El 2 de junio de 1953, tuvo lugar la coronación de Isabel II. Desde entonces, la reina se ha dedicado en cuerpo y alma a la institución a la que pertenece desde niña. Lo de menos han sido las complicaciones familiares a las que se ha enfrentado durante este tiempo, aunque su relación con Diana de Gales le supuso más de un disgusto.
Ahora, recuperada su imagen pública, la reina ha gozado de un periodo de tranquilidad, en donde solo ha tenido que cumplir con sus obligaciones como monarca (que no es poco). Pero las cosas se pusieron más feas hace unos meses; en realidad, la llegada de Meghan Markle a la Corona en 2017 ya enturbió algo las cosas. Los tabloides se dedicaron a presumir enfrentamientos entre la exactriz y su cuñada; pero también alertaron de una supuesta mala relación entre el príncipe Harry y su hermano Guillermo.
Lo que no sabía la reina entonces es que aquel mal clima anticiparía lo que ocurrió después: que los duques de Sussex (ahora ya no ostentarán este título) se alejarían de sus funciones reales. Para colmo de males, esta noticia vino precedida de la dimisión de su hijo preferido, el príncipe Andrés de York, que se vio involucrado en el caso de abusos del magnate Jeffrey Epstein.
En cualquier caso, la reina siguió adelante y tomó decisiones (difíciles). Ahora, la reina se encuentra reposando, debido a una “leve gripe”, según le contó el palacio de Buckingham a la periodista Rebecca English. Debido a ello, su visita al Instituto de mujeres de Sandringham ha sido aplazado. No sabemos si sus defensas están más bajas debido a los disgustos, o si solo ha sido una casualidad, pero lo que es seguro, es que saldrá fortalecida de todo esto.
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