Goya de Honor 2020: Pepa Flores, eterna Marisol

Hace 30 años hablamos de Pepa Flores en la casa que Juan Caño tenía en Madrid. Él la había dirigido en ‘Caso cerrado’ (1985), película que se presentó en el Festival de San Sebastián. Tras el estreno, la estrella decidió apagarse por decisión propia. El cineasta la recordaba cansada de hablar del pasado, de las referencias a una figura que ya no existía, al menos para ella. Que formaba parte de su vida, pero como una sombra en la que no nos fijamos.

A pesar de los signos de agotamiento, el director no imaginó que su protagonista tomara aquella decisión; sin embargo, la entendió. En cierto modo, el título era premonitorio, aunque no fuera la razón por la que aceptó un proyecto que mostraba la lucha por la libertad frente a fuerzas como la política o la economía. Lo hizo por su amistad con Caño y por compromiso político. Y ya nunca nadie ni nada la ha hecho volver.

En aquel reparto, por cierto, destacaba la presencia de Antonio Banderas. Y este fin de semana, los Premios Goya reúnen de nuevo a los dos malagueños: Antonio con su musical ‘A chorus line’ y con su quinta nominación, esta vez por ‘Dolor y gloria’; y Pepa Flores con un Goya honorífico para el que sus hijas, Celia Flores y María Esteve, han preparado una canción y un discurso, respectivamente. Como sorpresa, la colaboración de Amaia Romero, ganadora de ‘OT’, fan absoluta de la homenajeada y razón por la que empezó a cantar. Pero ella no estará. Nadie imagina lo que la Academia de Cine daría por tenerla. Como nadie calcula las fortunas que le han ofrecido a lo largo de los años para regresar con una película.

Hija de un dependiente y una ama de casa, Pepa pasó los primeros años en una corrala de la calle de Refino, en Málaga. Un hogar tan humilde como lleno de amor, a años luz de los lujos que le ofrecería la misma fama que le arrebató una infancia normal. Marisol fue la niña prodigio del Régimen franquista, el rostro estampado en carteles, la voz alegre y pizpireta que llenaba los cines y, llegada la adolescencia, las pistas de baile, con canciones pegadizas que aún hoy suenan en las fiestas.

Pepa, la otra cara de Marisol

Pepa Flores fue musa de la Transición, comunista, rebelde con muchas causas. Ese desdoblamiento de niña a mujer se fue reflejando en todo lo que hacía: de las melodías de Juan Carlos Calderón y Augusto Algueró a los himnos de Aute y Serrat, de las comedias de Luis Lucía a la Mariana Pineda de Rafael Moreno Alba o, para escándalo nacional, pura sensualidad en ‘El poder del deseo’, de Juan Antonio Bardem. La niña de ‘Tómbola’ o ‘Un rayo de luz’ fue después la mujer que se puso en manos de Carlos Saura y Mario Camus. Pero a pesar de su empeño, el peso del mito de la niña prodigio se impuso sobre el de la actriz que buscaba su sitio.

El peso del mito de la niña prodigio se impuso sobre el de la actriz que buscaba su sitio

En la vida privada, aquella mutación dio como resultado un primer matrimonio de conveniencia con Carlos Goyanes, hijo del productor que marcó su carrera, y otro apasionado con el bailarín Antonio Gades, con quien marchó a vivir a Altea, Alicante, y tuvo tres hijas: Celia, cantante; María, actriz, y Tamara, psicóloga. No es que Pepa Flores reniegue de Marisol: de hecho, ‘Cabriola’ (1964) sigue siendo su película favorita, y siempre ha mostrado cariño a quienes le han rendido tributos.

Pero Marisol es el recuerdo de una vida alejada de sus padres, de juguete al servicio de una industria que la quería eternamente niña, de un sacrificio emocional que no tiene precio, como prueba el hecho de que renunciara a los derechos para lograr desembarazarse de aquella herencia. Su hermano Enrique ha respetado ese silencio y apenas ha hecho declaraciones.

Sin embargo, su hermana María Victoria a veces abre alguna ventana al pasado colgando fotos en sus redes, también ha visitado algún plató, pero no ha contado nada que pudiera perjudicarla. Pepa quería ser una mujer normal, cuidar de sus padres, vivir en paz en la Malagueta junto a su pareja (en la actualidad, el italiano Massimo Stecchini), leer en casa y pasear por su ciudad, que lleva semanas cubierta de carteles con el rostro de la estrella a modo de promoción de los Goya. Debe ser chocante renunciar a tu pasado y que te lo restrieguen, como si no tuvieras escapatoria.

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