Si hace un año le hubiéramos preguntado por la calle a la gente su opinión sobre Tamara Falcó, habríamos encontrado muchos comentarios irónicos o escépticos. Sin embargo, tras su paso por MasterChef, nuestra posh spice particular se ha convertido en la mujer del año. No contenta con haber enamorado a España con su habilidad en la cocina y su naturalidad, ha logrado sorprender a su propia madre, Isabel Preysler, al ganar un talent show en el que pocos apostaban por ella.
“Antes del programa, lo máximo que había cocinado era un plato de arroz de coliflor, que no es otra cosa que pasar la coliflor por la Thermomix”. Sin embargo, lo más jaleado de su paso por el programa no ha sido su arte entre fogones, sino un espontáneo beso en la boca a Jordi Cruz, uno de los jurados del concurso, con el que ha desmontado la idea preconcebida que teníamos de ella. Parece que ha llevado la deconstrucción gourmet a su vida al cocinar una nueva Tamara, aderezada con el toque justo de sal y pimienta. Y el público ha asistido de primera mano al nacimiento de un auténtico animal televisivo. “Lo que pasa en MasterChef, se queda en MasterChef”, responde cuando le preguntamos acerca de uno de los besos de la pequeña pantalla más comentados desde el que Íker Casillas le dio en directo a Sara Carbonero.
Conocida por su espontaneidad, en las distancias cortas te das cuenta de que esa ausencia de filtros es parte de su personaje. La diseñadora responde con una aparente inocencia tras la que se esconde el control de cada una de las palabras que salen de su boca. Cuando se disculpa al quitarse los pendientes para estar más cómoda, genera una cercanía que en realidad está perfectamente orquestada. Tamara mide con cautela cada una de sus respuestas con el afán de evitar cualquier bofetada mediática.
El matrimonio, en el cielo
Para poner a prueba esta cercanía, le preguntamos si cree que tendríamos que cambiar el clásico “Afortunada en el juego, desafortunada en amores” por “Afortunada entre fogones, desafortunada en relaciones”. Se ríe y responde sin titubear: “No considero que sea desafortunada en el amor, aunque el amor en pareja es una asignatura pendiente que no sé si llegará… Pese a no haber tenido nunca un mal novio, algún mal ligue, si te digo la verdad, sí he tenido. Creo que el matrimonio te llega desde el cielo y hay gente que está dispuesta a aguantar cualquier cosa en pareja. Yo eso no lo contemplo”, dice tajantemente.
Me encantaría hacer un late night. Tengo un punto de antropóloga»
Ahora que está descubriendo nuevas cosas, le sugerimos probar Tinder. “Algunas amigas lo tienen, pero creo que por ahí hay mucho pájaro suelto, ¿verdad? No sé bien ni cómo funciona, se hacen matches, ¿no?”, pregunta con curiosidad. Cuando le explicamos que hay más opciones para elegir en un Starbucks que en Tinder y le explicamos las escasas preferencias de búsqueda existentes, se echa las manos a la cabeza. “¡Sería el colmo que, llegados a este punto, solo nos conformáramos con eso! Si tuviera que hacer la carta a los Reyes Magos y pedir a un hombre, sería uno del que estuviera muy enamorada y que tuviera un gran sentido del humor. Pediría que fuera un hombre al que admire y que fuera cariñoso, que se llevara bien con mi familia y que fuera buena persona. Yo, la verdad, es que me esmero muchísimo en la vida; y si soy exigente conmigo misma, ¿cómo no voy a serlo con quien sea mi pareja?”.
Parece que Cupido está poniendo a Tamara a prueba, porque ante semejante descripción, mucho nos tememos que su hombre ideal sería Juan Avellaneda (su compañero de programa y diseñador). “¡Exacto! Pero como me dijo Jordi Cruz, hay algo que Juan no podría darme…”, dice bajando la voz. “Es imposible no enamorarse de ella”, explica Juan Avellaneda, íntimo de Falcó tras MasterChef. “Antes existían muchos prejuicios sobre ella. Pero, gracias al programa, la gente ha visto ese gran corazón que tiene y se ha dado cuenta de que nunca va con segundas. La gente ha borrado esa imagen predefinida que tenía y ha visto a una chica que es un amor, estupenda y transparente”. Esta amistad nacida entre sartenes ha sido tan profunda que han lanzado una colaboración juntos de la que Tamara luce hoy un majestuoso vestido de terciopelo.
Su romance con la moda comenzó en sus prácticas en Inditex. “La moda siempre ha estado presente en mi vida y me sirve para poder expresarme. Mi marca es la parte más creativa de mi día a día. Me han ofrecido hacer alguna colaboración en la que no creía, pero a mí no me gusta mentir. Hoy, sin ir más lejos, soy imagen y embajadora de un evento de Tanqueray, y lo soy porque de vez en cuando me tomo mis gin-tonics. De hecho, mi tía abuela se tomaba uno cada día a las seis de la tarde y murió a los 96 años”, explica.
Como empresaria dice que solo se ha enfrentado al machismo entre personas mayores, pero no quiere generalizar. “Mi tío Miguel [Boyer] estaba súper a favor de la igualdad; tanto, que cuando en las FAES le pidieron que hubiera un número determinado de mujeres, se negó tajantemente. Era tan recto moralmente que no le importaba el género, aunque por supuesto aquí se abre el debate de si es o no necesaria la discriminación positiva. No creo en que haya un género mejor que otro”, asegura.
La llamada… ¿hacia dónde?
Su fervor religioso no es ningún secreto y su tuit “Dios no tiene WhatsApp, pero es mi contacto favorito. No tiene Facebook, pero es mi mejor amigo. Y no tiene Twitter, pero yo lo sigo” es ya mítico. “La fe es un ejercicio constante. Cuando estoy estresada pienso en la frase que aparece en el cuadro de La Divina Misericordia, que dice: “Jesús, en ti confío”. A veces me cuesta hacerlo, porque la fe en ocasiones es difícil. El ejercicio de fe es importante, porque te da dirección. En mi caso, Jesús es el camino. Cuando me viene a la cabeza: “Lo que quiero es pegarle a este dos yoyas”, pienso en Jesús y me centro”.
Tamara acaba de cumplir uno de sus sueños: conocer al papa Francisco en persona. Pero al conversar sobre religión termina hablando de los Javis [Javier Ambrosi y Javier Calvo] y cuenta que le confesaron que el personaje protagonista de La llamada se inspira en ella. Sin embargo, no se ha planteado nunca lo de subirse al escenario. “Tengo la memoria en plan Dory [por el personaje de la película de animación Buscando a Nemo], por lo que tendría que hacer un esfuerzo supino para memorizar esas líneas”, asegura.
Aunque la actuación no es, de momento, lo suyo, el mundillo audiovisual sí le ha llamado la atención. “La televisión me ha gustado. La primera vez que me microfonaron, pensé que me iba a dar un chungo. Nos pusieron en fila india, como en el colegio. Como todos eran actores, estaban encantados y se reían, pero yo no entendía nada. Recuerdo que se abrieron esos portones y aparecieron esos tres jueces tan serios. Yo jamás había visto un pinganillo y pensaba: “¿Qué hacen? ¿Por qué me miran fijamente? ¿Por qué asienten?”. Fueron sensaciones muy fuertes, pero luego haces piña y creas una pequeña familia”, explica. De su paso por la televisión ha aprendido a no dejarse llevar por las emociones y a trabajar en equipo.
Con esa vis cómica con la que ha sorprendido al público, y tras haber entrevistado a Mario Vargas Llosa, ¿se vería presentando un late night? “¡Me encantaría! –dice con entusiasmo–. Además, como tengo este punto de antropóloga, me gusta saber cosas de la gente. Haría muchas preguntas, pero no desde el punto de vista periodístico, sino más personal”, explica.
¿Un mundo a su medida?
De ella siempre se ha dicho que vive en su mundo, pero tras conocerla es difícil preguntarse si realmente es posible ser Tamara Falcó y no hacerlo. Incluso cuando ha tenido experiencias similares a las del resto de los mortales, como trabajar en Zara, el azar ha querido que se enfrentara a escenas que parecen salidas de una comedia de situación. Como cuando una señora robó un jersey en su presencia y Tamara salió a la calle, corriendo tras ella, para que devolviera la prenda. Aunque, llegados a este punto, no sabemos si hace más gracia imaginar a una niña bien corriendo tras una ladrona o la cara de la susodicha al darse cuenta de que era Tamara Falcó quien la perseguía. Porque cuando tus amigas de clase llevaban a tu hermano en la carpeta, tu madre es una de las mujeres más elegantes de España, cuyos anuncios de bombones anuncian la llegada de la Navidad, y vives con un Premio Nobel, lo raro sería tener los pies en la tierra. ¿No?
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