La reina Letizia ha convertido, sin pretenderlo, sus famosos cambios de peinado en un sello personal de estilo. A la simbología que siempre se busca en sus atuendos (al fin y al cabo, en 2020 la moda es más política que nunca, y si no miren el caso de Meghan Markle) se añade un estudio detallado de su maquillaje, forma física y, por supuesto, peinado. “¿Qué quiere decir Letizia cuando no habla?” se preguntan todos los periodistas especializados cada vez que hay una nueva foto de la monarca.
Hoy los Reyes han sido recibidos en el Palacio del Elíseo, en París, por el Presidente de la República, Emmanuel Macron, y su mujer, Brigitte, antes de acudir al acto de homenaje con motivo de la Jornada Europea de Víctimas del Terrorismo. Ataviada con un traje de pantalón y chaqueta en un oscuro azul regio (el mismo tono del del Rey), con zapatos de tacón y un fabuloso collar de perlas, solo había un detalle que rompía con la formalidad del atuendo: un moño perfectamente deshecho, con mechones sueltos, que dejaba a la vista alguna cana natural. Una puesta en escena nada casual que recuerda al mensaje de unidad que este mismo fin de semana arrojaban Harry y Meghan al mundo, coordinados de vibrante esmeralda.
Este moño deshecho sigue la línea estética, natural y favorecedora, que la reina lleva unos meses transitando y que otra royal de actualidad, precisamente Meghan Markle, ha convertido en mantra. Le da una imagen correcta pero no inaccesible, formal pero no severa. Que, además, la reina luzca cabellos grises con toda naturalidad no solamente la sitúa en sintonía con una tendencia de peluquería, sino que además con un aspecto así nadie podría llamar hierática a Letizia. Las canas como mechas naturales son un recurso cada vez más empleado en los salones de nuestro país porque, como contaba el estilista Tomás Sierra en Vanity Fair, las españolas hoy demandan colores menos forzados y resultados más naturales, aunque no necesariamente cubran tanto la melena: “Se sienten cómodas con un baño de pigmento sin oxidación porque así no están sujetas al tinte mensual”. De alguna manera, con sus canas visibles, Letizia conecta con las demás.
Pero, ¿cómo puede ser relevante un peinado o unas canas en el marco de una visita oficial? Este análisis no es exclusivo de la reina (lo mismo ocurre con otras mujeres en primer plano, como Melania Trump o Máxima de Holanda) pero sí resulta un buen medidor de la popularidad ante el público. Y si bien la monarquía se sustenta en la jerarquía institucional, sobrevive gracias a la opinión pública. Así sabemos, por ejemplo, que en Francia aman a Letizia, y que en EE.UU. miran su figura con gran interés.
Ser profeta en tierra propia tiene también su contrapartida. Cada vez que innova con una trenza, un corte, unas mechas o un tipo de alisado se suele recordar aquel práctico consejo que, se dice, le dio doña Sofía al entrar en la familia real: encontrar un sastre de confianza, y, por extensión, mantenerse fiel a una imagen. La propia Sofía apenas ha cambiado su peinado en 60 años (al igual que otras monarcas europeas, como Isabel II) y no por falta de inspiración, sino por seguir esa regla clásica que equipara un aspecto inalterable a una percepción de estabilidad. Sin embargo el branding de la monarquía en 2020 se enfrenta a un mundo muy diferente, y Letizia ha demostrado que es tan versátil como su melena.
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