Verano de 1989. ¡Hola! publica en portada las fotos en Mallorca de un joven príncipe Felipe a bordo de una embarcación junto a una joven (entonces) desconocida: Isabel Sartorius. Él tenía21 años, ella 24. Se conocieron en primavera, en una cena, y fue un flechazo. Estuvieron juntos en la discoteca Joy Eslava y solo tenían ojos el uno para el otro. “Esa misma noche comencé a quererle”, escribiría Sartorius 13 años más tarde en su libro autobiográfico, Por ti lo haría mil veces. Su madre lo confirmó en abril de 1990.
Desde ese momento, todo el mundo se preguntaba quién era la chica rubia y de porte aristocrático que había enamorado al futuro rey de España. Nacida en Madrid en 1965, Isabel es hija de Vicente Sartorius Cabeza de Vaca, marqués de Mariño, y de la argentina Isabel de Zorraquín. El matrimonio tuvo otros dos hijos, Cecilia y Luis. Cuando se separaron, los niños se mudaron con su madre a Lima, donde Zorraquín se casó con Manuel Ulloa, quien llegó a ser primer ministro de Perú.
Después de estudiar Ciencias Políticas en la Universidad de Georgetown y en la American University (Washington) y trabajar en la sede de la ONU de Nueva York, en 1987 Isabel volvió a Madrid para cursar un máster en Relaciones Internacionales. Comenzó a trabajar para diferentes firmas y, durante tres años, salió con Ricky Fuster, gran amigo del entonces príncipe de Asturias.
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Tras la publicación de las fotos del príncipe y Sartorius en el lancha ‘Somni’, comenzó la presión mediática para ella y su entorno. Su madre padecía adicciones desde que Isabel era una adolescente y, siendo casi una niña, se había convertido en su bastón, una situación que la llevó a vivir siendo codependiente. “Ella sufría por amor, estaba completamente enamorada. Me preocupaba tanto por ella que esa unión nos enredó por completo y dejó en mí la semilla de un trastorno que marcaría mi futuro”, explica en su libro.
Los paparazzi querían captar cualquier imagen de Isabel y Felipe juntos. La persecución fue absoluta. Tanto, que en más de una ocasión ella tuvo que salir de casa escondida en el maletero del coche para encontrarse con él. Además, el juicio constante sobre si podía o no ser una buena reina hizo que Isabel se repitiera en muchas ocasiones que nunca estaría a la altura. La sensación de ahogo y asfixia hizo mella en la relación con su “príncipe azul”, como ella lo ha descrito. Felipe intentó apoyarla y fue un remanso de paz en su tormentosa vida, pero la estabilidad que debía aparentar como futura inquilina de la Zarzuela no casaba con los ingresos de su madre en clínicas de desintoxicación ni con sus graves problemas económicos.
En agosto de 1991 las revistas anunciaron la ruptura. La leyenda señaló a la reina Sofía como la gran opositora de la pareja porque los padres de Sartorius estaban divorciados, pero ella aclaró en su biografía que nunca sintió esa presión.
Isabel se marchó a Londres. Aunque las llamadas con Felipe eran diarias, la distancia terminó por romper la relación y dio paso a una amistad que nunca se ha terminado. Después llegaría su romance con Javier Soto, con quien en junio de 1997 tuvo a su hija Mencía.
Pasaron los años y don Felipe tuvo otras novias, como Gigi Howard y Eva Sannum, pero fue el 1 de noviembre de 2003 cuando Isabel vio en su móvil 35 llamadas y un mensaje advirtiéndole de que en una hora el príncipe anunciaría su compromiso. Una semana más tarde, acudió a la Zarzuela para conocer a doña Letizia, allí surgió una complicidad que dura hasta hoy. Tres décadas después, Isabel ha rehecho su vida y, desde hace más de dos años, mantiene una discretísima relación con César Alierta, expresidente de Telefónica.
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