Uno de los grandes problemas en las sociedades occidentales es el desperdicio de comida. Y, ahora más que nunca, no solo hay que evitar ese desperdicio sino evitar visitas innecesarias al mercado. En mi caso, se me estropeaban habitualmente muchas frutas y verduras frescas porque no tenía tiempo de usarlas o las relegaba al último rincón de la nevera o el frutero. Pregunté a un amigo chef, Liam Murray, para que me sacase de dudas sobre qué vegetales podía congelar sin que terminara en catástrofe. Ha llegado el momento de ponerme seria sobre los frescos que tengo en la cocina, de conservarlos bien y de empezar a tener una reserva que me asegure no tener que bajar a comprar tan a menudo. Y Liam me ha dado las claves:
1. En general, TODO se puede congelar
¿Todo? Bueno, no nos embalemos: TODO lo que vayamos a cocinar después. Es decir, que nuestro congelador mantendrá el sabor -bueno, un poquito menos- y todas las propiedades pero no podemos pretender utilizarlo después tal cual sino procesarlo de alguna manera.
2. Hay que congelar las frutas y verduras crudas
Y no cocinadas. Eso sí, Murray dice que nos puede facilitar mucho el trabajo si algunas cosas las congelamos ya cortadas. Por ejemplo, cebolla, apio y puerro para hacer un sofrito, frutas para hacer un batido… Es más, recomienda congelar los vegetales siempre troceados porque tendrán mejor aspecto al descongelarlos.
3. ¿Qué les pasa entonces a las frutas y verduras tras haberlas congelado?
Como contienen principalmente AGUA, al congelarse se expande y, al descongelarse, no vuelve a su forma normal sino que ha destruido esas células que dan firmeza y buen aspecto a las verduras y frutas. Haz la prueba: congela una fresa, descongélala y te encontrarás una triste frutita apagada, descolorida y sin volumen.
4. Si no te lo vas a comer ya… ¡al congelador!
Si has hecho acopio de esas frutas que duran poco tiempo (fresas y todas las bayas, plátanos…) y de verduras que no tengas claro que vayas a usar inmediatamente, ya sabes: troceas, congelas y servirán perfectamente para cualquier otro momento. Y, además, te ahorrarás trabajo de preparación llegado el momento de cocinarlas.
5. ¿Y qué puedo hacer con toda esa comida congelada y troceada?
Con las frutas puedes hacer batidos y smoothies, utilizarlas para mermeladas y repostería. Quienes tengan niños pequeños también encontrarán muy útil tener fruta en el congelador para hacer papillas.
Respecto a las verduras y hortalizas, con la cebolla, el puerro, la zanahoria, el tomate o el ajo tenemos ya un sofrito -la base de muchos platos- ya preparados para descongelar y usar cuando nos haga falta. Pensemos también en cremas y purés, para niños y mayores, así como caldos o revueltos con huevo (no, amiga, el huevo no se congela y ha de ser fresco).
6. ¿Qué hacemos con las hierbas aromáticas?
Saluda a los grandes damnificados tras cada compra: las hojas de albahaca, el perejil, el cilantro… Todos ellos languidecen en tu nevera o en un vasito con agua después de que hayas usado una pequeña cantidad para un plato. Pues también se pueden congelar bien envueltos en papel de aluminio y, cuando los necesites, no tienes más que cortar unas hojitas y utilizarlos con normalidad. Eso sí, como sucedía con las frutas y verduras, también tendrán un aspecto un poco triste, mejor si no es con fines decorativos.
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