Educación socialistas en el Gobierno vasco antes que yo, que llegué como la tercera. Esto es distinto. Estamos, verdaderamente, ante un drama colectivo. Esta pandemia amenaza la escuela, el empleo, la financiación de las empresas… Nos encontramos en una situación difícil, pero no como la de marzo. Sabemos más del virus y, en las miles de pruebas diarias de PCR que hacemos, vemos que más del 60% son asintomáticos. Significa que son un riesgo, pero también que la sociedad española se está empezando a inmunizar. Hacemos más pruebas y, por lo tanto, emergen más positivos, pero los casos, afortunadamente, no son tan graves como los que vimos en marzo.
M.H. ¿Cree que los ciudadanos tenemos la sensación de estar en manos de una clase política a la altura de las circunstancias?
I. Celaá No puedo imaginarme esta pandemia en otras manos. Tenemos un presidente del Gobierno muy resistente y con mucha sensibilidad para responder a las necesidades de las familias, de los trabajadores, de las empresas… La verdad es que otros países han disfrutado de una oposición que ha ayudado más en lo esencial. Vivimos un momento muy excepcional y hay un montón de cuestiones insignificantes que se ponen encima de la mesa y que emborronan completamente el mensaje que se traslada a las familias. Hay mucho ruido provocado. No quiero poner ejemplos, pero no ayuda.
Nuestro sistema educativo es en el que más se repite, cuatro veces más que en países de nuestro entorno. Y sirve para muy poco».
M.H. Hablamos mucho de aprendizaje estos meses. ¿Esta crisis está dejando en evidencia carencias profundas que ya existían en Educación?
I. Celaá Necesitamos innovación a raudales. Y eso no es malo, no lo digo desde el catastrofismo. Es necesario que los alumnos tengan adquirida la destreza de una educación digital, pero la enseñanza on line no sustituye a la presencial. Las escuelas deben estar abiertas, ser lo primero que se abra y lo último que se cierre. Debemos ser tremendamente cautelosos en el cuidado de la salud de lo niños y los docentes, pero tienen que estar abiertas, salvo cuando haya un contagio descontrolado, como ha ocurrido en algún centro en Alemania.
M.H. ¿Y cuál está siendo su aprendizaje personal?
I. Celaá Que es una tarea compleja que tenemos que atender a diario. Y, como siempre, le dedico prácticamente todas mis horas. Se lo digo con una sonrisa, porque la verdad es que no he podido separarme del despacho más de ocho días, una semana laborable… Y desde luego, he seguido al teléfono, manteniendo conversaciones constantes con todos los consejeros durante agosto.
M.H. Ha insistido usted en este punto. ¿Le duele que se le haya acusado de falta de responsabilidad y liderazgo?
I. Celaá Si le digo la verdad, lo veo con una cierta distancia. Estamos absolutamente seguros de lo que hemos hecho y de lo que vamos haciendo. Ahora en septiembre tendremos otra conferencia sectorial, por ejemplo. No tenemos tiempo para distraernos con lo demás. Puede haber falta de información por parte de quien lo formula, pero tampoco quiero entrar ahora en más cuestiones.
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