Donald Trump será juzgado en el mismo Capitolio que animó a asaltar hace siete días. El Congreso de Estados Unidos ha aprobado abrir el proceso de destitución, bajo el cargo de "incitación a la insurrección". El único cargo presentado, y que ha sido aprobado por 232 a 197 votos en el Congreso. Una cifra entre la que se cuentan 10 votos republicanos, incluyendo el de Liz Cheney, la tercera persona más poderosa de la Cámara, e hija del exvicepresidente Dick Cheney. La ruptura de filas de los republicanos hace presagiar que, al menos, el proceso tendrá algo de vida en el Senado. Mitch McConnell, el presidente republicano del Senado, ha dicho después de la votación que todavía no tiene decidido el sentido de su voto en la segunda parte del proceso, que podría empujar a otros senadores republicanos a apoyar la censura al presidente que les colocó en grave peligro hace unos días. Nancy Pelosi, la portavoz demócrata del Congreso, fue clara en la llamada al voto: el presidente "tiene que irse", porque es "un peligro".
La votación se ha producido entre fuertes medidas de seguridad, con los pasillos del Capitolio llenos de uniformes militares: los de los miembros de la Guardia Nacional que custodian, ahora sí, el proceso y el inminente nombramiento de Biden. Justo un día antes de la confirmación de Joe Biden como presidente, el próximo día 20 de enero, el Senado tiene previsto coger el relevo del Congreso y juzgar política y legalmente a Donald Trump, por decisión de McConell. El presidente saliente ha emitido hoy un comunicado llamando a la calma y a evitar el uso de la violencia en las manifestaciones previstas por el nombramiento. Un último intento de limpiar su responsabilidad en los hechos de hace una semana, llamando "a todos los estadounidenses a aliviar la tensión y aplacar los temperamentos". El comunicado fue leído en el Congreso por los republicanos, y se alinea con uno de los argumentos más repetidos por los anti-impeachment: la idea de que juzgar al responsable del asalto violento al Capitolio por incitar a la violencia insurrecta sólo traerá más violencia.
Es la primera vez en la Historia que un presidente de Estados Unidos afronta dos procesos de destitución, algo que por lo menos le garantizará un hueco en los libros: el primero fue por presionar al presidente de Ucrania para que colaborase en una campaña de descrédito contra Joe Biden; y el segundo por incitar a la toma de la principal sede del poder legislativo democrático en Estados Unidos. En aquel primer procedimiento, no hubo ni un sólo voto republicano a favor en ninguna de las dos votaciones.
La decisión de McConnell de celebrar las sesiones del impeachment a partir del día 19 de enero da un poco de oxígeno a ambos partidos, y asegura al menos que el nombramiento de Joe Biden se producirá sin la sombra de la destitución de Trump. Un movimiento calculado, destinado a aplacar a las bases del presidente saliente, cuyas vertientes más extremistas han convocado manifestaciones violentas no sólo en Washington –blindada hasta después del nombramiento para evitar escenas como las de hace una semana–, sino también en las sedes del poder de otros 50 estados.
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