El duelo del año

El pasado martes, ’Sálvame’ (Telecinco) logró que el filósofo vienés Karl Kopper fuera TT. El autor de la paradoja de tolerancia aparecía entre #JorgeJavier y #Belén, los protagonistas de un duelo que prometía más tensión que el legendario protagonizado por Wyatt Earp en el O.K. Corral. ’Sálvame Naranja’ reunió al 22,6% de la audiencia: más de 2,3 millones de Apocalípticos e integrados.

Tras el choque de trenes del pasado ‘Deluxe’ -aquí te contamos cómo fue-, España volvía a partirse en dos. La España binaria, una vez más. Azul o roja. Con la Princesa del Pueblo o con el Dueño del Cortijo. Muchos quisieron ver un enfrentamiento político, pero no lo fue. En realidad, el estallido se produjo al llevar el conflicto al terreno personal: «Porque tú no lo vives» fue la frase con la que Belén encendió la llama tras una soflama de casi 20 minutos. Fue tal el terremoto que sacudió el sábado los cimientos del programa y produjo un tsunami cuyo oleaje arrasó el plató del martes.

Con humor pero preocupados por el cisma, el ‘neoreality’ del corazón decidió montar su I Cumbre por la Paz, con embajadores, sala de autoridades, coches oficiales, atriles y discursos. La idea de una firma de un tratado, sin vencedores ni vencidos, iba caldeando el ambiente: tanto que que cuando Lydia Lozano, anfitriona del encuentro, le preguntó a la de Paracuellos si llevaba preparado su discurso, el subconsciente la delató y estuvo a punto de responder ‘yo no me preparo los disgustos’. Pero el disgusto que se llevó ella fue mayúsculo.

Belén, la mujer que no sabría jugar a Tabú si la palabra prohibida fuera ‘yo’, llegó cargada de razones, miradas altivas y argumentos para una victoria moral. Pero se deshizo como un azucarillo en una limonada cuando Jorge, con un ‘outfit’ de camarada coreano que llevó al director, David Valldeperas, a pedir una pantalla partida para confrontarlo al líder coreano Kim Jong-Un, entró sin ánimo alguno de mover un dedo por su amiga. Es más, solo lo hizo (acompañado de San Judas, patrón de los imposibles) para pulsar el botón nuclear de la destrucción: «Belén solo sabe recurrir al llanto, a la queja y al cabreo. Pero la hemos comprado así». «Estoy harto del folclore emocional. Parece que si no lloras es porque no sufres». Ese campo de minas conducía a la guerra, con una confesión dolorosa y alguna exclusiva que destruyó el discurso ‘belenista’: «He vivido la pérdida de inocencia con Belén. Y en este viaje no la voy a acompañar». «Ella ha cobrado su sueldo íntegro». «Belén ya no es pueblo. Yo tampoco lo soy. El pueblo no vive en un chalet con piscina, no cierra una discoteca ni cena con Rosalía o con Pablo Alborán».

Jorge no mostró arrepentimiento y quiso sincerarse para explicar el motivo: «Me molestó mucho no encontrar la complicidad de una amiga. Yo sí que me sentí humillado». Le espetó sin dramatismo: «Tú tranquila, porque yo te he perdonado». Tras el drama, el cachondeo. Cuanto más se reía él, más desarmada se veía ella.

Hay algo que ha quedado claro de todo esto: que los de ‘Sálvame’ son unos ‘cracks’ a la hora de convertir cualquier anécdota en un ‘show’ capaz de sacudir a la audiencia, ya lo sabíamos; lo que también sabemos ahora es que a Jorge Javier el susto que casi le mata le ha cambiado la forma de ver la vida. «Para mí, esto no ha sido importante. Tengo claro que si me pasa algo, ella estará conmigo. Y si le pasa algo, yo estaré para ella». Saber lo que realmente importa es imprescindible para ser feliz. El resto es ruido.

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