Conozco a muchas personas, pero amigos-amigos tengo pocos. Y poco les veo, también, por aquello de la corriente del río que nos arrastra, pero sé que están siempre ahí y ellos saben que si me necesitan corro a verles.
De vez en cuando se alinean los astros y podemos coincidir un ratico, un café, una hora -o media-, un guá, un paréntesis, lo justo para no olvidar nuestras caras.
Mi niño D me visitó el otro día, porque estaba malita del alma, y vino con su encantador marido a traerme una planta y un abrazo gordo. También me trajo chismorreos -chafardear une más que follar, siempre lo digo-, y uno de ellos se refería a mí. Coged pipas, porque esto es como de peli mala de Antena 3.
Hace muchos años, al poco de llegar a Madrid, conocí a una muchacha con la que tanto congenié que nos convertimos en las Pili y Mili de las farras nocturnas (bueno, y diurnas) de la capital. No teníamos el mismo carácter ni mucho menos, pero nos complementábamos y nos queríamos. Bueno, yo sí la quería, a pesar de que a veces se le iba un poco la almendra y hacía algunas tonterías, pero era mi amiga y a las amigas se las defiende.
Como un par de años antes de quedarme embarazada, un día, sin venir a cuento, a ella le dio un flus y decidió enemistarse conmigo. Trece años después sigo sin saber por qué, pero como fue una reacción más de señora desequilibrada que otra cosa (ay, la drogaína), hice caso al refrán de “a enemigo que huye, puente de plata”, y no intenté contactar más con ella.
Miento, con ella no, pero a unos amigos comunes les invité meses más tarde a mi fiesta de cumpleaños. En vez de ellos me contestó la energúmena, rechazando el convite a través de un email grosero y desproporcionado que decía ni yo ni mis amigos vamos a ir a tu puta fiesta. Señora mía, está Vd cucú, así que nunca más.
Hay gente que de repente se olvida lo majara o desagradable que puede haber sido en el pasado, y un día, porque sí, te ve en LinkedIn y te “pide de salí”. Y tú ves la invitación en el buzón de entrada y piensas “los cojones”, y le das a ignorar. Al cabo de unos meses vuelven a la carga, y tú que nones. El botón de “Ignorar” o el de “bloquear” en redes nos libra de mucho ansiolítico.
Pero si vas paseando por Madrid Río con tus perros, tu marido y tu bebé, y te encuentras de repente con ESA loca, que se acerca a ti como si te hubiera visto antes de ayer, no le puedes dar al botón de “Ignorar”. Y se te planta delante (aunque intentes hacerte la sueca mirando el móvil), y te dice (con todo el cuajo) “¡¿qué tal?! ¡cuánto tiempo! ¿cómo estás?”. No das crédito, pero nobleza obliga y saludas, mientras con la mirada suplicas al padre de tu hijo que os saque rapidito de allí. Al despediros te suelta “bueno, ya sabes dónde estoy”. Y tú para tus adentros dices, “sí, sí, lo más lejos posible de mí, si puede ser”.
Desde aquel día han pasado casi 10 años y unas cuantas solicitudes más en LinkedIn (llega un momento en que bloqueas y ya está, pa qué sufrir). Pero tu querido D ha venido a contarte una historia: resulta que eres la encarnación del Mal.
D se encontró a mi amiga en un garito. Ella le asaltó y le dijo:
– “Tú eres amigo de Pepa, que te he visto en fotos de FB con ella”
– “Sí, somos muy amigos”
– “¿Sabes que Pepa y yo fuimos las mejores amigas hace años?”
– “Pues no…”
– “Que sepas que es muy muy mala persona. A mí me quitó un novio… y un piso que quería me lo levantó”
Y esto, queridas niñas, es lo que pasa cuando abusas de las drogas: que te inventas historias o mezclas personajes de tu pasado sin saber quién es quién.
A día de hoy sigo intentando averiguar quién fue ese señor que dice que le quité, porque aunque esté mal el decirlo, ella y yo NUNCA JUGAMOS EN LA MISMA LIGA. Fíjate que con alguna amiga he “compartido” muchacho, en el sentido de haber tenido una historia con el mismo tío, aunque en épocas distintas. Pero es que con esta ni de refilón, así que NO ENTIENDO NADA. Lo del piso pertenece ya a un universo paralelo digno del Otro Lado de Strangers Things, porque es que ni hemos vivido en el mismo barrio, ni buscábamos piso a la vez, ni nada de nada. Pura fantasía.
No me parece bien, aunque puedo llegar a comprenderlo, que sublimes en tu ex pareja todos los males. Que como del amor se pasa muy rápido al odio, exageres o atribuyas defectos a tu ex como si fuera el mismo demonio. Lo más sano es llegar al punto de la indiferencia, más que al del rencor, pero no siempre se metabolizan estos sentimientos adecuadamente, así que hay que intentarlo, solos o con ayuda, pero pasar página.
Se ve que algún muelle de la cabeza le saltó en su día a esta muchacha conmigo, y por lo visto no lo ha encontrado aún. Lo que sí ha encontrado es un fetiche en proyectar en mí todo lo malo que le debe haber pasado. Y ¿sabéis qué?, que ni siquiera me enfada, me da lástima. Pobrecilla.
pd (si así le entra a mis amigos para ponerme como hoja de perejil, lo que no contará a los que no me conocen…)
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