Habían decidido vivir alejados de la familia real británica, pero no iban a hacerlo en cualquier sitio. Después de unos meses en la mansión de Tyler Perry, Meghan y el príncipe Harry encontraron su casa en California. Una mansión situada en Montecito, una exclusiva localización con montañas, acantilados y una preciosa playa -de las Mariposas- en el condado de Santa Bárbara, a unos 140 kilómetros de Los Ángeles.
Los duques pagaron por ella casi 15 millones de dólares, de los que abonaron 5,5 e hipotecaron 9,5. La primera casa que compraban juntos reunía todos los requisitos. Además de ser espectacular, está protegida como para evitar miradas (y sobre todo el objetivo de los paparazzi) y tiene calle privada, lo que concede aún más privacidad a los Sussex.
Por vecinos tienen a muchas celebridades, desde Oprah a Tom Cruise, Gwyneth Paltrow o Ellen DeGeneres y Ariana Grande, de ahí que la seguridad también sea una garantía para los duques.
La casa es de estilo provenzal francés y se le conoce como ‘Chateau de Riven Rock’, por estar ubicada en la finca del mismo nombre donde vivió encerrado gran parte de su vida, enfermo de esquizofrenia, Stanley McCormick, tétrica historia en la que se basó T. C. Boyle para su novela Riven Rock. Tras su muerte, la finca se dividió y así fue como nació el exclusivo Montecito.
La casa tiene espacio más que suficiente para Meghan, Harry, Archie, la futura bebé en camino, la madre de Meghan cuando quiera ir a visitarlos y algunos más. Dispone de 9 habitaciones y 16 cuartos de baños, todo muy amplio y luminoso, con grandes ventanales, decorado en tonos claros y con la madera como protagonista.
En total, 1.765 metros habitables que incluyen biblioteca, despacho, un spa con sauna, un gimnasio, una bodega, una sala de cine y otra de juegos -con billar, mesa de póker y máquinas recreativas-. Junto a la casa principal construida en 2003 hay otras menores, como una casita de invitados, una especie de pagoda donde tomar el té junto a un lago y una cabaña de juegos infantiles.
La finca de más de dos hectáreas cuenta, como han mostrado los Sussex para anunciar el segundo embarazo de Meghan, con olivos centenarios, cipreses italianos y un gran jardín de rosas. Además de piscina exterior y cancha de tenis.
Meghan y Harry se la compraron a un empresario ruso que la adquirió en 2009 y trató de venderla durante varios años por mucho más de lo que los duques desembolsaron. Por cierto, esta no es la casa donde concedieron la entrevista a Oprah como se había pensado sino que fue en el jardín de la casa de un amigo donde los duques se confesaron.
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