Con sus críticas sobre los atuendos de la reina Letizia –no es seguro que llegase a aprobar la palabra look– Carlos García-Calvo consiguió que su vastísima cultura y su multitud de referencias históricas y cinematográficas asomase en unas crónicas sazonadas con comentarios mordaces –a cargo de su ama de llaves, que curiosamente se llamaba igual que la de Rebeca: Ms. Danvers– y dardos a las Letizia watchers, las fans de Su Majestad que escudriñaban como él sus apariciones, y con las que en el fondo simpatizaba como con las taquimecas de algunas redacciones. Sus artículos, que se publicaban en la web de una revista femenina semanal, llegaron a ser tan esperados como las apariciones de la reina. Durante los últimos años no había acto de la agenda real sin el correspondiente análisis por parte de este experto en arte y moda que nació en Buenos Aires en 1963 y recaló en Madrid en la década de los 70, ciudad en la que falleció repentinamente el pasado mes de agosto después de una larga y fructífera carrera periodística y la publicación de varios libros.
García-Calvo pasó los últimos tiempos entregado entre otras muchas cosas a la escritura de Letizia. De la A a la Z (La esfera de los libros), para el que se documentó de forma exhaustiva durante meses. En el confinamiento, por ejemplo, eran frecuentes sus llamadas a amigos para comentar algunos de los epígrafes del libro, que acaba de publicarse prologado por su querido Lorenzo Caprile. Porque no crean que, si consultan la letra R de este diccionario, se encontrarán simplemente con la palabra rifirrafe. El autor recurre por ejemplo al término Roman à clef para aludir a El amor de Penny Robinson, la última obra del escritor Alonso Guerrero. El primer marido de la reina con el que, como se extrae también de Letizia. De la A a la Z, se lleva estupendamente.
Uno de los epígrafes más populares del volumen, y sobre el que se ha escrito incluso antes de su publicación, es el referido a la sopa de acelgas "que figuró prominentemente en un vídeo hagiográfico de SSMM sentados en torno a una mesa en el Pabellón del Príncipe (…)". García-Calvo no solo describe el plato en cuestión que los reyes y sus hijas, la princesa de Asturias y la infanta Sofía, degustan en aquel reportaje televisivo que se grabó con motivo del 50º cumpleaños de don Felipe, como "un agua de mar no muy limpia en la que flotaban algas. O medusas". También recuerda el polémico libro que el primo David Rocasolano dedicó a la reina –Adiós, princesa–, y en que relata que la morada familiar de los Ortiz-Rocasonano era conocida en la familia como "la casa de las acelgas". Para quienes se animen, ofrece una receta de la sopa en cuestión a cargo de María Eugenia Pérez-Blanco, profesora de la Escuela de Cocina El Alambique de Madrid.
La afición de doña Letizia a los zapatos de Manolo Blahnik, su círculo de amigas mochileras o sus clases de zumba en Zarzuela son algunos de los apartados de este diccionario tan divertido y mordaz como lo fue su autor. Pero nuestro capítulo favorito es el que el recordado periodista y escritor dedica a Ana Bolena, la "reina algo efímera de Inglaterra" a quien debemos, tal y como él mismo nos recuerda, la petite robe noire -que impuso en la corte inglesa tras su paso por la de Francisco I-, el uso de mangas largas que le cubrían un supuesto sexto dedo "señal inequívoca de que era bruja y, por encima de todo, la expresión "lenguas anabolenas", esas lenguas "alocadas y trapisondistas" que se hacen eco de rumores y maledicencias. No fue el caso, desde luego, de Carlos García-Calvo. Si acaso, de la señora Danvers.
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