Es el sueño de casi todas: una piel naturalmente luminosa, con una textura lisa y un tacto suave como el terciopelo. Hoy sabemos que el factor genético pesa muchísimo a la hora de poseer una piel con este tipo de calidad. En otras palabras: una buena piel se hereda. Sin embargo, se pueden hacer muchas cosas para mejorar la condición de nuestra dermis, y no nos referimos solamente a tratamientos estéticos en clínica (láseres, masajes, mascarillas….) que requieren además de constancia, bastante disponibilidad económica. Las más obvias son evitar el estrés y las preocupaciones, alimentarse de manera equilibrada y dormir. Y tenemos algunas más.
Empecemos por la medida de prevención que más repiten los dermatólogos: llevar sí o sí, siempre, protector solar. Los rayos del sol son causa directa de la aparición de poros abiertos en la piel. Además, también es imprescindible utilizar la crema hidratante adecuado: para suplir las necesidades de una piel seca o controlar la producción de grasa. Consecuentemente, al aplicar producto varias veces al día no nos conviene nada saltarnos la rutina nocturna de limpieza: necesitamos que la dermis respire.
Además de evitar radicalmente el tabaco y minimizar el consumo de alcohol, los dermatólogos recomiendan exfoliar periódicamente el rostro, de nuevo mediante las técnicas y productos que se adapten mejor a nuestra piel. Si tiende a las rojeces, mejor no recurrir a cepillos eléctricos. Si tiene resistencia y grosor, puedes probar un peeling químico. Y si quieres dar un paso adelante y probar los tratamientos de camilla, acude a tu clínica de confianza para consultar qué láser o tipo de luz pulsada te conviene más. Los resultados te sorprenderán.
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