Pocas películas han provocado un bombazo como el que provocó, hace ahora 20 años, «El diario de Bridget Jones». El personaje creado por la novelista inglesa Helen Fielding ya había vendido dos millones de libros en 40 países, con lo que su paso al cine estaba cantando. Lo que sí sorprendió fue la elección de Renée Zellweger para interpretar a Bridget: nadie esperaba que una actriz estadounidense interpretara a una heroína 100% británica.
Dato: Kate Winslet hizo la audición para este papel, pero consideraron que era demasiado joven (25 años) para esta comedia romántica. Otro dato: Zellweger tuvo que engordar 13 kilos y aprender a fumar para meterse en el personaje. Bridget era una treintañera llena de complejos, regordeta, insegura y patosa, sin carrera ni novio, preocupada por una cuestión que a 20 años vista ya no parece tan preocupante: no encontrar pareja.
No nos vamos a esconder: «El diario de Bridget Jones» ha envejecido fatal, aunque el trío protagonista (Renée Zellweger, Hugh Grant y Colin Fith) sigue inagotable como gran acierto de casting. Bridget Jones vive ciertamente amargada por el aburrimiento y la soltería. De hecho, se propone dejar de comer, fumar y beber alcohol para encontrar novio duradero. Por mucho que nos esforcemos, el argumento suena a otro siglo.
Hoy sería incomprensible plantear una comedia romántica con una curvy fumadora que, por sus complejos, no puede encontrar novio. El MeToo de Hollywood y el activismo feminista no han sido en balde: en la ficción actual, las protagonistas con curvas no tienen complejos, si acaso tienen conflictos por la fijación que los demás tienen con los kilos. Del asunto del tabaco, ni hablamos: es un vicio que ha desaparecido completamente del cine.
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Otro aspecto que no pasa la prueba del algodón del siglo XXI son las dificultades de Bridget para encontrar novio. Es cierto que hace 20 años aún no se habían popularizado demasiado los websites de citas ni mucho menos las aplicaciones para ligar, y que este desarrollo tecnológico ha dado un vuelvo increíble a a manera en la que hoy resolvemos la vida sentimental y sexual. Bridget Jones se ve obligada a buscar pareja a la manera antigua: a través de amigos, en fiestas familiares, en la oficina…
Ahora mismo no sería creíble una protagonista que se viera noche tras noche relegada al sofá y la tele por no tener con quién tener una cita. Eso es algo que resuelve, hoy por hoy, Tinder. Tampoco resulta hoy creíble su desesperación por encontrar pareja tradicional: las problemáticas amorosas del siglo XXI son más prácticas y menos románticas.
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Hoy, las comedias románticas han dejado de retratar la ansiedad por no encontrar el amor, y se centran en aspectos, digamos, más técnicos: la convivencia, infidelidades, poliamor… Si acaso, lo que se trata es el miedo al compromiso y no el deseo del mismo: parece que nuestros tiempos invitan más a la soltería que a la pareja. De hecho, se plantea cada vez menos la pareja para toda la vida y sí la monogamia sucesiva, con períodos inevitables de soltería. Incluso las solteras y los solteros por convicción crecen en número en todo Occidente.
No es que se haya roto el pacto de la pareja tradicional, es que ya no funciona como modelo único para la felicidad de las personas. En este contexto, tampoco se entiende el otro puntal cómico de «El diario de Bridget Jones»: la vergüenza de estar soltera y las burlas consiguientes de amigos y familiares. Ni siquiera el recurso fácil al reloj biológico tiene hoy sentido, con las tecnologías de congelación de óvulos al alcance de quien sufra por no poder ser madre a los 30.
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Así estaban las cosas a mediados de los 90, cuando se publicó ‘El diario de Bridget Jones’: «La gente sensata diría que tengo que gustarle a Daniel tal y como soy, pero yo soy hija de la cultura del Cosmopolitan, he sido traumatizada por las modelos y por demasiados enigmas, y sé que ni mi personalidad ni mi cuerpo están a la altura si los dejo a su merced», dice el personaje de Bridget Jones en el libro. «No puedo soportar la presión. Voy a cancelarlo y a pasar la noche comiendo donuts con un cárdigan manchado de huevo».
Esta confesión de Bridget Jones puede ser un buen punto para tomar distancia a 20 años vista. Muchas cosas han empeorado desde entonces, y aunque la ansiedad por poseer un cuerpo perfecto sigue circulando a toda velocidad en sociedad, también existe más oxígeno social para quien decide no volcarse en el culto al cuerpo. Hoy incluso existe moda más allá de la talla 42. Y hasta las enormes bragas color carne que Bridget esconde a sus ligues pueden ser tendencia. Eso, en los 90, era impensable.
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