Rosalía fagocitó la gala de los Goya 2019. Con su versión de "Me quedo contigo" le comió el plano y el protagonismo al resto de los invitados, con permiso de Jesús Vidal, el actor de Campeonesque con su discurso de superación, inclusión y tolerancia acaparó titulares y lágrimas. Este año, en los Goya 2020, sin embargo, el foco se puso en una ausencia: la de Pepa Flores, que no acudió a recoger el Goya de Honor concedido por la Academia de Cine. La malagueña no optó en esta ocasión por hacer lo que hizo hace dos décadas: presentarse casi de sorpresa a la exposición de retratos que le hizo el pintor Antonio Montiel. "Entonces, su marido me ayudó a convencerla, pero ella dudó hasta el último minuto", explica el artista a Vanity Fair refiriéndose a Massimo Stecchini, el hombre con quien comparte su vida la intérprete de Un rayo de luz.
En la gala no apareció ese destello. No, porque nunca, en 34 años de galas, una ausencia pesó tanto. Desde que se anunció en octubre que la actriz recibiría el cabezón por su carrera, todas las quinielas se centraron en intentar acertar si se acercaría o no, más que en intentar adivinar quién sería el mejor director, la mejor actriz o el productor más destacado. Ya en metidos en harina, todo tenían claro que no había manera de superar a ese fantasma. Por eso la actriz Itziar Castro posó en el photocall cantando "La vida es una tómbola"; Andreu Buenafuente bromeó con la posibilidad de que la malagueña hiciera como Pedro Almodóvar y se presentará después de muchos años de no ir a la gala y hastael diseñador Palomo Spain confesó en la alfombra roja que su ilusión sería que Marisol apareciera por la puerta del Palacio de Deportes José María Martín Carpena de Málaga.
Pero no pudo ser. Quizás la acabó de convencer algo que contó el mismo Montiel a esta revista: que el hecho de que no la reconocieran cuando estaba en activo pesó mucho en su decisión de retirarse del cine y de la vida pública. Quizá tuvo eso en mente cuando decidió que fueran sus hijas Celia y María Esteve –a las que se unió sin que nadie lo esperara Tamara, la hermana que vive al margen de los focos– quienes recibieran la estatuilla que ya recogieron antes gente como Alfredo Landa, Ana Belén, Antonio Banderas o Concha Velasco.
El motivo de verdad solo lo conoce ella, más misterioso después de que Antonio Resines explicara a un reportero de TVE que siendo él presidente de la Academia de Cine (2015-2016) quiso darle el mismo reconocimiento y ella no lo quiso. Un motivo podría ser que los Goya nacieron después de Pepa: se retiró en 1985, tras hacer Mariana Pineda para la televisión y la primera ceremonia se celebró en 1987. No era su tiempo, ni su industria, ni su mundo ya. Quizás lo sea más hoy, un tiempo en el que se conoció su Goya de Honor en los mismos días que se exhumó al dictador de cuyo régimen fue imagen y estrella Marisol.
Pepa Flores ha sido todo eso y lo sabe –probablemente mejor que nadie–, sabe que más que como artista la vieron como símbolo de un país y de una época a la que no le permitieron renunciar cuando se dijo comunista. Es posible que el segundo entierro de Francisco Franco la haya animado esta vez a aceptar el premio, eso sí, sin presentarse.
La organización intentó suplir su ausencia, también los presentadores de TVE, cuando comentaban el color del vestido de Paz Vega y un número importante de invitadas e invitados, el blanco, que es el tono de la inocencia o la infancia, donde dejaron detenida a Marisol, nunca Pepa Flores para casi nadie. Así lo demostraron las dos canciones elegidas para recordarla: tanto la de Amaia como la de Celia, eran de esa etapa de niña-adolescente, ninguna de su etapa de adulta y mujer autónoma. Y es que pocos la llamaron por su nombre de pila en esa gala. Sólo el director de la Academia, Mariano Barroso, al decir que "Pepa Flores encontró el éxito personal cuando abandonó la fama" o su hija mayor, María, que al recoger la estatuilla con sus hermanas además de llamarla "mamá", la llamó "Pepita".
De todo eso es consciente ese rayo de luz al que todos elogian hoy y que recibió un premio en el Festival de Venecia 50 años antes que en su país. Pero los motivos por los que no acudió a la fiesta donde ella era la estrella deben ser muchos, variados y solo los conoce ella. Lo que sí ha quedado claro con la ausencia de Pepa en los Goya, por si alguien tenía dudas, es que Marisol se fue de verdad y para siempre.
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