Anuncio de boda y fotógrafo oficial: Lula da Silva renueva su imagen tras salir de la cárcel

“Ven a casa, estoy pescando y quiero que hagas unas fotos”. Quien habla es Lula da Silva, presidente de Brasil, y quien atiende al teléfono, el fotógrafo Ricardo Stuckert. Aún no ha salido el sol, pero él coge su cámara, se levanta y se acerca hasta hasta el río donde el mandatario posa tirando la caña, cogiendo las presas, disfrutando como un chiquillo en pantalón corto y sin zapatos. Lo curioso es que, meses antes, Lula no quería ni oír a Stuckert, que como reportero de la revista IstÉ le había pedido una entrevista que formaba parte de un ciclo en el que quería reflejar el lado más personal de los cuatro candidatos a la presidencia de Brasil. "En mi casa no entra nadie", le respondió el líder metalúrgico, que cedió después de mucho negociar. Tras ver el resultado, Lula vio la luz y no solo quiso que Stuckert entrara en su casa, sino que lo acompañara en sus reuniones con líderes mundiales y hasta en sus vacaciones.

Stuckert reconoció que aceptó el cargo de fotógrafo oficial porque no quería desperdiciar la ocasión de estar tan cerca del poder y retratarlo. Hoy su exjefe acaba de salir de la cárcel, una situación ni presidencial ni glamourosa, pero su antiguo retratista ha vuelto para empoderarlo: suya es la foto con la que Lula, de 74 años, y Rosângela da Silva, de 42, han anunciado de manera "oficial" que están enamorados y quieren casarse.

El valor político de una foto

Cuando Lula y Ricardo se conocieron, uno de los hándicaps que tuvieron para hacer el reportaje en su hogar fue Marisa Letícia Rocco, la segunda esposa del mandatario, que no era muy partidaria de mostrar a los medios su vida privada. Con el paso de los años, la primera dama fue asumiendo lo de posar ante la cámara: “Stuckinha, ven a hacernos una foto a Marisa y a mí con la luna”, le dijo en una ocasión a su reportero particular, que contó esa y otras anécdotas en una entrevista aparecida en la revisa Trip en 2010 cuando estaba a punto de expirar el segundo y último mandato del líder del Partido de los Trabajadores (PT).

El caso de Janja, como se hace llamar la actual prometida del político, es distinto. A pesar de que su relación empezó en prisión y sin opciones de vis a vis, no solo han anunciado boda, sino que ella usa como nickname en sus redes sociales una mezcla de su nombre y el de su prometido: "JanjaLula". En ese mismo espacio ha publicado la fotografía de Stuckert acompañada de los hashtags "el amor venció", "nuestro amor nos fortalece" y "te amo siempre".

En la toma, la pareja aparece perfectamente iluminada, en blanco y negro, con él en primer plano sonriente y ella en segundo término abrazándolo por detrás con los ojos cerrados. La foto viene, claramente, a rejuvenecerlo, algo que él mismo se ha encargado de subrayar en un vídeo en el que dice: “Tengo 74 años, pero la fuerza de uno de 30 y la tensión de 20”. Esa última palabra "tensión" –tiene cierta connotación sexual en portugués– no es casual y es tan oportuna como el anuncio de un enlace en la misma puerta de la cárcel donde Lula ha pasado 19 meses por corrupción. Él asegura que fue víctima de una caza de brujas, pero tiene otra causa abierta por la que le piden once años más aparte de los ocho que ya había empezado a cumplir. Pero la mayoría de los titulares hablan de Janja, de su edad y de la boda.

Una cámara amiga

Cuando Stuckert llegó al Palacio de Planalto, residencia oficial de los mandatarios brasileños, no había ni una cámara digital, así que su primera tarea fue modernizar el departamento de prensa: a los seis meses, él mismo confesaba que cada mes disparaba más de 70.000 veces a su jefe. Lo contó en un artículo titulado “Paparazzo presidencial”, donde aseguraba que, a pesar de esa profusión de tomas, no consideraba que su jefe fuera un hombre vanidoso.

En esa entrevista, Stuckert hablaba de la importancia de ser discreto en un trabajo como el suyo, aunque en realidad, esa virtud no la aprendió con Lula, sino de su propia familia. Su padre, también llamado Ricardo, ocupó el mismo puesto con el dictador João Baptista Figueiredo, y por eso el pequeño Stuckert había visitado más de una vez Granja do Torto, la residencia estival del presidente. Si su padre consiguió ese puesto es porque fue uno de los primeros en abrir un estudio profesional en Brasilia animado por su propio padre, Eduardo Stuckert, un suizo alemán que hizo fortuna como pintor y fotógrafo cuando emigró a Brasil.

Aunque le preguntaron, Ricardo padre evitó reconocer afinidad político o ideológica con el hombre al que había tenido que retratar en numerosas ocasiones. El hijo, sin embargo, ha estado a sueldo del Istituto Lula –encargado de divulgar su legado– cuando dejó de ser fotógrafo presidencial y también siguió con su cámara a la sucesora de Da Silva en el PT y en el gobierno: Dilma Rousseff.

A Lula, que sigue siendo una persona muy popular y querida en algunos sectores de la sociedad, lo esperaban a la salida de la cárcel un grupo de personas que han hecho guardia en la puerta los 580 días que ha pasado encerrado en el penal de Curitibia, de donde es Rosângela, la socióloga 32 años más joven que él con la que va a casarse. Junto a ella, Ricardo Stuckert documentando el momento, los vítores de los seguidores y el beso de amor de quien no ha dejado de ser su jefe.

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