A Ángeles González-Sinde fue su padre, el cineasta y primer presidente de la Academia de Cine, José María González-Sinde, quien le inoculó el interés por el séptimo arte y la política, de ahí que cuando Rodríguez Zapatero la nombró Ministra de Cultura no pusiera ningún reparo, convencida como estaba de que son muchas las cosas que se pueden hacer en ese campo. Tras su cese, en un momento muy doloroso de su vida, -había fallecido su hermano menor-, tuvo que volver a empezar, volcando su dolor en una novela, ‘El buen hijo’, que quedó finalista del Premio Planeta. No sabía que la vida le tenía preparada otra sorpresa: la inesperada muerte de su pareja, el prestigioso editor Claudio López Lamadrid. Un golpe del que todavía no se ha repuesto.
Madre de dos adolescentes, Ángeles González-Sinde intenta salir adelante volcándose en el trabajo y en los amigos. Para hablar de ello, quedamos en la Biblioteca Nacional, lugar de estudio y recogimiento.
Ángeles, que Almodóvar compitiese en los Oscar, ¿demuestra que el cine español goza de buena salud?
Digamos que la salud del cine español es delicada: siempre decimos que estamos en una situación crítica, pero ahora se da la circunstancia de que si sumamos la crisis económica con la transformación digital, el cambio de hábitos del público y que las leyes no han ido suficientemente rápidas, yo creo que es el momento de plantearnos nuevas reglas del juego.
¿El problema son las diferentes maneras de ver cine que no es la tradicional?
Sí, porque talento tenemos mucho en España, ideas también, actores, actrices y técnicos muy buenos, ya que cada generación está más preparada que la anterior, debido a que hay más escuelas de cine y porque la posibilidad de rodar con las nuevas tecnologías ha simplificado los procesos.
¿Qué falta entonces?
Más inversión y, sobre todo, más apoyo a las películas de clase media.
Como guionista, ¿dónde se siente más cómoda, en cine o en televisión?
De guionista nunca trabajas cómodamente porque utilizas un tipo de escritura muy particular, que siempre está supeditada a la opinión de mucha gente.
¿Y eso a qué se debe?
A que estás sometida a inversiones y costes millonarios en los que intervienen muchas personas que te presionan y exigen. Ahora bien, si yo me hice guionista es porque me gustaba más la televisión.
Ha declarado que haber sido Ministra de Cultura le puso las cosas muy difíciles al cesar. ¿Por qué?
Para un profesional liberal como yo, que no soy funcionaria ni tengo un puesto del que he pedido una excedencia al que puedo volver, es más complicado, porque has cerrado tu negocio de autónomo. En este caso, los productores con los que trabajabas han tenido que buscar otros guionistas y cuando quieres volver después de cinco años, es complicado.
Usted tiene un nombre y una larga trayectoria.
Sí, pero existen leyendas urbanas que dicen que por estar en un gobierno has ganado mucho dinero o se te abren muchas puertas, y ese mito es muy dañino porque aleja a gente que quizá le gustaría ofrecerte un trabajo y no lo hace porque no se atreven.
¿Qué hizo en ese tiempo de paro forzoso?
Escribir un libro titulado ‘El buen hijo’, que quedó finalista del Planeta, y colaboraciones en prensa, además de pequeños proyectos que he ido desarrollando.
“Las mujeres no vamos a renunciar a los derechos conseguidos”
¿Le costó volver a la vida civil?
Personalmente no me costó nada porque estaba deseando hacerlo. Una vez que salió publicado en el BOE que me habían cesado y me retiran la escolta, volver a mi vida normal de vecina de tu barrio fue estupendo.
Cambiar de hábitos lleva tiempo.
Para mí fue fácil porque enseguida me puse a escribir, que es lo que más añoraba. Piensa que mi hermano había muerto en un accidente de tráfico, justo ese año y ese fue un golpe muy grande, porque cuando abandoné el Ministerio estaba pasando por un proceso de duelo.
No era la primera vez que perdía a un ser querido.
No, cuando mi padre muere, tenía 51 años y yo 27. Murió de un infarto fulminante. Cuando muere mi hermano es la segunda vez que me enfrento a un duelo y como no hay recetas ni fórmulas mágicas para superar ese dolor, cada vez es distinto y, en este caso, me pilló con mucha necesidad de intimidad y reposo.
Su último libro, ‘Después de Kim’, se lo dedica a su padre, a su hermano David y a Claudio López Lamadrid, su pareja, que falleció hace un año.
Son las tres personas que más me han marcado. Perder a tu pareja es quedarte sin paisaje, sin planes de futuro, en el aire. Esta novela la escribí antes de que Claudio muriera: por suerte la había leído y ya estaba en imprenta cuando falleció.
Que los tres se hayan ido jóvenes, ¿es un dolor añadido?
Sí, porque aunque sabemos que la muerte está ahí, lo cierto es que somos unos privilegiados porque vivimos en un momento histórico en el que la expectativa de vida es muy larga y tenemos acceso a la medicina en esta parte del planeta.
Siendo inevitable, ¿por qué nadie nos prepara para aceptar la muerte como algo natural?
A lo mejor porque estamos programados para sobrevivir, y si estuviéramos pensando en la muerte y que éste puede ser el último día de nuestra vida, sería muy angustioso porque tampoco podrías vivir en paz. Lo que yo sí he echado de menos es algo en lo que pensé mucho cuando murió mi hermano, y es en la falta de asideros o de rituales.
¿Se refiere a la religión?
Sí, yo pertenezco a una familia que no hemos sido religiosos nunca, tampoco lo fueron mis abuelos; no tenemos el hábito de ir a una iglesia. Como gran parte de nuestra sociedad, hemos perdido esa costumbre, y esas liturgias que la religión católica tenía previstas para estos casos. Y no las hemos sustituido por nada, aunque hay otros rituales civiles que han pensado más en esto. Pero eso no ayuda porque en todas las culturas y religiones, el duelo y la muerte están muy pautadas, ya que de algún modo ayudan a transitar ese camino.
¿El tiempo ayuda a curar las heridas?
No sé si ayuda o no, creo que lo que sí ayuda es estar con otros, encontrar afectos en los que apoyarte, en mi caso tengo la suerte de tener muchos amigos y amigas, compañeros de trabajo, personas que eran sólo conocidos y que te acompañan en los días duros, además de mi familia.
“Está bien tener confianza con las hijas, pero no puedes pensar que eres su amiga”
Tiene a sus dos hijas.
Efectivamente, pero a los jóvenes no conviene agobiarles con nuestros pesares porque ellos lo que tienen que hacer es vivir con alegría y prepararse para el futuro.
En su última novela trata un tema premonitorio, el de una pareja de divorciados que pierde a su única hija.
Cuando escribí ‘Después de Kim’, ya había muerto mi hermano y quise contar lo que ocurre cuando muere una persona joven. La historia surge en Altea, leyendo un periódico local en el que cuentan que ha aparecido muerta una mujer extranjera y pensé cómo recibiría su familia la noticia estando lejos, cuando crees que conoces a los tuyos y que tienes todo el tiempo por delante para hablar con ellos.
La realidad es otra.
Es la situación en la que se encuentran los padres de Kim. Una familia rota que ha tenido una vida muy poco convencional.
¿Qué otras preguntas se hace sobre el futuro de la familia?
Algunas como: ¿qué pasa después del matrimonio, del divorcio, cuando seamos mayores? ¿Nos ayudaremos? Yo me he inspirado en personas que me han contado que quienes les han ayudado en la vejez son su ex-mujer o su ex-marido.
¿Tanto ata el matrimonio?
No vuelven como pareja, sino como un pariente que ha vivido fuera y su ex le acoge, porque la parte más miserable de los divorcios y más rastrera de la convivencia, ya la han olvidado. Así como el rencor, que pasados tantos años se ha difuminado, buscando una cordialidad.
España ha cambiado una enormidad en cuanto a libertades se refiere.
Hemos pasado de ser un país europeo de los más conservadores a los más avanzados, donde tenemos una aceptación mayoritaria de los matrimonios del mismo sexo o del divorcio. Un país donde hay más niños que nacen en el seno de familias que no están casados, una de las cosas que más me gusta de nuestro país.
¿Cree que las mujeres han sido las motoras de esos cambios?
Sí, porque veníamos de una sociedad en la que había necesidad de llevarlos a cabo, y de una situación económica muy difícil, y es en esos contextos en los que las mujeres son las que tiran para adelante. Tenemos muchos ejemplos de mujeres que han sacado adelante a sus familias en momentos de precariedad, lo que demuestra que hemos dado un salto grande, con leyes y costumbres que nos favorecen.
¿Qué diferencias hay entre lo que usted vivió y lo que viven sus hijas?
Ellas tienen más información de la que yo tenía, y eso que yo fui adolescente durante la transición y teníamos mucho interés por la política. Quiero creer que mis hijas son más maduras y están más preparadas, lo que les permitirá ser dueñas de sus destinos.
Su madre fue quien la animó a escribir.
No porque tuviera vocación de poeta o escritora, por más que yo hubiera estudiado Filología Clásica, sino porque había empezado a trabajar en el mundo del disco, de la música, y como traductora en una editorial, aunque duraba muy poco en los trabajos porque no encontraba mi lugar.
¿Qué ocurrió para que le cogiera el gustillo a contar historias?
Que mi madre vio un anuncio en el periódico y me animó a presentarme, porque durante el tiempo que viví en Los Ángeles les escribía cartas que a ella le gustaban y pensó que era suficiente, ya que me extendía mucho en las descripciones que le hacía. Le debió parecer que era suficiente para dedicarme a escribir, como así fue.
Que su padre fuera el primer presidente de la Academia de Cine, ¿le influyó en su carrera?
Tanto mi padre como mi madre influyeron mucho en mi carrera. Ten en cuenta que mi padre tenía 23 años cuando nací y eso influyó en mí. No es igual que cuando yo tuve a mis hijas con 38 años.
¿Cómo era su padre?
Muy abierto, muy cálido, muy generoso, aunque le costaba compartir su mundo con sus hijos, éramos tres hermanos. A mí me marcó mucho con su conducta, planteamientos que yo he repetido en lo social, en querer participar en política sin escurrir el bulto, porque somos de los que pensamos que hay que asumir responsabilidades por el bien común y que los compañeros no son rivales, sino personas con las que construir algo juntos.
Convivió con sus abuelos.
Al padre de mi padre no le conocí porque murió antes de que yo naciera, lo que acrecienta esa sensación de pérdida que se repite en mi familia. En cambio, sí he conocido al padre de mi madre, Salvador, una persona estupenda que pasaba mucho tiempo con nosotros y a mis dos abuelas, por lo que recibíamos mucha atención.
¿Qué le enseñaron?
Mi abuela me inculcó la lectura y mi abuelo me contaba cuentos y eso para una niña suponía una atención especial que tus padres no pueden darte porque están ocupados con sus cosas.
¿Le preocupa la imagen que sus hijas puedan tener de usted?
Me preocupa más la relación del día a día, me preocupa más el presente que el pasado.
¿Se puede ser amiga de las hijas?
Está bien tener confianza, ponerte a su altura cuando la situación lo requiere, pero no puedes engañarte y pensar que eres su amiga: eres su madre y estás ahí para protegerles, cuidarles y ponerles límites.
¿No están excesivamente protegidos?
Más que protegerles intentamos solucionarles todos sus problemas, y nos preocupamos en exceso porque son jóvenes que han conocido menos la calle que nosotros; tampoco les hemos dejado salir a su aire y, con eso, les quitamos autonomía,
¿Cuáles son sus proyectos en un futuro próximo?
En abril saco nuevo libro de tiras cómicas de mujeres, que he escrito con la ilustradora Laura Klanburg, además de estar escribiendo el guión de una serie.
¿Ha pensado llevar al cine ‘Después de Kim’?
Me encantaría porque tiene todos los mimbres para transformarla en serie o en película.
¿Quién es Ángeles González-Sinde?
Nació en Madrid, el 7 de abril de 1965, hija de José María González-Sinde, fundador y primer presidente de la Academia de Cine.
Estudios: Estudió Filología Clásica en la Complutense de Madrid. Tiene un master de Guión Cinematográfico.
Trayectoria: Actriz, guionista, directora de cine y presidenta de la Academia de Cine, fue nombrada Ministra de Cultura en 2009 por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Guionista de series como ‘Cuéntame…’ o ‘La casa de los líos’. Ha dirigido ‘La suerte dormida’; el corto sobre Madrid 11M: ‘Todos íbamos en ese tren’ o ‘Una palabra tuya’. De actriz ha trabajado en ‘La buena estrella’, por la que además recibió el Goya a Mejor guión original. Como escritora, ha sido finalista del Premio Planeta por ‘El Buen hijo’, y ha ganado el Premio Edebé de literatura infantil por ‘Rosanda’. Su última novela es ‘Después de Kim’, de Duomo Ediciones. En abril, publicará ‘La tira de mujeres’.
Familia: Tiene dos hijas, Valentina Gil y Estela Alonso. En enero de 2019 falleció su pareja, Claudio López-Lamadrid.
La foto favorita de Ángeles González-Sinde
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