Jane Fonda es varias Jane Fonda. Es la respetada actriz, la madre, la amiga, la mujer detrás de las mallas, la exesposa, pero sobre todo la activista. Y es que no importa que esté a punto de cumplir 82 años (21 de diciembre) la estrella de Hollywood sigue defendiendo sus ideales con la misma convicción de cuando tenía 30.
Con el cabello perfectamente acomodado, gafas de sol de pasta y un llamativo abrigo rojo Jane Fonda se ha plantado cada viernes, desde hace seis semanas, en el Capitolio de Washington para reclamar una mayor conciencia sobre algo que siempre le ha preocupado: la crisis climática. El desenlace de su protesta, que se ha vuelto ya una cotidianidad, ha sido el mismo: su arresto.
Las imágenes de ella con unas esposas de plástico junto a otros colegas como Rosanna Arquette o Ted Danson le han dado la vuelta al mundo. Y es que su compromiso con la causa es tal que se mudó temporalmente a Washington para que su voz fuera escuchada en el Congreso. Pero su faceta agitadora no es nada nueva, de hecho se remonta a los años 60.
Fue en la Francia del 1968 cuando la actriz se politizó. La “culpable” de este giro en la vida de la intérprete fue su amiga Simone Signoret. Francia desde entonces ha sido un país donde los artistas tienen la costumbre de implicarse en los debates de actualidad, así que Fonda hizo lo propio y pasó de no saber dónde se ubicaba Vietnam en un mapa a convertirse en jefa de filas de la movilización contra la guerra. Así lo muestra el documental ‘Jane Fonda in Five Acts’ “¿Qué problema tiene? Es buena actriz y es guapa, pero va por el mal camino. Me sabe mal por su padre”, dice el expresidente Nixon en una grabación del largometraje.
Así arranca el tercer acto, de los cinco que forman el documental. Es aquí cuando vemos cómo Fonda se transforma en lo que muchos bautizaron como Hanoi Jane, lo que algunos medios estadounidenses y fans tacharon de traición a la patria. En especial, cuando se sentó tras un cañón enemigo durante una visita a Vietnam. “Me iré a la tumba lamentándolo”, afirma Fonda, que ya pidió perdón a los veteranos que se sintieron heridos en 1988.
Su posicionamiento político y activismo siguió en pie. Y se afianzó aún más con su tercer matrimonio. La actriz se casó con Tom Hayden, líder de la izquierda estadounidense. Según cuenta en el documental vivía en una casa sin lavadora y con un indigente durmiendo en el porche. Fue allí cuando se le ocurrió que para financiar sus actividades en la militancia iba a lanzar una serie de vídeos de aerobic. Terminó vendiendo 17 millones de copias y dio origen a la industria del video doméstico.
Desde entonces y hasta ahora Jane Fonda no ha dejado nunca de lado sus convicciones, que van desde el feminismo, el no a las guerras hasta su más reciente lucha: la crisis climática.
La oscarizada actriz además ha aprovechado su fama y estilo para lanzar un mensaje contundente. Su compromiso con el medioambiente va más allá de la protesta, ha decidido que no va a comprar más ropa. Y es más, su abrigo rojo, ese con el que cada viernes es retratada mientras la arrestan fue la última prenda que compró en su vida, así lo ha contado en un vídeo.
El abrigo rojo y de solapa XXL lo compró en Neiman Marcus y les costó 500 dólares. Más allá de una prenda Fonda lo ha convertido en un símbolo inconfundible de lucha: “¡Atención! Nuestro mundo está ardiendo. Necesitamos tomar una acción urgente”. El rojo representa, entre otras cosas, el calentamiento global.
Como cada viernes Fonda y sus amigos (aunque cada vez se suman más personas) solo tienen un objetivo ser arrestados. Quiere llamar la atención, quiere que se hable del tema, quiere que se les escuche. Y eso sin importarle que ya no tiene 20 años, que ahora «sus huesos le duelen cada vez que pasa la noche en prisión». Quiere usar su fama para algo más que generar admiración. “De qué sirve ser una celebridad sino podemos aprovecharla para algo importante”, dijo en una entrevista a The Washington Post.
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