Las uñas se deberían cuidar como la piel: maquilladas por la mañana, limpias por la noche. Es una de las citas más famosas del famosísimo manicurista francés Bastien González. Puede que en su experiencia pese su formación como podólogo pero lo cierto es que, en un momento en que las manicuras permanentes están en cuestión, el consejo no suena del todo desorbitado.
Para González el ritual de la manipedi no es solamente una cuestión estética sino una oportunidad para cuidar adecuadamente manos y pies. Que existe cierta obsesión por las uñas siempre perfectas lo atestiguan los casi infinitos salones que han abierto en nuestro país en los últimos años; que esta necesidad estética puede acabar de manera nefasta, también es una realidad. De hecho, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) del Ministerio de Sanidad acaba de pedir a la Comisión Europea que se limite la venta de lacas de uñas permanentes del uso público, de tal forma que únicamente sean los profesionales de estética los que puedan disponer de ellas en salones especializados. La propia Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) lleva tiempo advirtiendo de ello: “Los esmaltes de uñas permanentes llevan en su composición una sustancia denominada acrilatos”, que también suelen estar “presentes en pinturas, barnices y adhesivos y se encuentran en el ámbito médico y dental”, explican.
El problema es que si los entran en contacto con la piel “pueden ser reconocidos como un alérgeno y generar una reacción, una dermatitis alérgica por contacto”. La lista de males consecuentes es larga y va más allá de la más que posible debilidad, deshidratación, rotura o sensibilidad en la uña. “Una sensibilización a los acrilatos como consecuencia de una manicura permanente podría llegar a tener repercusión en la salud”, nos explica la Dra. Lourdes Navarro, miembro de la AEDV. “El peligro que conlleva es que los acrilatos son polímeros que se emplean para la fabricación de aislantes eléctricos y de múltiples dispositivos médicos como lentes de contacto e intraoculares, prótesis dentales, cemento óseo, bombas de insulina, audífonos, etc.” añade.
Las manifestaciones de una dermatitis alérgica de contacto a acribaras, además son muy variadas: “puede afectar a zonas alejadas de las uñas, debido a una transferencia a través de los dedos o a través de los objetos que hayan tomado contacto con los acrilatos. Dorso de las manos, el cuello, la cara…” dice la doctora.
Lo que nunca haría una manicurista con sus uñas
Después de dos décadas de experiencia haciendo la manicura a celebridades, la manicurista Lucero Hurtado (embajadora de OPI) tiene claro lo que sí y lo que no haría con las uñas. Por sus manos pasan habitualmente las de Penélope Cruz y las de otras actrices como Monica Bellucci, Blanca Suárez o Hiba Abouk. “No soy partidaria de retirar demasiado las cutículas ni de hacer técnicas como la rusa, que elimina la cutícula con un torno, porque cuando crece la uña queda un pequeño escalón que va debilitándola y puede terminar fina como un papel. Yo soy de las manicuristas que trabajan con instrumentales a mano”, nos cuenta. Sobre el ritual que siempre aplica: un buen masaje y mucha hidratación.
El torno, tan de moda en algunos salones, tampoco es devoción de Erica Mello, encargada del salón madrileño My Little Momó. “Jamás quites un esmaltado permanente en casa, nunca acudas a un salón lowcost ni utilices el torno, retira capas de la uña”, nos recomienda. “Procedimiento y técnica son muy importantes, pero también un buen masaje: nosotras utilizamos un guante que incorpora crema con varios principios activos muy buenos, como la queratina”, añade.
Sobre las manicuras recurrentes, dice Hurtado, en principio no hay ningún problema. “Lo más recomendable, eso sí, sería hacerse una manicura profesional cada dos semanas, con mucho cuidado de proteger las cutículas. A mis clientas las animo a descansar y dejar la uña sin maquillar cuando van de vacaciones o a la playa, así respira. Aunque esta frecuencia depende de la necesidad de cada persona”, añade.
Consejos domésticos de experto para cuidar las uñas
Uno de los trucos que mejor funcionan para cuidar la uña, según Hernández, es casero: realizar un pequeño masaje con aceite de oliva tibio. “Recomiendo mucho también el aceite de cutículas y la crema hidratante de la línea Pro Spa de OPI, que se pueden conseguir en El Corte Inglés, por internet en la web de OPI y en los salones de la marca”, añade.
ProSpa Nail & Cuticule Oil, de OPI.
Manipedis veganas
Para una buena manicura, además, “los productos tienen que ser de la mejor calidad”, apunta Mello. Precisamente en My Little Momó trabajan con marcas veganas no testadas en animales “como ORLY, que es 13 free, y CND, que es 7 free”. ¿A qué se refieren estas etiquetas? “Los índices numéricos n-Free de las lacas de uñas indican que esos esmaltes están libres de determinados componentes químicos que podrían ser dañinos”, nos explica la Dra. Navarro.
"Spill The Wine" Gel Lab Pro Color de Deborah Lippmann.
“Es buena idea optar por lacas orgánicas o veganas porque tienen menos productos químicos para la uña”, nos cuenta Hurtado. A menudo existe cierta confusión entre lo que es una manicura vegana, una cruelty-free y una orgánica. Carlota Martínez, responsable de la firma veggie Deborah Lippmann en España, Andorra y Portugal, nos aclara las diferencias: “una manicura vegana significa que no contiene ingredientes de procedencia animal, mientras que una cruelty free indica que no ha sido testada en animales, con lo que puede darse una vegana que no sea cruelty free y al revés. Lo que nunca será una manicura es orgánica, por ello se cataloga como free. Cuantos más free tenga significa que en sus ingredientes hay menos tóxicos”. Este tipo de lacas, que no contienen químicos adhesivos del pigmento como la resina de formaldehido o el ftalato de dibutilo, pueden durar algo menos que una convencional: “por ello en Deborah Lippmann se han sustituido esos componentes por té verde, biotina y extracto de Aucoumea Klaineana, con lo que dan una durabilidad de 15 días”, añade.
Como apunta Martínez, un buen motivo para pasarse a los rituales veganos tiene que ver con nuestra conciencia: saber que no estamos usando productos que hayan hecho daño de alguna manera a ningún animal es una decisión ética que podemos tomar.
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