Hoy, 10 de diciembre, se cumplen 75 años desde que Juan Domingo Perón y Eva Duarte, más conocida como Evita Perón, se casaron en la iglesia de San Francisco de Asís, en La Plata. Pero la historia de una de las parejas más sólidas del panorama político no estuvo exenta de líos. Todos los detalles de una boda que casi resulta fallida y cómo al final se impusieron el amor (y la ambición).
San Juan, Argentina, 15 de enero de 1944. Un terremoto derriba el 90% de las edificaciones dejando alrededor de 10.000 muertos. La sociedad está conmocionada. Entonces aparece la figura del coronel Juan Domingo Perón, quien ocupa el cargo de Secretario de Trabajo y Previsión. El joven consigue convertir el estupor en acción y, de la mano de grandes (y pequeños) artistas de la época, organiza un festival solidario en el estadio Luna Park con el que consigue recaudar más de 30 millones de pesos de la época. Era sábado, 22 de enero de 1944. Y entre la multitud que enmudeció al escucharlo hablar en el escenario, agradeciendo a todos su colaboración, estaba ella: Eva Duarte, quien poco después sería más conocida como Evita Perón.
Al bajar del escenario, el coronel se acercó al improvisado palco de las autoridades, donde -sin saber muy bien cómo- una joven aspirante a actriz había conseguido ocupar uno de los sitios que se habían quedado libres. “Eva entró en mi vida como el destino” -diría él años después.
Hablaron. Y la pasión que ella demostró aquella noche en la defensa de cada idea y la seguridad con que se plantó delante de él acabaron por conquistarlo pues, como reconocería Perón años más tarde, «Yo la miraba y sentía cómo me conquistaba; estaba casi subyugado por el calor de su voz y de su mirada«
“No sé cómo me animé a hacerlo” -explicó luego ella. “El impulso lo hizo todo. Vi el sillón vació y corrí hacia él. Sin pensar si correspondía o no. Me vi de pronto al lado de Perón, que me miraba con aire un tanto asombrado. Y empecé a hablarle. De cualquier cosa. De la fiesta, de la necesidad de colaborar, qué sé yo. Cuando terminó el acto Perón me invitó a comer algo por ahí. Acepté y fuimos. Quedé marcada a muerte. Fue, como dije tantas veces, mi día maravilloso”.
La diferencia de edad no pudo con ellos, pero la presión pública sí
Él tenía 48 años y era viudo. Ella 24. Y nada les impidió darse el sí quiero, de manera civil, el 22 de octubre de 1945. Sin embargo, en un país de mayoría católica, el ascenso político del coronel -según le aconsejaron algunos allegados- podría verse truncado si no pasaba de manera religiosa por el altar. Por eso, la pareja determinó cumplir con el rito religioso el 29 de noviembre del mismo año, en una ceremonia íntima, reservada solo a la familia. Pero, a pesar de lo dispuesto, un diario de la ciudad se hizo eco del acontecimiento y, a su llegada, Perón vio cómo una multitud se congregaba alrededor del templo y al grito de “Yo así no me caso” se dio la vuelta sin miramientos. En el interior, una joven Eva permanecía esperando.
A pesar de los contratiempos y (nuevamente) aconsejado por su círculo íntimo, Perón decide volver a intentarlo, aunque avisa -según una conversación que teóricamente ha trascendido con su amigo y confidente, el fraile Errecart-: Bueno Pedrito, me voy a casar. Pero te advierto que ni vos vas a saber cuándo será. Y Eva se va a enterar una hora antes, así que andá y decile al curo que esté atento.
No fue tan en el último momento, pero casi. En la mañana del 10 de diciembre, Evita llamó al fraile. Un escueto “Hoy, Pedro”, valió para poner en marcha la maquinaria y a las 20:25 de la tarde, la misma hora en la que ella moriría siete años más tarde, se ofició la boda en la Parroquia de San Francisco de Asís.
De esta curiosa manera quedó oficlamente sellada, ante los ojos de dios, la historia de una pareja que, más allá de la atracción, forjó unos de los lazos más sólidos conocidos a nivel político hasta el momento. El tándem perfecto en el que las dos partes consiguieron alzarse como vencedor.
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