El corazón de Paz Padilla

Paz Padilla ha sido muchos días TT por su forma de expresarse en circunstancias en las que otros intentan contenerse para no quedar mal. Pero a ella no le importa quedar mal, porque lo que desea es no ver mal a los otros. Creo que Paz sufre algofobia, miedo al dolor, pero en su versión emocional: no soporta ver a los demás sufriendo. Así, cuando ve que nace una lágrima, ella salta con una broma, con un abrazo en forma de chiste que ilumina el camino oscuro que ha comenzado a atisbar. Es una reacción tan espontánea que algunos espectadores lo toman como una falta de empatía. Insisto, a ella le da igual lo que digan los otros si ha servido a su propósito: si ha calmado la angustia, si la ha hecho olvidar un segundo y ha despertado una sonrisa. Como le nace del alma, no se cansa de hacerlo una y otra vez. En realidad, lo lleva haciendo muchos años. Toda la vida. Porque Paz ha crecido rodeada de personas que necesitaban aliento, porque en su casa había siempre mucho amor pero, en ocasiones, nada que llevarse a la boca. Así que participaba en la economía sentimental del hogar aportando lo que mejor sabía hacer, alimentar las risas de una familia tan unida como numerosa.

En apenas unos meses de este maldito año,Paz Padilla ha quedado huérfana y viuda. Dos golpes terribles. Más en una persona especialmente entregada a los suyos, a los que se da en cuerpo y alma. Que no los toque nadie, que salta como una fiera. Y aunque no lo crean, estoy seguro que todo el dolor que ahora inunda su pecho, nos será devuelto en un torrente de humor que a veces nos parecerán fuera de tono, pero a ella le dará igual, porque lo hará una y mil veces hasta que consiga su objetivo. Porque ahí donde la ven, ella es muy tozuda. Y cuando algo se le mete en la cabeza, no para hasta conseguirlo. Y lo consigue esforzándose para dar lo mejor de sí misma, aunque a muchos no les parezca más que un puñado de chistes, bromas y ‘tontás’.

Hace más de diez años, Jesús Quintero me llamó para dirigir a Paz Padilla: «Quiero que la conviertas en la nueva Carol Burnett». Esa era mi misión en ‘Paz en la Tierra’, con el que Canal Sur quería relanzar su ‘late night’. Para un fanático de la tele como yo, Carol Burnett o Mary Tyler Moore son nombres que uno lleva grabados en la memoria: pioneras actrices cómicas al frente de programas en los que mostraban su talento y su capacidad para seducir a la audiencia con humor, al tiempo que sacaban lo mejor de sus invitados. Teníamos unas cintas de VHS como referencia para empezar a trabajar en un formato que fue creciendo con ella hasta liderar su franja horaria.

Nuestro programa se grababa con público en el teatro Quintero, en Sevilla. Paz era el corazón de un ‘show’ que ella hacía bombear con cada risa y cada aplauso. Así era fácil saber cuando podíamos ‘estirar’ un contenido o cuando un invitado no daba más de sí. En ocasiones, un representante nos avisaba de alguna cuestión delicada de una entrevista y nos pedía que no abordáramos ciertos temas: Paz seguía la orden y de pronto, sin venir a cuento, se saltaba el guion para sorpresa de todos. Pero mayor era nuestra sorpresa al ver que los invitados le seguían el juego y respondían a lo que no se podía preguntar. Y eso, queridos lectores, es un don.

Una tarde, la grabación se paró por problemas técnicos. Le pedí a un redactor que subiera a por una bolsa de bromas de un ‘Todo a 100’ que teníamos guardada para otro día y le comenté a Paz por pinganillo que la usáramos con Risitas, colaborador habitual del programa, que estaba con pocas ganas de quedarse sentado a esperar. Solo teníamos una cámara. Grabamos más de media hora de un contenido totalmente improvisado, desternillante, con todo el público aplaudiendo, riendo, alimentando ese corazón entregado al ‘show’ que tiene Paz Padilla.

Fueron meses muy intensos en los que aprendimos mucho, compartimos intimidades en los camerinos y nos reímos como pocas veces recuerdo haber visto reír a un equipo. También sufrimos de lo lindo, no crean que la televisión es un camino de rosas… Aunque ella intente convertirlo siempre en un camino de risas.

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