Un caballo blanco a las puertas de la discoteca y en más de una ocasión, otro dentro. Palomas mágicas revoloteando por la sala, sin dueño ni mensaje que entregar y serpientes enroscadas sobre las bailarinas semi desnudas del ballet. Andy Warhol y Lauren Hutton. Mick Jagger y Jerri Hall. Liza Minnelli y Elthon John. Y Bianca Jagger. Y una jovencísima Brook Shields, entre muchísimos, muchísimos otros. Las noches de Studio 54 dieron para mucho, y no solo se bailaba allí dentro, la gente se lucía, sabían que aquello pasaría a la historia y mejor hacerlo bien vestidos, peinados y maquillados para ser recordados en la posteridad como los tipos más interesantes, modernos e influyentes de la década. Sabían de qué iba la vida, la música y la moda y además, había fotógrafos. Valía mucho la pena ir perfectos.
© Carola de Armas
Los looks que llevaban las chicas que salían -y salen- mucho de fiesta eran -y son- tan dispares como estilos había, pero uno se repite incansablemente desde entonces: los vestidos de lentejuelas, piezas cosidas con minuciosidad, preciosistas y elegantes y tan festivas como las bolas de cristal colgadas del techo. Son sinónimo de bailes con movimientos de cabeza y ojos cerrados, brazos levantados, de noches que se prevén infinitas y veladas con banda sonora que siempre serán mejores si en lugar de danzarlas con tacones de aguja, se bailan con plataformas, y Zara, Bershka, Uterqüe, Sfera, Stradivarius, Mango, Roger Vivier y &Other Stories lo saben. Y nosotras sabemos que lo saben.
La conjunción de unos y otras es mágica, y sobre todo, resultona, porque bailar con tacones no es lo mismo que hacerlo con zapatillas deportivas, pero con unos cuantos centrimetros de más en la parte delantera de las sandalias es siempre más cómodo, y por lo tanto, más llevadero sea la hora que sea de la madrugada.
© Carola de Armas
Cortos, largos o midis pero siempre con tiras de paillettes unidas de manera invisible formando un panel de luces intermitentes. Altas, medias o altísimas, pero siempre con plataforma, los vestidos de fiesta y las sandalias hechas para bailar no pueden (ni deben) presumir de discreción, pero sí de puntería, ¿o acaso existe mejor combinación para una noche en la que cerrar el garito y bailar todos los temas es lo único que importa?
Nuestros periodistas recomiendan de manera independiente productos y servicios que puedes comprar o adquirir en Internet. Cada vez que compras a través de algunos enlaces añadidos en nuestros textos, Condenet Iberica S.L. puede recibir una comisión. Lee aquí nuestra política de afiliación.
Fuente: Leer Artículo Completo