A veces, un detalle sutil puede marcar la diferencia mucho más que el gesto más evidente. Con los perfumes, sucede lo mismo. Dejar estela allá donde vamos y conseguir que nos recuerden por la huella que deja nuestra fragancia está muy bien, pero sin excedernos. Un aroma demasiado apabullante, por delicioso que sea, puede acabar por producirnos una sensación agobiante, y eso es lo último que deseamos. Lo que, por otra parte, no está reñido con que sea duradero. Nada de eso, más bien queremos hacer una apuesta por aquellos perfumes que seducen, pero no abruman.
Las fórmulas equilibradas son la mejor respuesta a este objetivo. Si nos enfrentamos a una fragancia compuesta por un bouquet floral excesivamente potente, haremos bien en buscar que sus notas de salida suavicen el resultado, apostando, por ejemplo, por suaves toques cítricos que resten densidad. Mandarina, limón, nerolí o mergamota son algunos de los aromas que encierran esta clave. Pero, no creas que por ello configuran aromas demasiado frescos y poco misteriosos, pues conviven a la perfección con pinceladas de almizcle, maderas e inciensos. Sólo se trata de alcanzar la combinación adecuada, y estas diez fragancias que hemos seleccionado, la tienen.
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