Ni una ni la otra tenían poder político. O eso decían sus cargos, pero la reunión que sentó en la misma mesa del Palacio de Buckingham a la reina Isabel II y a la presidenta de Irlanda, Mary Robinson, fue clave para que las relaciones de ambos países empezaran a normalizarse. La irlandesa tenía 49 años cuando llegó a la residencia real para encontrarse con la monarca, que aún estaba digiriendo el que la prensa denominó su annus horribilis y que incluyó, entre otras cosas, la separación del príncipe Andrés de Sarah Ferguson, el divorcio de su hija Ana, la muerte de un sobrino o la publicación del libro Diana de Gales, su verdadera historia.
Esa era la situación cuando Robinson se convirtió en la primera mandataria irlandesa en pisar suelo inglés en más de siete décadas, concretamente desde que su país lograra la independencia de Reino Unido en 1922 tras una cruenta guerra. Al encuentro, Robinson acudió con su marido, Nick Robinson y su hijo William. Por su parte, la monarca apareció con su cuarto vástago, el príncipe Eduardo. Lo primero que hicieron, según recogió la invitada en sus memorias, fue tomar el té y a ella, feminista de pro, le sorprendió que la taza de su marido fuera más grande que la de ellas dos.
La charla fue cordial, y aunque Robinson aprovechó para invitar a la reina a visitar Irlanda, fue muy "cálida", pero no le dio respuesta. Según explicó en esas páginas, fuera, los periodistas hacían cada vez más ruido, ansiosos por captar el instante en que las dos mujeres aparecieran por la puerta de palacio. Charlie Bird, entonces responsable de informativos de la televisión pública irlandesa, contó así esa estampa: "No soy muy de moda pero aún recuerdo los colores de esa mañana. La reina británica vestía de rosa. La presidenta de Irlanda iba de verde. (…) Habíamos oído una y otra vez que la presidenta no tenía ningún poder político. Pero para mí, ese día en el Palacio de Buckingham se hizo verdadera política".
El primer ministro John Major describió el encuentro como histórico. Y así vio una de las protagonistas el alcance de aquel té: "Se rompió un tabú: la presidenta de Irlanda y la reina de Inglaterra posando, una al lado de la otra, con la cabeza en alto. De algún modo, para la mente irlandesa, ese fue un símbolo muy positivo".
Laica y en minifalda
Mary Therese Winifred Bourke es su nombre de soltera. Lo cambió por el apellido de su marido, historiador y dibujante nacido en Países Bajos en una familia adinerada, al que conoció cuando ambos estudiaban en el Trinity College de Dublin. Tuvieron una hija y dos hijos y hoy son abuelos de seis nietos. Mary optó por estudiar Derecho, aunque venía de una familia de médicos: fueron las visitas en las que acompañó a su padre por los barrios desfavorecido de Ballina, localidad donde nació y creció, lo que despertó su interés por la política.
Aunque siempre fue una firme defensora de la independencia de su país, entre sus antepasados hubo servidores de un lado y de otro: uno de sus tíos fue nombrado Sir por la propia Isabel II, mientras que otros formaron parte de organizaciones como la Irish National League, que luchaba por dar derechos sobre la tierra a los campesinos irlandeses. Entre los suyos, también había anglicanos y católicos, pero Mary rompiendo tradiciones: era laica, era de izquierdas y estaba a favor del divorcio y del aborto en determinados supuestos. Su padre llegó a confesar a la periodista Lorna Siggins que casi le dio un ataque cuando la escuchó dar su primer discurso como presidenta: "Habló de que la anticoncepción y la homosexualidad eran temas que debían apartarse de la ley. Casi me muero”.
No fue el único a quien Robinson provocó un shock. En un país con una amplísima mayoría de católicos, la jerarquía eclesiástica también la vio como una amenaza, una peligrosa porque Mary era "una de ellos" y además, una muy preparada. También era motivo de burla o crítica que en sus reuniones en el Partido Laborista o en sus primeras apariciones parlamentarias llevara minifalda. Ya en el cargo, sin embargo, adoptó un look más "presidencial" y su aspecto era más parecido al de, por ejemplo, Margaret Thatcher.
Derechos humanos y Greta
La minifalda no fue la resistencia más dura que encontró Mary. Una cita de Madeleine Albright recogida en sus memorias explica cómo se sintió cuando empezó a destacar: "A medida que subía en la escalera, tuve que hacer frente a dos vocabularios distintos para referirse a los hombres (confiado, responsable, comprometido) y a las mujeres (mandona, agresiva, emocional)". Los alérgicos a los cambios los encontró dentro y fuera del Partido Laborista, pero ella no estaba dispuesta a rendirse, acostumbrada como estaba, en su casa y desde pequeña, a abrir puertas.
A las de Buckingham volvió años después de su primera visita. Al viaje la invitó John Major, pero también hubo rato para ver a la reina, esta vez con una diferencia importante para Robinson: como Isabel II, también ella pudo pasar revista a la guardia irlandesa, presente en el acto.
Mary Robinson fue presidenta durante siete años, en los que también recibió críticas por reunirse con Gerry Adams, líder del Sinn Féin, en 1994 cuando aún estaba activa la organización terrorista IRA. Por eso y por su manera de abordar el tema también en al ONU,recibióalgunas críticas cuando en 2009 Barack Obama la honró con la Medalla Presidencial. Desde que dejó de ser representante de su país, en 1997, se especializó en Derechos Humanos, materia que ha impartido en la Universidad de Columbia. También se sumó a la ONU cuando Kofi Annan la nombró Alta Comisionada de las Naciones Unidas para el mismo asunto y como tal volvió a reunirse con la reina en varias ocasiones.
Hoy es la presidenta de The Elders, una entidad de mayores organizada por Nelson Mandela donde figuras destacadas de todos los ámbitos aportan su experiencia en diferentes campos y ella ha puesto especial hincapié en los asuntos relacionados con el clima, sobre el que ha escrito un libro Climate Justice. En calidad de máxima responsable de los mayores llega Robinson para reunirse en la Cumbre que se celebra en Madrid con Greta, la más joven de las activistas por el clima, a quien la exmandataria ha defendido en varias ocasiones. Quizá pueda contarle cuente cómo afrontó el desgaste que sufrió por culpa de los que se resistían al más mínimo cambio, o cómo llevó las críticas de quienes decían que, con un cargo representativo, poco podía hacer ella por su país.
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