Cuidar la cara y seguir a diario una buena rutina facial es una de las tareas más complejas. Los pasos a seguir para conseguir una piel perfecta son muchos pero existen algunas claves muy sencillas que no se realizan correctamente.
La primera de ellas parece la más fácil: lavarse la cara. Los métodos para hacerlo son variados: toallitas desmaquillantes, leche limpiadora, agua y jabón, tónicos faciales… Pero que existan tantas maneras de retirar cualquier factor externo de nuestro rostro no significa que todas sean correctas.
La manera más efectiva siempre es retirar el maquillaje con agua miscelar o algún tónico especial para el cuidado facial. Aún así, existe una gran cantidad de personas que, también, dedican el tiempo de su ducha a limpiarse la cara. Esta recurrida labor, que se suele realizar después de aplicarse el champú y la mascarilla, es uno de los peores pasos que se pueden seguir si se busca un óptimo cuidado de la piel.
La cara y el cuerpo deben tratarse siempre por separado. El cuerpo tolera mucha más temperatura que el rostro y una ducha caliente puede ser tan dañina para la piel que el vapor y el calor pueden llegar a provocar enrojecimiento e irritabilidad además de causar deshidratación e inflamación.
Siguiendo las indicaciones de los expertos, si eres de las personas que se duchan con agua muy caliente, es mejor que comiences a cambiar tu rutina higiénica y separes el cuidado del cuerpo, del cuidado de la cara, lavando ésta con agua tibia. Así, las personas con piel seca evitarán que el calor desprenda los aceites naturales que su piel genera y necesita y las personas con piel grasa, evitarán crear más de la debida. Toma nota y comienza a cambiar tu rutina facial…
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