Un diagnóstico de cáncer no solo sacude la salud física del paciente sino también la salud mental. Transitar un tratamiento oncológico, asumir las malas noticias o recuperar la rutina anterior requiere de ayuda profesional, y los psicooncólogos juegan un papel crucial. A esta tarea se dedica Tania Estapé, presidenta de la Sociedad Española de Psicooncología.
Con ella hablamos sobre cómo afrontar emocionalmente un diagnóstico, qué herramientas son necesarias tanto para el enfermo como para la familia y su entorno, cómo manejar la incertidumbre…
El cáncer sigue siendo una enfermedad tabú y el impacto del diagnóstico sigue siendo inmenso, ¿cómo se puede o se debe afrontar ese diagnóstico emocionalmente?
Estamos hablando de algo que son muchas situaciones diferentes: cáncer son 200 enfermedades distintas y a esto hay que sumar la parte individual, sociocultural, las características de personalidad, el sexo, porque hombres y mujeres lo afrontamos de forma diferente, la edad…. Hay gente que responde con negación, con enfado, también depende de la forma de presentación. No es lo mismo que sea encontrado por casualidad a que vayas con un poco de dolor, o que sea un diagnóstico que aparece por un screening de mama. También influye el ciclo vital, una persona que tiene hijos pequeños o se acaba de jubilar… No hay forma única de afrontarlo porque el cáncer es diverso y nosotros también somos diversos. Lo fundamental es no presionar a nadie ni tener modelos ideales de formas de reaccionar, hay que respetar mucho los tiempos de cada paciente, sobre todo al principio. Hay gente que te dice que está como si no le estuviera pasando a él porque se protege de esa información y va a reaccionar más lentamente.
¿En qué se diferencia esa forma de afrontar la enfermedad según el sexo?
Hoy en día la gente joven es diferente, pero el 85% de pacientes que veo son mujeres, tienen más facilidad para expresar lo que pertenece al ámbito emocional, van mucho más a las conferencias, incluso cuando son de cáncer de próstata. Tienen más apertura a recibir información sobre temas de salud, están más acostumbradas a las revisiones, a los hombres les cuesta manifestar estas emociones negativas. Incluso podemos ver que un hombre, ante un diagnóstico, en la entrevista puede mostrar malestar, incluso llorar, y luego en el cuestionario poner a todo cero. No tengo miedo, no estoy débil… por ese patrón masculino de que deben ser fuertes. Cuando los tienes en consulta les cuesta más hacer un vínculo con el psicólogo porque afrontan la enfermedad de forma más práctica, cómo va a ser el tratamiento, las pruebas… algunos incluso llevan la enfermedad de ‘forma contable’ porque hacen gráficas, apuntan resultados… es una forma muy diferente, no sé cómo será en el futuro porque ahora sí que empezamos a ver hombres que consultan con el psicólogo.
Las mujeres afrontan la enfermedad de manera diferente, tienen más facilidad para expresar emociones
Para quienes están cerca de alguien que acaba de ser diagnosticado, ¿qué mensajes sí se deben utilizar y qué palabras se deberían borrar de las conversaciones? Es habitual no saber qué decir…
Por ejemplo hay que huir del odioso pensamiento positivo, que es una de las cosas de las que más se quejan los pacientes. «Hay que ser fuerte, si te deprimes será peor…» y eso no está demostrado. En el primer año hay que dejar que la persona tenga un poco de respeto hacia estas emociones que a veces no son agradables. Nos cuesta tolerar que nuestro familiar esté llorando todo el rato pero las emociones tienen una función y ayudan a adaptarse, aunque esa emoción sea desagradable, con enfado, con tristeza… Se ha demostrado que si se aceptan estas emociones, se van gestionando más fácilmente y se reduce la intensidad. Las personas afectadas están enfadadas con la vida, y los pacientes nos dicen ‘me obligan a sentirme como yo no me siento’, así que las emociones hay que respetarlas, nunca hay que imponer protocolos. Mucha gente al principio está muy hundida y yo siempre le digo a las familias que esto es un proceso largo, esta persona seguramente con el tiempo se irá tranquilizando y tendrá otra actitud. Otra cosa es que la persona tenga una ansiedad tan alta que interfiere a la hora de acudir a las pruebas, o el miedo las bloquea, ahí la emoción perjudica.
¿Y qué se puede hacer cuando un familiar o amigo no se deja ayudar o no está receptivo a su entorno?
Ofrecerle apoyo incondicional, buscando información sobre cómo ayudarle con un psicólogo y sin forzar: «Mira he encontrado esto, para cuando tú quieras». Hay gente que parece que los trae tirándoles de la oreja y esto tiene que ser algo que salga de la persona. Dejar la puerta abierta a ayudar, decirle que si quiere vamos juntos, todo muy respetuoso con los tiempos de la persona. Ahora bien, si esta persona hace cinco años que inició el proceso, ha terminado el tratamiento y sigue mal psicológicamente, esto ya es otro nivel, quizás sí que hay que hablar con el médico.
Ha publicado un libro con la UOC que se titula Cáncer. Cómo afrontar los tres días esenciales, y habla del diagnóstico, el tratamiento y la finalización del mismo, ¿qué herramientas psicológicas son útiles para enfrentar el tratamiento?
Sobre todo es importante que tenga información sobre los efectos secundarios, para que no le pille de sorpresa. También es importante no perder el ritmo circadiano: la familia se va a trabajar y ellos están de baja laboral y duermen un poco más. Pero hay que intentar levantarse por la mañana, ducharse, no descolgarse de este ritmo, porque hay pacientes que como no tienen que ir a ningún sitio les supone una sensación de aislamiento, todo el mundo está haciendo sus cosas menos yo. No hay que ir a dormir a las 3 de la mañana porque te levantaste a las 12… una paciente me decía que cuando llegaba la familia de trabajar aún estaba en camisón. Es fundamental hacer cosas, salir a caminar media hora al día no solo es bueno físicamente sino que también puede ayudar a reducir los niveles de depresiones moderadas, ayuda hacer todo lo que se pueda. Y también hay que ser cautos con el plan, hay gente que es muy rígida y dice esto acaba el día X, me voy a ir no sé dónde, y si de repente hay que retrasar el tratamiento les desmonta. Es bueno tener un plan pero no muy rígido. La flexibilidad es importante junto a los momentos de ocio, no hay que ponerse el sombrero de cáncer y decir que no se puede hacer nada. Y que la familia cuente con ellos, con pequeñas tareas que puedan hacer. No dejarles al margen, para que no hagan nada…
Hay que huir del odioso pensamiento positivo, es una de las cosas de las que se quejan los pacientes
¿Cómo se puede afrontar un pronóstico desalentador?
Nosotros decimos que lo malo no es el cáncer sino el pronóstico, una persona mayor se puede morir de una gripe, y la gripe no asusta en principio. Es una de las situaciones más difíciles, cuando le dicen que no lo va a superar. Las herramientas van a depender mucho de cada persona y cada familia, vuelvo a reiterar la importancia de respetar los tiempos, la información que esa persona es capaz de asumir, hay gente que no se siente cómoda hablando de ello, tienen que procesarlo. También hay que tener en cuenta que no todos los pacientes van a querer hablar abiertamente de muerte, y hay que tratar esta tristeza, no todo el mundo está preparado para conversaciones trascendentales, o se autoprotegen de conversaciones duras.
También es importante aprender a transmitir las malas noticias, ¿hay alguna herramienta para ayudar en esta difícil tarea?
El entorno tiene puesto el chip de que hay que hablarlo y yo creo que hay que respetarlo, no somos todos igual, a veces la gente me dice ‘es que aún no me veo preparado para que la gente me pregunte’, pues respetemos que no nos lo explique. Normalmente las malas noticias las transmite el médico, una vez que se recibe esta información, familia y paciente tienen que elaborar su estrategia. Los psicólogos no animamos a que sean extrovertidos, yo siempre digo que la extroversión está sobrevalorada, trabajo mucho con pacientes de cáncer de próstata y he tenido algún caso que ni siquiera su mujer supo que tenía cáncer. El pronóstico era bueno, hacía su radioterapia, y en casa no lo sabían… es un caso extremo, pero no hay que imponer. Si esa persona prefiere no explicarlo, no hay que forzar, los pacientes no nacen el día que tienen cáncer, cada uno lleva su mochila y esa mochila hay que analizarla.
Hay que respetar que haya pacientes que no quieran hablar de su enfermedad
Uno de los grandes retos de los pacientes y familiares es aprender a manejar la incertidumbre, ¿hay alguna clave para hacerlo?
Este es el gran tema psicológico de los pacientes, incluso de los curados, cómo afrontar la vida con o tras el cáncer. Los smartphones han promovido la idea de que controlamos todo, ya no te pierdes porque Google Maps te guía, sabes el tiempo que va a hacer en cualquier lugar antes de ir… Pero el tiempo depende de la naturaleza, al igual que la enfermedad, no lo puedes controlar. Esta incertidumbre empieza en la población general. Por ejemplo, pasa con un cancerígeno reconocido como el tabaco: no todas las personas que fuman muchísimo van a tener cáncer de pulmón ni todas las que no fuman no lo van a contraer. Yo he llegado a recibir enfado en una conferencia de un centro de gente mayor que me ha dicho que el tabaco no tiene nada que ver porque su hermana no ha fumado y ha tenido cáncer. Pues traslademos esa incertidumbre a la gente que tiene o ha tenido la enfermedad. Intentamos promover volver a una vida lo más parecida posible a la vida anterior, y las personas que esta incertidumbre les genera ansiedad elevada necesitan tratamiento. Diría que es el motivo más frecuente de consulta que tengo, no saber vivir con ese miedo y esa espada de Damocles. Es importante aprender a vivir con que hay cosas que no podemos controlar y que no tienen explicación. Otro factor a tener en cuenta es el de la persona que dice ‘yo no me lo merecía’, que es muy frecuente, yo me he portado bien y no he fumado y bebido, por qué me toca. Esto no es así, no hay final feliz para las personas que han hecho todos los deberes.
¿Qué suelen echar de menos los pacientes en el proceso de la enfermedad?
Se produce aislamiento social, es una enfermedad que provoca que la gente analice sus vidas desde otra perspectiva, y una cosa que analizamos mucho son las relaciones, de quiénes esperaban y no han recibido, o al revés. Yo hablo de la metáfora de la lupa, ‘si no me mira es que ya no le atraigo pero si me mira es que le da asco la cicatriz… quiere celebrar su cumpleaños, qué frívolo, o al revés, quiere celebrar y ya me da por muerta…’, echan de menos apoyo de los demás y a veces hay unas expectativas muy rígidas. No hay que esperar sino decir qué queremos o necesitamos. También echan de menos más tiempo por parte de los profesionales, información, porque esta se da en dos niveles diferentes. Tienen la información sanitaria con un lenguaje más complicado que no han procesado, pero lo que les interesa es saber si se van a curar, si van a poder volver a trabajar, la sexualidad… no es solo una situación sanitaria, es una situación psicosocial.
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