Días antes de su boda con Andrew Stroud, este la golpeó, la ató y la violó.
Nina Simone nació en el Midtown Bar de Pacific Avenue en Atlantic City, Nueva Jersey. Tenía 21 años y hasta entonces solo había tocado el piano en público en los recitales y en la iglesia de su pequeña ciudad natal en Carolina del Norte. Nunca había pisado un bar. Pero aquel día Eunice Kathleen Waymon (Tryon, 1933) se subió al escenario de aquel club nocturno alfombrado de colillas escondida tras el nombre artístico de Nina Simone por terror a que la descubriera su madre (“¿Un bar? Dios mío, tengo al demonio encarnado en mi propia familia”, diría su progenitora al enterarse) .
Se bautizó Nina porque un chico hispano con el que salía tenía la costumbre de llamarla ‘niña’ y Simone en homenaje a la actriz francesa Simone Signoret. Ante una audiencia de borrachos irlandeses y bajo una nube de humo que irritaba los lagrimales, tocó clásicos de góspel y música clásica. El propietario le dijo que si no cantaba estaba despedida. Al día siguiente cantó, tenía que ganarse la vida. Era el inicio de una carrera única.
Después del Midtown le esperaban el Village Gate, el Carnegie Hall, el Apollo Theater de Harlem, donde con solo 28 años espetó a un público con fama de malencarado: “Por primera vez en sus vidas, actúen como damas y caballeros en el Apollo”. Consciente de su talento y su presencia escénica, Simone se convirtió en una pianista visceral. En cada actuación complicó la vida de los críticos musicales, que no sabían cómo etiquetarla. ¿Intérprete de jazz, folk, soul, blues?, ¿cantante popular con formación clásica? A lo largo de su carrera su sola identidad rompió tabúes: Nina Simone fue una mujer negra bisexual en un mundo dominado por hombres blancos heterosexuales. Y una mujer que lideró el movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos.
Lo hizo cuando escribió canciones como Four women y To be young, Gifted and black que se convirtieron en himnos de la lucha por los derechos civiles y dijo en temas como Mississippi goddam lo que nadie se atrevió a decir: “Mississippi, maldito seas”, una expresión ofensiva para los ciudadanos religiosos, sobre todo en el sur, y que era imposible escuchar en un medio de comunicación de la época. Fue su respuesta en 1963 al asesinato del activista por los derechos civiles Medgar Wiley Evers en Mississippi, a quien tras ser disparado se le negó el acceso a un hospital de Jackson por su raza, y al atentado con bomba en una iglesia de Birmingham, Alabama, que acabó con la vida de cuatro niñas negras. Oh, pero todo este país está lleno de mentiras / todos vais a morir y caeréis como moscas, canta Nina con el sentimiento de todo su arco de graves.
Hasta que pisó el Midtown Bar, Nina Simone era una chica acostumbrada a los salones bien iluminados de los conservatorios y a las partituras de Bach y Beethoven. Nunca habría acabado allí de no ser por lo que ocurrió en abril de 1951 en el Curtis Institute of Music de Filadelfia, uno de los conservatorios más prestigiosos de EE UU. La niña prodigio de la música tenía un objetivo desde los cuatro años: convertirse en la primera concertista negra de piano.
Su obsesión pasaba por un trámite: que el Curtis la aceptara. Simone se había preparado la audición durante un año en el exclusivo Juilliard School of Music de Nueva York gracias a una beca. La audición fue el 7 de abril. Pero el Curtis la rechazó. “Nunca superé esa sacudida de racismo ”, dice Nina Simone en What happened, Miss Simone?, el aclamado documental dirigido por Liz Garbus y nominado al Oscar este año.
Y es que esa decisión marcó para siempre la existencia y la carrera de Nina Simone. Le pregunto a la actriz y cantante Lisa Simone, de 54 años, su única hija, si también opina que la decisión del Curtis fue un acto de discriminación racial. “Sucedió así —contesta desde la antigua casa de Nina Simone en Carry-le-Rouet, en el sur de Francia, donde acaba de aterrizar procedente del Líbano con la gira de presentación de su nuevo álbum, My world—. Y no solo rompió el corazón de mi madre, sino que alteró gravemente el curso de su vida. Ella llevó ese dolor hasta el lecho de su muerte”. ¿Tienen alguna evidencia de que su raza influyera? “¿Qué constituye exactamente una evidencia? ¿Se refiere a que lo admitan? No conozco a muchas instituciones que reconozcan que es esto lo que motiva sus decisiones y, sin embargo, todos sabemos que el racismo, la discriminación, el sexismo y el prejuicio están muy vivos ”.
‘Bye, bye’, Beethoven
“Me rechazaron porque era negra”, repitió a lo largo de toda su vida Nina Simone. El acceso al Curtis era indispensable porque la matrícula y los estudios estaban subvencionados por la institución. Un caso único en EE UU, donde los universitarios se endeudan durante años con créditos bancarios para financiar su educación. Para una joven negra criada en una familia humilde en la segregada localidad sureña de Tryon, Carolina del Norte, que hasta ese momento había costeado su formación gracias a una fundación local —todo Tryon apostaba por su talento, incluido el dinero blanco—, el rechazo suponía abandonar el piano.
El país en el que vivía Eunice Waymon le daba motivos para pensar así. El racismo estaba legalizado. El matrimonio interracial, prohibido en 24 Estados. Había fuentes para negros, asientos para negros, escuelas e institutos para negros. ¿Pero de verdad Eunice Waymon tuvo que inventarse a Nina Simone y olvidarse de su prometedora carrera en la música clásica por el racismo de una institución tan prestigiosa como el Curtis Institute de Filadelfia?
Cuando cruzas los portones del Curtis Institute en Rittenhouse Square te deslumbra un fogonazo de respeto. El conservatorio ocupa desde 1924 lo que una vez fueron cuatro mansiones construidas a finales del siglo XIX. Tiene 174 estudiantes de 20 nacionalidades (ningún español) , 104 pianos. Tras una puerta casi escondida en el salón principal, que podría ser el decorado de una obra de Edgar Allan Poe, se accede a un pequeño auditorio de 240 butacas donde se celebran cada año más de 200 conciertos de entrada libre. Por ese escenario han pasado Leonard Bernstein, Hilary Hahn o Lang Lang.
La matrícula en el Curtis sigue siendo gratuita. Su decano actual es Paul Bryan, formado en el trombón, director de orquesta y ligado al conservatorio desde 1993. Me muestra las actas de la audición de Eunice Waymon en 1951. Piano: 72 aspirantes, 3 aceptados, 69 rechazados. “No puedo comentar los sentimientos de Ms. Simone, pero sí puedo decirle que su raza no influyó en la decisión del Curtis. Los criterios se basan en el mérito artístico. Somos extremadamente selectivos”. Bryan me confirma que hubo alumnos afroamericanos antes, durante y después de su audición. Entre ellos, una mujer: Blanche H. Burton-Lyles, la primera concertista negra de piano que se graduó en 1954. Nina Simone no sabía o no quiso saber que el sueño de convertirse en la primera pianista afroamericana ya tenía dueña. El Curtis nunca fue un white-only-club (club solo para blancos) .
El pianista Vladimir Sokoloff formó parte del comité que seleccionó a los alumnos de piano el año que Eunice hizo su audición. Si alguien conocía el Curtis era Sokoloff. Y si alguien confiaba en él era Eunice, que tras el rechazo de 1951 empezó a trabajar con jornadas estajanovistas como profesora de clases particulares y tocando en clubes nocturnos para pagarse lecciones privadas con Sokoloff. No dejó de recibirlas hasta la década siguiente, condicionando su agenda a la cita semanal con el profesor en Filadelfia incluso cuando el éxito de su primer álbum, Little girl blue (1958) , como Nina Simone la llevó de gira por toda la costa Este de EE UU. Tras grabar el álbum estuvo tres días seguidos interpretando a Beethoven para que la concertista de piano, Eunice Waymon, se desintoxicara de la intérprete popular, Nina Simone. Su objetivo seguía intacto. Sin embargo, llegó un momento en que el éxito y, sobre todo, su compromiso con los derechos sociales se comieron sus aspiraciones en la música clásica. Nina Simone acabó con Eunice Waymon.
En una de sus últimas intervenciones en el documental The legend (1990) , Vladimir Sokoloff fue tajante: “No intervino el color de su piel. No fue aceptada porque otros eran mejores, eso es todo. No era un genio, pero tenía un gran talento. Acepté impartirle clases privadas por su capacidad, con la idea de prepararla para una segunda audición en el Curtis. Una vez le hice ver su destreza para el jazz y le sugerí que siguiera ese camino, pero ella insistía en la música clásica”.
Le pregunto a Lisa Simone por qué el documental What happened, Miss Simone?, en el que ella ejerce de productora ejecutiva, no pone en duda la eterna difamación que lanzó Nina Simone contra el Curtis. “La cinta cubre eficazmente los 70 años de la vida de mi madre en menos de dos horas, tanto que sigue siendo reconocido como un documental galardonado”, responde sin contestar directamente a la pregunta. La película nació de una promesa que Lisa Simone le hizo a su madre justo antes de morir: que Nina Simone nunca sería olvidada.
Lo que sí revela Lisa Simone por primera vez en el documental son los maltratos que padeció de manos de su progenitora cuando era apenas una niña. “Pasó de ser mi bienestar al monstruo de mi vida ”, recuerda a propósito de las palizas que recibía de su madre. Hasta el punto de pensar en el suicidio. Unos brotes de violencia ligados a una esquizofrenia que le fue diagnosticada a Nina Simone en los años setenta.
—¿Cómo afrontó la responsabilidad de narrar la vida de su madre a la vez que decidió no omitir la parte más dura para usted?
—En What happened, Miss Simone? Nina Simone está inmortalizada de la forma que se merece y pasará a la historia en sus propios términos. Me llevó diez años encontrar el equipo adecuado que no temiera las complejidades que rodean a semejante personalidad, que estuviera dispuesto a contar la verdad de mi madre, y por lo tanto la mía, tal y como sucedió. Estoy muy orgullosa del resultado final. Mamá vive apropiadamente. Ahora puedo descansar.
Una Paliza y una Boda
La película relata también los años en la casa familiar en Mount Vernon, Nueva York, cuando Nina Simone y su marido y mánager, Andrew Stroud, eran vecinos de Malcolm X en los sesenta. No había sido un matrimonio perfecto. A su boda, un enlace relativamente íntimo en su apartamento, acudieron como invitados los dos psiquiatras a los que Nina Simone había obligado a visitar a su entonces novio para que evaluaran si la brutal paliza que le había propinado poco tiempo antes había sido un arranque pasajero de violencia o un motivo grave para cancelar la boda. En un ataque de celos, Stroud, veterano oficial de policía, la había golpeado en un taxi, en las escaleras, en el ascensor, en la habitación, le había puesto una pistola en la cabeza, la había atado y violado.
La propia Simone lo cuenta en su autobiografía, I put a spell on you (1991, Da Capo Press) . Uno de los psiquiatras le dijo sin rodeos que no se casara con él. Otro, que Stroud se había vuelto temporalmente loco y quizá no le volviera a ocurrir, pero la decisión de casarse o no corría de su cuenta. Se convirtieron en marido y mujer el 4 de diciembre de 1961.
Tras su separación en los años setenta, Nina Simone comenzó a salir con hombres y también con mujeres, una faceta de su vida que no documenta la cinta producida por su hija. Tampoco aborda otros episodios clave. ¿Dónde están sus últimos 20 años? Respecto a su bisexualidad, el hermano de Nina, Sam Waymon, cuenta que preferían ser cuidadosos con estas noticias de su vida privada. La propia Nina fue muy cauta cuando publicó su autobiografía. “El libro fue escrito hace 25 años, cuando los derechos de la comunidad LGBT [lesbianas, gays, bisexuales y personas transgénero] y las actitudes eran muy diferentes ”, me dice desde Nueva York el guionista, productor y director de cine Jeff L. Lieberman, el único que en The amazing Nina Simone retrata la bisexualidad de la artista y conversa con su antigua pareja, la modelo Marie-Christine Dunham Pratt, hija de la bailarina Katherine Dunham.
Amor Libre
“Cuando nos presentaron me invitó al Village Gate y acepté, claro”, recuerda Dunham Pratt en la cinta. “Empezamos a estar juntas ese mismo instante. Fue inmediato. Pero nadie podía estar con Nina durante mucho tiempo, esa es la verdad. Tenía mucho carácter. Con ella siempre se trataba de una historia de amor breve, muy intensa, como si fuera la última”.
—¿Cree que el Curtis rechazó a Nina por ser negra? —le pregunto a Lieberman, que ha entrevistado a más de 50 personas de su entorno a lo largo de cinco años.
—Creo que es muy difícil saber por qué no fue seleccionada. Si nos fijamos en los admitidos podemos ver que tuvo una competencia muy dura y probablemente carecía de la formación de estudiantes de Filadelfia, Nueva York y otras grandes ciudades con importantes escuelas. El género también pudo desempeñar un papel importante. Pero la cuestión clave es que ella tenía un enorme talento y, sin importar por qué, muchos afroamericanos en EE UU, hoy y en los años cincuenta, son descartados por su raza.
El rechazo del Curtis en 1951 tuvo como consecuencia el nacimiento de la gran Nina Simone y fue el combustible para lanzar con ira una carrera comprometida contra la discriminación. Que fuera un acto racista, solo lo puede defender la propia Nina Simone. El Curtis Institute of Music le concedió en mayo de 2003 el doctorado Honoris Causa. La intérprete de My baby just cares for me había muerto en abril. En el Curtis no me pueden confirmar que lo supiera antes de su fallecimiento. En el fondo no es tan importante. Muy a su pesar, en el diploma timbrado aparece el nombre de Nina Simone, no el de Eunice Waymon.
_*Este artículo fue originalmente publicado en el número 98 de Vanity Fair. Recuerde que Vanity Fair está disponible también en versión digital para todo tipo de dispositivos. Infórmese aquí ._
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