Cualquiera que haya pasado por un embarazo sabe que al mismo tiempo que la barriga crece, el instinto paranoico natural de la futura madre, también. Así que si a todos esos posibles escenarios catastróficos que pasan por la cabeza de una embarazada sumamos nada más y nada menos que una pandemia, la cosa se dispara. Aquí no hay autocontrol que valga, porque eso lo conseguías en situaciones extremas a base de Lexatines pero ahora su consuelo también está prohibido para ti. Así que ahí estás tú con tu barriga de 15 semanas, encerrada en casa y sabiendo que tenías por delante unas revisiones que, oh fatalidad del destino, no tienes ni la más remota idea de cómo vas a hacer.
En mi caso, que además de preñada y un pelín paranoica, tiendo hacia la hipocondría más absurda (llevo así desde que tengo uso de razón), pensar en acudir al centro de salud significaba lo mismo que:»te va a pillar el coronavirus, fijo». Así que los pelos como escarpias se me pusieron cuando hace una semana y media me llamaron por teléfono desde el centro de la salud de la Seguridad Social para explicarme que tenía que hacerme la curva de azúcar larga (esa prueba, el test de O’ Sullivan, que la mayoría tememos porque resulta tremendamente desagradable). Tenía que ir nada más y nada menos que al Hospital Ramón y Cajal y pasar allí cuatro horas. ¡Cuatro horas rodeada de Dios sabe qué virus! «Pásate por tu centro de salud para recoger el volante y allí te indicarán la hora y el día», me dijo el chico muy amable. Solo 24 horas después, una mujer me llamó para darme la cita, ¡solo tres días después me esperaban en el hospital! Ni siquiera había ido a por el volante y ya me habían citado por teléfono, algo que me pareció increíble si imaginamos el lío que hay ahora mismo con el coronavirus por doquier.
El día de la cita, al entrar en la sala de extracciones a las 9 de la mañana llegó mi siguiente sorpresa: no seríamos más de 10 personas, entre gestantes y no gestantes, cuando lo habitual es que a esas horas en ese mismo espacio no quepa ni un alfiler. Allí, con una sonrisa que se intuía debajo de sus mascarillas (porque eso se ve en los ojos), las enfermeras nos atendieron a todas con la máxima normalidad posible. Un trato que te hace olvidar por un momento el pánico que te recorre el cuerpo cuando por primera vez te tienes que poner una mascarilla y unos guantes de látex para entrar en el hospital. Prueba superada.
48 horas después, otra llamada. Esta vez se trataba del matrón de la consulta para decirme que la siguiente cita que tenía en persona unos días más tarde para darme todos los resultados, la íbamos a hacer por teléfono para evitar desplazamientos. Él me llamaría a la misma hora en la que debería estar en el hospital, y solo debía pesarme y tomarme la tensión en casa. Muy fácil. La verdad es que al colgar el teléfono seguía sin salir de mi asombro: con el centro de salud cerrado, mis historial derivado directamente a un hospital gigantesco, Madrid colapsada y los miles de pacientes que, como yo, debían estar siendo atendidos por teléfono con la precisión de un reloj suizo.
Y llegó el día de la cita telefónica. Al otro lado del móvil mi matrón, Sergio, me iba explicando uno por uno todos los resultados de los análisis, preguntándome cómo estaba, charlando sobre qué hacer y qué no hacer y explicándome con toda la paciencia del mundo cuál iba a ser el protocolo a partir de este momento y hasta que la situación vuelva a la normalidad. Excepto los análisis y las ecografías, que se han derivado al Hospital La Paz pese a la que allí tienen montada, todo lo realizarán por teléfono y me enviarán por correo postal todos los volantes para los próximos meses (hasta junio lo tengo ya todo programado).
El esfuerzo que todos los sanitarios, a todos los niveles, están haciendo para dar un servicio de excelente calidad a todos los ciudadanos está siendo digno de admiración. Así que desde aquí, y aunque aún no he tenido la oportunidad de conocerte en persona, gracias Sergio y gracias a todos tus compañeros por hacer que mi gestación en aislamiento pueda desarrollarse con la tranquilidad que da el saber que desde el otro lado del teléfono, hay un equipo de profesionales que se preocupa por mi. ♥
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