Barbra Streisand y Elliott Gould, el matrimonio que acabó en divorcio porque ella se hizo más famosa que él

Hace poco, Barbra Streisand llamó a su exmarido Elliott Gould, su primer amor, y con quien tiene un hijo en común, Jason. La pregunta era muy simple: Barbra, de 78 años, lleva un año y medio escribiendo su autobiografía y no recordaba exactamente por qué Gould y ella se habían divorciado tras ocho años de matrimonio. ¿Qué les había separado? La respuesta de Gould, que hay que leer en tono amable, es tan simpática como reveladora: “no nos separamos, es que nunca llegamos a crecer juntos”. Su matrimonio fue una sucesión de estampas –hasta el punto de que durante años el gran público ni siquiera se sabía dónde se habían casado, si en Nueva York o en Las Vegas, y ambas apuestas son incorrectas– de dos artistas increíbles en pleno auge. Una pareja envidiable y sofisticada que, para empezar, se veía poquísimo.

Pero vamos por partes. La historia de cómo se conocieron Elliott Gould y Barbra Streisand es más de número de Broadway que el propio musical que les unió. Estamos en 1961 y tanto Gould como Streisand son dos artistas buscando abrirse camino: él, de 23 años, llevaba cuatro años con pequeños papeles en cine y teatro, y acababa de conseguir su primer protagonista, en I can get it for you wholesale, un musical de Harold Rome sobre un desalmado empresario en la industria textil de la Nueva York de los años treinta. Un protagonista bastante sorpresivo: hasta los implicados en las producciones de la época le habían dicho a Gould que era imposible que lo consiguiese. No tenía experiencia, no era precisamente la mejor voz de Broadway y, como él recordaba en una historia oral para un centro cultural judío de la Universidad de Hampshire, “cuando me lo dieron fue como ‘¿Qué? ¿De verdad? O sea, había trabajado muy duro, pero…”.

Ya con el protagonista bajo el brazo, Gould asistió al resto de audiciones. En una de las últimas, apareció todo un caracter: una joven de 19 años, con tremendo vozarrón, que había llegado a la audición vestida con un abrigo de pelo de los años treinta comprado poco antes en una tienda de segunda o cuarta mano. Era miércoles, día de Acción de Gracias, 23 de noviembre. Streisand cantó dos de las canciones que paseaba por los nightclubs donde intentaba hacerse nombre, armada con tremendas uñas –un gesto de rebeldía contra su madre, que le había dicho que no era lo bastante guapa ni tenía bastante voz para triunfar, y que era mejor que se metiese a secretaria y aprendiese mecanografía: las uñas largas impedían eso– y un manager para toda la vida, Marty Erlichman.

Erlichman contaba hace 29 años a Vanity Fair cómo era aquella joven Barbra: una chica a la que vio por primera vez cantar cinco temas en un cabaré (Barbra tenía 18 años) y que le dejó marcado. Hasta el punto de que su primera negociación para ella fue para que le subieran el sueldo en un club de Detroit, porque el representante que tenía por entonces Streisand ni siquiera era capaz de conseguir que le diesen de cenar.Erlichman voló de su propio bolsillo hasta Detroit para negociar con los hermanos, consiguió que le subieran un poco el sueldo y le diesen de cenar a cambio de pagar él a esos dueños, y a espaldas de Streisand, la octava parte de su sueldo. “Los dueños me dijeron: ‘A ver si nos queda claro, ¿te has pagado el vuelo para poder darnos dinero y ni siquiera eres su representante? Debes estar segurísimo de que esa chica va a ser una estrella’. Como de pocas cosas en esta vida lo estaba”.

Erlichman también recordaba que aquella Streisand primeriza no le tenía miedo a nada. Así que Barbra se plantó en la audición con sus mejores galas de los años 30 –ese abrigo de la Gran Depresión con tres décadas de tiendas de segunda mano encima– y empezó a cantar. Gould recordaba que “el autor del libro en el que se basaba el musical, Jerome Whiteman, estaba sentado a mi lado. Se volvió hacia mí cuando Barbra empezó a cantar y me preguntó ´Qué te parece’, y yo le dije ‘Me parece magnífica’”.

“Así que la primera audición terminó y me dieron unas horas para aprenderme uno de los temas del musical, Miss Marmelstein”, contaba Barbra en la promoción de For the Record, un cuádruple disco de 1991 que cubría cuatro décadas de carrera. Streisand volvió al escenario, cantó el tema y… “Siguió cantando”, recuerda Gould, “hasta que la pararon, y le dijeron ‘gracias, la audición ha terminado, siguiente persona”. Gould también recuerda que “no tenía mucha experiencia, una obra en [el circuito paralelo] off-Broadway]”, que además sólo duró un día, “y entonces ella dijo, ‘¿Me va a llamar alguien?’ y se puso a recitar su número de teléfono”.

Gould había quedado impresionado por la mezcla de vulnerabilidad y ferocidad de la joven así que se esforzó "en taladrar ese número en mi memoria”. Al día siguiente, Gould llamó a Streisand desde el teatro, para decirle que le parecía "magnífica e increíble" y ella le dijo "que cantaba en no sé qué sitio esa misma noche: ‘ven a verme’. Y yo le dije ‘no, no, no hace falta, creo de verdad que te van a dar el papel’”. Y así fue: el papel era menor, y Streisand hacía de secretaria, Miss Marlmestein. Aunque cambiaron su repertorio para que tuviese más presencia y su actuación, en la que combinaba música y comedia –un don que había aprendido en su paso por los nightclubs– le valió su primera nominación a un Tony como Actriz de Reparto. Y su primer single publicado: una cara B con Miss Marlmestein en el que salía su nombre mal escrito: Barbara.

La obra duró un año, tuvo 300 representaciones y, nada más terminar, Gould y Streisand decidieron casarse. Fue en Carson City, la capital de Nevada, así que técnicamente casi fue en Las Vegas. Durante los siguientes ocho años, ambos triunfaron: Gould se convirtió en una presencia constante en el cine de Hollywood (con papeles relevantes en películas fundacionales como M.A.S.H.) y Barbra tardó menos de seis años en ganar su primer Oscar (en 1968, por Funny Girl). Y ahí estaba el problema: cuando le llamó hace poco, Gould le dijo a Streisand, según le contaba a la CBS, que no es que se separasen: es que a ella no había quien le siguiese el ritmo del éxito desde el primer minuto.

En aquella historia de cómo se conocieron, Gould también recordaba otra cosa: ese primer musical “fue la única vez que hicimos algo juntos, profesionalmente. Nunca volvimos a aparecer juntos, ni en una pantalla ni en un escenario”.

Fuente: Leer Artículo Completo