Que Rocío Flores no cesa de mandarle señales y tender puentes a su madre para la reconciliación que, dicen, es el motivo principal de su participación en ‘Supervivientes’ y la estrategia que está rigiendo su concurso, parece que no es algo que pueda discutirse. Tampoco que Rocío Carrasco no tendría el más mínimo interés de morder ese anzuelo de la caña que lanza a la desesperada, una y otra vez, la joven dese Honduras.
El último ejemplo acabamos de vivirlo. El pasado miércoles 29 de abril Carrasco cumplía 43 años. Su hija se acordó de ella y pidió poder mandarle un mensaje de felicitación. Y lo hizo: «Decirte que muchas felicidades, me encantaría poner decírtelo en privado… Espero que disfrutes de tu cumpleaños lo máximo que puedas, y me encantaría que habláramos las cosas en privado, pero estoy en este concurso».
Unas tiernas palabras que eran puestas en valor por su padre, Antonio David Flores, quien además ejerce de defensor de la joven en el plató en Madrid. Pero que no han ablandado lo más mínimo a su madre, que sigue resistiendo de manera estoica al torrente de sentimientos que debe originarle la actitud de su hija en el espacio de Telecinco (porque, aunque asegurara que no lo vería, algunos colaboradores de ‘Sálvame’ ya han explicado que les consta que lo está viendo).
Decimos esto porque son varios los medios que indican que la productora del ‘reality’ se puso en contacto con Carrasco después de la felicitación de su hija. Buscaban un mensaje de vuelta. Unas palabras con las que seguir engordando el ‘show’ y, a la vez, que supusieran un inicio para una reconciliación que no parece vaya a darse (al menos, de manera inminente). ¿La respuesta? Silencio.
Eso es lo que ha regido su vida desde hace años. Ante todas las polémicas familiares, silencio. Ante los rumores y las especulaciones de qué había pasado entre ella y su hija, silencio. Ante los intentos de ‘Supervivientes’ (porque ya han sido varios) de que entrase a formar parte de esta edición, de manera indirecta, más silencio.
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