Así arruinó su vida el príncipe Andrés

Todo empezó con unas vacaciones en familia en un lujoso resort de los Alpes suizos. Después hubo una recepción de gala en el Palacio de Buckingham con 300 invitados y la actuación de la Royal Philharmonic Orchestra y el English National Ballet. Por último, se celebró una fiesta privada en el Palacio de St. James. Los fastos por el 50º cumpleaños del príncipe Andrés se alargaron durante días.

Una década después, las cosas no podían haber sido más distintas. El pasado 19 de febrero, el tercer hijo de Isabel II cumplió 60 años y, para celebrarlo, se conformó con un almuerzo en la casa que comparte con su exmujer y defensora incondicional, Sarah Ferguson. La prensa británica contó que fueron tantos los que habían declinado la invitación que apenas una docena de personas se sentaron a la mesa para brindar con el duque de York. Los únicos miembros de la familia real que estuvieron allí fueron sus hijas, las princesas Eugenia y Beatriz.

Fue evidente también en las calles del Reino Unido. Por primera vez, la Union Jack no ondeó ese día en todos los edificios oficiales, como dicta el protocolo en los aniversarios de la familia real. Los alcaldes de Liverpool y Manchester se negaron a tener ningún gesto hacia Andrés y los mástiles de sus ayuntamientos lucieron desnudos toda la jornada.

El rechazo es tal que el pasado 20 de noviembre, él mismo se vio obligado a anunciar en un comunicado que se retiraba temporalmente de sus deberes públicos. Sean Lang, profesor en la Anglia Ruskin University especializado en historia del Imperio británico, desmiente que fuera Andrés quien decidiera dar un paso atrás voluntariamente y revela a Mujerhoy que “la reina y el príncipe Carlos actuaron con decisión y rapidez apartándole de forma inmediata”.

Lang se refiere a que apenas habían pasado cuatro días desde el momento en el que el duque de York, incapaz de medir las consecuencias de su actuación, precipitó su caída. Fue durante la entrevista en la que habló públicamente sobre su amistad con el multimillonario Jeffrey Epstein, condenado en 2008 por fomentar la prostitución, acusado en 2019 de tráfico sexual de menores y hallado muerto en su celda el pasado agosto. La defensa de Andrés sobre su posible vinculación en el caso fue tan desastrosa y la actitud que mostró ante las cámaras tan soberbia que, según Lang, “resulta difícil pensar en algo que pueda hacer para redimirse. Ha caído en la más absoluta desgracia”.

La entrevista que colmó el vaso

Sentado frente a las cámaras de la BBC en uno de los salones del palacio de Buckingham, Andrés intentó quitarle peso a su relación con el multimillonario norteamericano. Los hechos demuestran lo estrecha que llegó a ser, con ambos pasando largas temporadas en sus respectivas residencias. Hay una fotografía en la que el duque de York posa rodeando con el brazo la cintura a Virginia Giuffre, la mujer que lo acusa de mantener relaciones sexuales con ella sin su consentimiento en 2001, cuando solo tenía 17 años, y que asegura haber conocido al príncipe gracias a Epstein. El hijo de Isabel II dijo que no recordaba conocerla. Los expertos coinciden en que Andrés “hizo el ridículo” durante la entrevista.

El príncipe Andrés ni siquiera entiende que se le critique por haber estado con Jeffrey Epstein después de que fuera condenado”.

Marlene Koenig, autora de libros sobre la realeza británica, cuenta a Mujerhoy que “si hubiera mostrado algún arrepentimiento las cosas podrían ser diferentes, pero ni siquiera entiende que se le critique por haber estado con Epstein después de que fuera condenado”. “Se mostró como un hombre completamente alejado de la realidad”, añade Lang

Así lo confirmó la encuesta realizada por la cadena Sky News. Solo el 6% de los británicos creyeron las palabras del duque de York. El 47% consideraba que la manera en la que había respondido a las acusaciones sobre su implicación en el caso Epstein había perjudicado a la monarquía. “Cavó su propio agujero al dar esa entrevista”, valora Koenig.

Llueve sobre mojado

Andrés es hoy el miembro de la familia real peor valorado por los británicos. No siempre fue así. Jonathan Spangler, historiador de la Universidad de Manchester, recuerda que durante su adolescencia y matrimonio con Sarah Ferguson, Andrés era el “chico de oro”. “Comparado con su hermano Carlos, era más cercano con la gente del pueblo. También más seguro y guapo. Además, prestar servicio en la Guerra de las Malvinas [fue piloto de helicóptero] fomentó un trato positivo por parte de los medios de comunicación”.

Con su polémico divorcio, el oro se volvió latón. Andrés comenzó a acaparar portadas que le tildaban de “príncipe fiestero” y playboy. En aquellos reportajes aparecía fotografiado junto a millonarios como Donald Trump, infinidad de celebrities o bailando agarrado con hasta tres mujeres una misma noche en diversos clubes de la Costa Azul. La revista Vanity Fair británica afirmó que tenía “una procesión de novias”. Su exmujer desveló que se había pasado la mayor parte de su matrimonio alquilando películas mientras él se veía con sus “26 concubinas”.

Siempre ha sido un consentido. Nadie, tampoco sus padres, le han dicho que no a nada y se ha fomentado su arrogancia”.

Hace años que se cuestiona el alto coste que suponen su vida pública y privada para el contribuyente. El exministro de Estado británico Norman Baker, que lo define como “una persona bastante grosera, arrogante y no muy brillante”, desvela en su libro ¿Y qué haces? Lo que la familia real no quiere que sepas (Biteback) infinidad de ejemplos. En 2012 se negó a alojarse en la lujosa residencia oficial en Nueva Delhi, como había hecho antes el príncipe Carlos, e insistió en dormir en la suite del maharajá del Palacio de Leela, una de las más caras de la ciudad. “Se ha dedicado a sus intereses en lugar de a los de Gran Bretaña –considera el autor–. La forma en que realizó viajes al extranjero, aparentemente en nombre del Gobierno, fue inapropiada. Como es príncipe y el favorito de su madre, se creía capaz de controlarlo”. En ese sentido, Koenig sostiene que Andrés “no entiende que ser miembro de la familia real es un privilegio y debe servir a la Corona; él cree que significa recibir y no dar”.

Por sus constantes viajes recibió otro mote: “Air miles Andy” [Andy millas aéreas]. Baker revela que, pese a las críticas recibidas por Harry y Meghan, el duque es el Windsor que ha dejado mayor huella de carbono. Solo en 2005 gastó en aviones y helicópteros 388.000 €, al considerar que el tren es “poco fiable”.

En marzo de 2016 se encontró cerradas las puertas del Windsor Great Park –gestionado por Buckingham– y, en vez de tomar una ruta alternativa que implicaba un pequeño desvío, se empeñó en abrirlas a golpes con su Range Rover. La policía rechazó abrir un investigación, pero el coste de la reparación volvió a recaer sobre el erario público. “Siempre ha sido un consentido. Nadie, tampoco sus padres, le han dicho que no a nada, y se ha fomentado la personalidad arrogante y engreída que ha alterado su juicio”, apunta Koenig.

Otros expertos coinciden en que lo único que libra a la familia real de que este escándalo no la dañe más es el hecho de que Andrés sea el octavo en la línea sucesoria. Pese a eso, se exige a la reina que tome cartas en el asunto. “Tiene que ser más soberana y menos madre”, dice el exministro.

Lo único que queda es esperar que el duque de York cumpla su compromiso de colaborar con la investigación que continúa abierta por el “caso Epstein”. El FBI y los fiscales de Nueva York aseguran que no lo está haciendo. No hay una causa abierta contra él, pero ¿podrá seguir evitándolos? “Cuesta creer que vaya a declarar ante un tribunal de EE.UU. Antes alcanzará algún acuerdo con los investigadores”, aventura Lang, que tiene claro cuál debería ser el futuro de Andrés. “Haría bien en retirarse de sus funciones públicas por completo, dedicarse a la fotografía (tiene algo de talento) y mantenerse alejado de los americanos ricos y las menores de edad”. Si no, alguien debería decidirlo por él, opina Koenig. “Debe pagar su penitencia aunque no lo entienda. Es un paria. ¡Que lo jubilen!”.

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