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Kiko Matamoros tiene una experiencia vital detrás que puede llegar a justificar la imagen de tipo duro que aparenta. En el último programa de ‘Viva la vida’ emitieron fragmentos de la entrevista que el colaborador ha concedido en el canal de podcasts de Álex Fidalgo, ‘Lo que tú digas’. “En mi casa y en el colegio nos daban una sopa de hostias que no te lo puedes ni creer, algunas, incluso, rozaban el salvajismo”, confiesa Matamoros. “Recuerdo un puñetazo que me dio mi padre. Empecé a sangrar por la nariz y lo que hacía era que, cuando no me veía, me daba en la nariz otra vez para que no se cortara la hemorragia. Porque decía: ‘A ver si me muero y te hago culpable’. A ese nivel de ‘hijaputez’ llegaba yo… Entonces se creía que la letra con sangre entra”, añade. El colaborador achaca el comportamiento violento de su progenitor a la formación castrense que recibió en su infancia, algo que transmitía a sus hijos porque “él pensaría que eso era lo mejor para nosotros”.
Y es que, lejos de dramatizar, Kiko Matamoros no le da especial importancia a este asunto al entender que el comportamiento de su padre era fruto del tiempo y de la época. “Yo a mi padre no le responsabilizo de nada, es lo que quiero dejar claro. Pero tampoco voy a ocultar la situación que a mucha gente de mi época nos tocó vivir”, explicó ante sus compañeros del programa presentado por Emma García. “La formación que se recibía era esa. En los colegios las agresiones y determinados tipos de abusos estaban a la orden del día”.
Pese a que el colaborador reconoce que se fue pronto de casa para escapar de él, con la madurez fue capaz de perdonarlo. “No le guardo ningún rencor a mi padre porque creo que, con el tiempo, todos los padres les llegamos a resultar ridículos o desfasados a nuestros hijos en cuanto a la formación y a la educación. A mis hijos no les he puesto una mano encima en la vida, precisamente, por ese rechazo que me produjo ese tipo de educación. A lo mejor debería de haber sido más estricto, y no lo digo en el sentido de ser más violento, sino de ser más exigente”, reflexionó.
Para terminar, quiso dejar claro que, pese a todo, está muy agradecido con su progenitor. “A mi padre le quiero mucho y le agradezco estar aquí. La mitad de mi vida se la debo a él”, dijo con la voz entrecortada y al borde del llanto. “Todos nos equivocamos mucho […] Cuando le debes la vida a una persona hay que ser muy generoso con ella”, sentenció.
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