Lynne Spears, madre de Britney Spears, es la última en unirse a los testimonios que piden la libertad de la cantante, pese a que hace escasos días dijese que el fin de la tutela a la que su hija lleva sometida 13 años le producía "sentimientos encontrados". En una declaración ante el mismo juzgado que lleva el caso de su hija, Lynne pidió (el día 1 de julio, una semana después de la durísima declaración de la cantante contando su terrible experiencia), que a su hija se le permita escoger su propio abogado, entre otras concesiones, y que se ponga fin gradualmente a la tutela, porque el retrato que hace de su hija es el de una persona que hace "años" que es capaz de valerse por sí misma. Pero, ¿por qué ahora? ¿Qué ha pasado en la vida de Lynne Spears para que se atreva a hablar ahora en contra de su exmarido, James Parnell Spears, el responsable final de la tutela?
Lynne Spears tiene hoy 66 años. Se crio en Louisiana, "entre serpientes de cascabel" y otros reptiles, en la misma tierra en la que criaría a su familia. Donde se casaría con James Spears a los 21 años, y tendría en 1978 a su primera hija: Britney. Por entonces, Lynne intentaba montar una guardería y su plan a largo plazo era ser maestra (profesión que ejerció durante años) y criar a su familia. El "alcoholismo social" de la zona, como lo calificaba en su biografía, es la excusa que pone Lynne para justificar que James se convirtiese en un alcohólico casi terminal, con varias crisis a lo largo de su vida que casi acaban con la misma.
El resto de características de James no pueden achacarse tanto a Louisiana: no sólo ha sido alcohólico casi terminal, también mujeriego, déspota y controlador. Es algo que han reconocido su hermano (en entrevistas con varios periódicos), su hija (en la declaración en la que deseo la cárcel) y hasta la propia Lynne, en ese libro de 2008, Through the Storm, en el que contaba su vida y la caída en desgracia de Britney.
Lynne se divorció de James definitivamente en 2002 ("la mejor decisión de mi vida", dijo en su momento), tras varios intentos previos, y varias advertencias a su estilo de vida, como coger una escopeta y liarse a tiros con la neverita de las cervezas tras uno de los muchísimos episodios de alcoholismo prolongado de James. Ese divorcio se lo había pedido Britney a su madre dos años antes, a la que había asegurado que nada le faltaría tras construirle una mansión de varios millones de dólares en su Louisiana natal y ponerla a sueldo de sus giras. En la biografía, Lynne cuenta que el divorcio vino tras "años y años de abusos verbales, comportamiento errático y total abandono habían hecho mella en la familia".
Un patrón que James ha conseguido repetir, al menos con su hija. Y a sabiendas de Lynne, porque James y ella volvieron a iniciar su relación en 2010, cuando Britney ya estaba bajo tutela. Para entonces, Lynne hacía tiempo que había dejado su profesión de maestra (algo de lo que siempre ha asegurado arrepentirse) para trabajar para Britney. Que ahora estaba bajo el control del padre.
Los rumores decían que la relación estaba ya rota en 2020, pero Ronan Farrow y Jia Tolentino, del New Yorker, hablaron con ella recientemente: su testimonio telefónico, en voz baja, desviando las respuestas, negándose a hablar de nada que no fuera ella misma, venía acompañado de una advertencia: colgaría el teléfono si "alguien de la familia" entraba en la habitación. No podía permitirse que creyesen que estaba hablando con periodistas.
Para hacernos una idea del caracter de ambos, en ese libro de 2008 Lynne Spears narra una historia terrible sobre el hombre con el que compartía su vida: tras tener dos hijos, Britney y su hermano pequeño Bryan, James le contó a su mujer y a su hermano, William, que había iniciado el procedimiento para hacerse una vasectomía. Cuando Lynne se quedó embarazada otra vez, William contaba a los tabloides que James entró en cólera y pidió una prueba de paternidad, asegurando que ese embarazo no podía ser suyo. Cuando en realidad nunca había llevado a cabo esa vasectomía, olvidada entre tantos episodios alcohólicos de varios días de duración. Ese tercer embarazo es Jamie Lynn Spears, la hermana pequeña de Britney. Llamada así para que quedase claro que era hija de los dos, habida cuenta de que James le había dicho a todo el mundo en principio que no era suya.
Ése es el hombre que, junto al manager de esa hija no deseada y un abogado apellidado Ingham concibió un plan para convertir la incapacidad temporal de su hija más famosa en un exprimidor de millones. Mientras, en estos 13 años, Lynne acompañaba a su hija en el día a día, a los partidos de fútbol de sus hijos o a las vacaciones autorizadas. Haciendo como que su hija no tenía permiso para ver a sus amigos, para denunciar en sus redes (en las que tiene censura previa familiar) lo que le pasaba, o que hacía "años", según la propia declaración de Lynne ante la jueza, que era "una persona capaz" a la que varias personas mantenían incapacitada. "Se me da bien esquivar [la realidad]", fue su lacónica respuesta a los reporteros del New Yorker.
La declaración de Lynne ha llegado en un momento en el que todo ha saltado por los aires: la empresa corresponsable de la tutela, impuesta a James tras varios excesos financieros, ha expresado su intención de abandonar la tutela, al no sentirse cómodos con la situación actual. El abogado, Ingham, ha dimitido fulminantemente, tras conocerse por boca de Britney que nunca le dijo que podía cambiar de abogado (algo que seguramente tendrá consecuencias, al haber ejercido más de abogado de James que de Britney y ocultado información a su cliente). El manager ha dimitido también, asegurando que Britney nunca volverá a actuar.
Ante la jueza, Lynne Spears ha hablado de la libertad de su hija, a la que siempre ha acompañado en su carrera. Pero en realidad es un golpe más, tal vez el último, al control de James. Y al mismo tiempo un intento de lavar su imagen (algo que Lynne ya ha hecho en ocasiones previas, dibujando una biografía en la que Britney era completamente feliz con su carrera, impulsada por sus padres desde que era una niña). De cara no sólo a la opinión pública, sino a lo que puede pasar tras el día 14 de julio, cuando se revise el caso de Britney. Que en su declaración previa dijo que lo que le haría feliz es ver a su familia en la cárcel por lo que le han hecho durante 13 años.
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