El inicio de cada año es el momento perfecto para coger un folio en blanco y anotar propósitos que queremos cumplir, objetivos que llevamos largo tiempo acariciando y rutinas que transforme nuestro día a día y nos hagan sentir mejor. Pero, ¿hasta qué punto es posible configurar nuestra mente para que adopte nuevas rutinas y las integre con facilidad en nuestra vida?
Regina Insa Martínez, Psicóloga, Terapeuta Gestalt y Coach de Mundopsicologos.com, explica la importancia de la plasticidad cerebral en este proceso: «Cuando hablamos de configurar nuestra mente, estamos hablando de la reprogramación cerebral. El cerebro tiene la característica de la plasticidad, es decir, la capacidad de crear continuamente nuevas conexiones neuronales y nuevas rutinas. Esa neuroplasticidad permite que seamos flexibles y adaptables a cualquier circunstancia: por ejemplo, nos hemos adaptado a llevar mascarilla, que no es más que una nueva rutina que hemos incorporado y, en un inicio, era impensable que se nos olvide que la llevamos en casa o en una videollamada. La reconfiguración cerebral puede costar más o menos esfuerzo y con la práctica, la constancia y la paciencia se puede conseguir todo lo que una persona se proponga».
Una de las ventajas de las rutinas es que ayudan al cerebro a consumir el mínimo de energía posible. Para entenderlo mejor, Regina Insa Martínez pone como ejemplo la acción de conducir: «En el proceso de aprendizaje, el cerebro necesita repasar cada paso del proceso durante, digamos, el primer medio año. Somos conscientes del encendido del motor, de cuando cambiamos una marcha, de cuando soltamos el volante para pulsar el intermitente o mover el cambio de marcha. Una vez se automatiza, perdemos conciencia del proceso y vamos cambiando de marcha según el motor requiere sin prestar prácticamente nada de atención. Al automatizar el proceso, el cerebro está ahorrando energía y puede dedicarse a observar el paisaje, conversar con el pasajero de al lado, escuchar música, etc…», afirma la psicóloga.
Cómo crear nuevas rutinas
La rutina no es más que una conexión neuronal muy potente, y como explica la psicóloga, toda rutina se puede reprogramar. «El cerebro no hace la diferencia entre buen y mal hábito, sólo se guía por esas conexiones. Esto explica que cueste instaurar un hábito y que haya recaídas. Cada nuevo hábito es una nueva conexión que requiere práctica, paciencia y persistencia. Y además, más energía para ser elegido por ese cerebro que se rige por la eficiencia. Según múltiples estudios, se puede instaurar un nuevo hábito con la práctica continua durante 21 días en unos casos y en otros, durante 40 días. A más práctica, más fortalecimiento de ese nuevo circuito que se ha creado», concluye la psicóloga Regina Insa Martinez.
Muchas de esas rutinas que nos planteamos adquirir van encaminadas al bienestar mental (como la meditación, leer o aprender idiomas), al bienestar físico (hacer deporte, seguir los mandamientos definitivos para comer sano y evitar el alcohol) y al bienestar emocional (a través del yoga o la psicoterapia). En ocasiones, buscamos que estas nuevas rutinas sustituyan a otras que consideramos negativas.
La experta explica qué debemos hacer para desmontar rutinas dañinas: «La mejor manera es con la sustitución, es decir, dándole a nuestro cerebro una alternativa a aquello que se quiere extinguir. De este modo, es más sencillo modificar un circuito neuronal que crear y consolidar uno nuevo. Recomendamos un trabajo de acompañamiento de profesionales de la psicología para que se refuerce la autoestima y el trabajo con las creencias limitantes. Es muy importante incorporar la práctica, la persistencia y la paciencia. Y a veces, contar con un profesional es un apoyo que facilita el cambio de hábitos«.
Por qué es positivo crear nuevas rutinas
Crear una nueva rutina tiene un efecto positivo que va más allá de ese hecho: nos facilita la capacidad de aprender y seguir adquiriendo nuevos conocimientos. «Cuantas más rutinas o hábitos instauremos, a más aprendizajes, mayor plasticidad cerebral tendremos. Las personas que están en procesos de aprendizaje tienen mayor facilidad de aprender y consolidar que las que suelen no hacerlo. Por ejemplo, un estudiante tiene más neuroplasticidad que una persona que no tiene interés por aprender más allá de lo que ya sabe, independientemente de la edad», apunta la doctora Martínez.
Las personas que repiten los mismos comportamientos, utilizan su capacidad cerebral para fortalecer sus circuitos neuronales ya existentes y crean resistencias para aprender. Su sistema cerebral se vuelve más rígido. No es que no puedan aprender, pero sí necesitarán más práctica y más insistencia para enseñar nuevas rutas al cerebro.
Pero ojo, las rutinas también pueden tener una cara negativa, y esta es cuando perdemos la capacidad de decidir y convertimos esa rutina en una adicción: «El cerebro es como un músculo: a más ejercicio, más en forma estará. Cuando un hábito pasa de ser un comportamiento repetido a ser una adicción, se vuelve en contra nuestra. Por ejemplo, aquella persona que disfruta de hacer deporte, y consolida la rutina de ir a diario al gimnasio. En el momento en que es necesario ir, en que se siente mal consigo mismo cuando no hace deporte; si la persona pierde la capacidad de decidir, de adaptarse, de ser flexible, se convierte en algo negativo».
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