Concha Velasco recibió el Premio Goya de Honor 2013. En unos Teatros del Canal donde sus compañeros de profesión nominados en esa edición de los galardones del cine y la prensa miran con atención a la protagonista de la tarde-noche, realizó un discurso que dejó embelesado al auditorio y en el que fue capaz de sintetizar toda una vida de éxitos y baches.
Hoy, la vallisoletana cumple 80 años y muy pocos pueden decir que carguen en sus espaldas más de 70 largometrajes, más de una treintena de obras sobre las tablas del teatro y casi una veintena de apariciones, con mayor o menor presencia, en series de televisión. Por no hablar de los programas en los que ha ejercido de presentadora (veáse ‘Cine de Barrio’, donde tomó el testigo de Carmen Sevilla).
Los premios y los reconocimientos han sido muchos, pero su vida no ha estado exenta de ese drama con el que parece tener necesidad de convivir el artista de raza. Hace un año, Concha nos dio el último susto. Fue, para alguien que ha superado una batalla contra el cáncer, una mera anécdota, pero saltaron las alarmas. Suspendió una actuación en el Teatro Colón de A Coruña por una neumonía y causó una revolución en los medios.
En aquella ocasión, desde el hospital y en conversación telefónica con esta revista, tan solo le preocupaba una cosa: tenía que estrenar ‘El funeral’ en el Teatro La Latina, una obra en la que se ponía a las órdenes de su hijo. No podía fallar a su público. Cuestión de carácter en la generación de artistas a la que pertenece. Llegó a confesar que le había dicho al médico que, si hacía falta, ella regresaba después e ingresaba de nuevo, pero que su público era sagrado.
Sus cuatro historias de amor
La salud no ha sido el único punto flaco que ha hecho sufrir a Concha. El amor se lo ha hecho pasar mal. Muy mal. De una forma o de otra, la Velasco ha sufrido por los cuatro hombres que han marcado su vida sentimental, empezando por el director José Luis Sáenz de Heredia, al que conoció durante el rodaje de ‘El indulto’, en 1960.
Se enamoraron. ¿El problema? El estaba casado y Conchita (así se hizo llamar en sus comienzos ante el gran público) era, simplemente, ‘la otra’. Lo fue durante una década. Él se negó a divorciarse y a darle el sitio que reclamaba. Y aquello llevó al único sitio que podía llevar, a que la artista buscase el amor en otros brazos.
Fue entonces cuando cayó en los de su compañero de reparto en ‘La caída de los dioses’ Juan Diego. Era 1971 y, tras cuatro años de romancer, aquello se terminó. La razón no fue otra que los deseos de ella de pasar por el altar y la negativa insitente de él, que no estaba por la labor de dotarle de mayor seriedad a la relación.
Así fue como la Chica ye-ye llegó hasta otro hombre casado y con el que vivió un lío aún más gordo. En 1975 era en Fernando Arribas en quien se fijaba. Un director de fotografía con quien tuvo un romance furtivo y de quien se quedó embarazada. A Concha no le quedó más remedio que ponerle a su hijo, Manuel, sus dos apellidos y avanzar en la vida como madre soltera, con todas las etiquetas y problemáticas que esto traía en pleno franquismo.
Fue entonces cuando conoció al hombre de su vida y, a la vez, a ese que le llevó a los infiernos (y a la bancarrota en varias ocasiones). Paco Marsó fue su compañero desde 1976 hasta que, en 2010, ella no aguantó más y terminaron por divorciarse. Por si no fuera poco el despilfarro del dinero amasado por aquella joven de Valladolid que consiguió triunfar en la capital, Paco le era infiel. Ella perdonaba una y otra vez, hasta que la relación no se sostuvo.
Concha siempre sostuvo que se enamoró de él según le vio. Y eso sucedió mucho antes de que decidieran estar junto. En 1966, representaron juntos ‘Don Juan Tenorio’ y ella ya no se lo pudo sacar de la cabeza. Quizás por eso, a pesar del sufrimiento causado, nunca dejó de quererle. Ni de tener palabras amables, mezcladas con las amargas, en cada intervención pública en la que saltaba su nombre a la palestra.
A día de hoy, y en parte por esa vida que le dio Marsó, ella tiene tres empresas sin actividad (Producción y promoción general de espectáculos SA, Martínez Velasco producciones artísticas S.A. y Velasco Varona SL.) y son de sobra conocidos sus problemas con Hacienda. Quizás esto último sea determinante para que, a sus 80 años, no se haya jubilado. Pero, también, el profundo amor a su profesión y a la gente que le ha sido fiel incluso en los momentos críticos de los vaivenes de su biografía.
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