La trágica historia familiar de António Guterres, secretario general de la ONU (y ‘jefe’ de Máxima)

El ex primer ministro de Portugal, António Guterres, es desde hace casi tres años el secretario general de Naciones Unidas. Un papel que estos días le ha traído a Madrid, donde se celebra la Cumbre del Clima. Además de su labor en la Cumbre, la agenda de la Casa Real marca también hoy una reunión con el rey Felipe, que se celebrará esta mañana en Zarzuela. No se trata de la primera reunión que ambos líderes mantienen de forma oficial. En junio de 2017, apenas seis meses después del nombramiento de Guterres, ambos se encontraron en Kazajistán durante la inauguración de la Exposición Internacional en dicho país.

Y Guterres es un viejo conocido de España. Como decíamos, fue primer ministro de Portugal entre 1995 y 2002, años en los que trabó una especial amistad con el entonces presidente del Gobierno José María Aznar. Incluso, en 1999, Aznar y su mujer Ana Botella celebraron una visita privada a Portugal acogidos por Guterres. Las diferencias políticas entre ambos -sus enfrentamientos en cuestiones europeas son bastante recordados- e ideológicas no les impidieron fraguar una buena relación personal.

En aquel viaje, a Guterres lo arropó su hermana Teresa. Una estampa muy distinta a la que los años anteriores había mostrado el residente del Palacio de São Bento, que llegó al poder acompañado de su esposa, Luísa Guimarães. Que, de hecho, fue su compañera durante toda su carrera política: la pareja (ella, una reconocida psiquiatra infantil; él, un precoz profesor universitario de Telecomunicaciones) se casó en 1972, dos años antes de que Guterres se afiliase a los socialistas portugueses coincidiendo con la Revolución de los Claveles.

Tuvieron dos hijos: Pedro, nacido en 1977 y Mariana, en 1985, en un matrimonio fuertemente unido en sus convicciones católicas. Pero el 28 de enero de 1998 se anunciaba la peor tragedia: Guimarães, de 51 años, que llevaba largo tiempo enferma e ingresada en un hospital londinense bajo tratamiento, había fallecido tras complicaciones en un transplante de hígado realizado hacía dos semanas. Una infección hospitalaria acabó con medio siglo de matrimonio. Uno de sus compañeros recordaba en The Guardian cómo todos los viernes cogía un vuelo a Londres, pasaba el fin de semana en el hospital junto a su esposa, y el lunes por la mañana estaba de vuelta en el trabajo.

Los restos de Luisa Guimarães viajaron hasta Lisboa en un avión militar portugués. A pesar de que Guterres y sus hijos pidieron un funeral discreto y privado, las muestras de duelo en el país vecino fueron constantes. Miles de personas acompañaron a la procesión funeraria y a la capilla ardiente, antes del entierro en el Cementerio del Alto de São João, donde reposan algunas de las figuras más importantes de la historia de Portugal, entre bellos panteones y mausoleos del siglo XIX.

Fue, tal vez, el mejor apoyo que recibió Guterres de sus conciudadanos -que recientemente lo eligieron como uno de los mejores primeros ministros de la historia del país-. En aquel verano con los Aznar, el primer ministro recuperó la sonrisa. Y dentro de su propio gabinete, el amor. En 2001, Guterres celebraba su segundo matrimonio con su ex secretaria de Cultura, Catarina Vaz Pinto.

Pinto (nacida en la India en 1960, de padres portugueses) estuvo entre 1997 y el año 2000 en el gobierno de Guterres, antes de abandonar el puesto para seguir dedicándose a su labor como política especializada en gestión cultural, con la que obtuvo reconocimientos internacionales como la insignia de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, que otorga el ministerio de Cultura francés. Actualmente, Pinto es consejera de Cultura de la Ciudad de Lisboa, y participa en varios organismos internacionales, como el Foro Internacional de la Mujer.

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