La reina de nombre imposible y amor real o cómo la muerte de un rey dejó tres viudas en España

Le pusieron María de las Mercedes (y una cola de veinticuatro nombres detrás). Y aunque aquel 24 de junio de 1860 nadie lo sabía, la mujer que se presentó durante el bautismo como su madrina sería la misma que, años después, se opondría férreamente a su felicidad: Isabel II, la hermana de su madre.

María de las Mercedes no era especialmente guapa, pero tenía un carácter vivaracho y simpaticón y unos tremendos ojos oscuros que cautivaban a la gente. Se crio en Sevilla, pero con el destronamiento de Isabel II y el triunfo de la Revolución de 1868 tuvo que marcharse del país junto a su familia. Y aunque su padre, Antonio de Orleans –duque de Montpensier– tuvo mucho que ver en la caída de la reina, unos años más tarde, y a pesar de que Isabel II estaba de uñas con su cuñado, los Montpensier reciben la visita en su casa de Auvernia de Isabel y su hijo Alfonso y ocurre la magia.

Si bien siempre se ha presentado la figura de Alfonso XII como la de un galán seductor, lo cierto es que su delicada salud le confería un aspecto pálido y una considerable delgadez.

Él tenía quince años, ella doce. Corría el año 1872. Cuentan que Isabel algo barruntaba y que, además de calificarla como una “mosquita muerta”, se negó desde el principio al idilio. Pero no sirvió de mucho, porque Alfonso había decidido hacerla su reina -a pesar de la oposición de la madre y de los políticos (que preferían una princesa europea)-. Así que, tras la Restauración borbónica y habiendo conseguido una cierta estabilidad en el país, el ya rey Alfonso XII anuncia su intención de casarse con su prima hermana María de las Mercedes y el pueblo, que está al tanto de la falta de apoyo de la pareja (en especial de la reina, por la que no sienten demasiado cariño), le da su bendición al grito de “El rey se casa por amor, como los pobres”.

El 23 de enero de 1878, Mercedes salió del Palacio Real de Aranjuez vestida de novia y llegó en tren hasta la Basílica de Atocha, donde la esperaban todos los invitados -a excepción de Isabel II, que no acudió al enlace en señal de protesta-. El pueblo la recibió entre aplausos y a su salida, siendo ya reina consorte, la alegría se desbordó de tal manera que el recién estrenado matrimonio no podía casi avanzar entre la multitud. Pero el júbilo no duró mucho, porque ese mismo año, a mediados de junio, la reina empezó a dar muestras de mala salud y dos días después de cumplir los dieciocho, el 26 de junio de 1878, murió de tifus.

Cuando la historia da paso al mito

El cadáver se expuso públicamente en el Salón de Columnas del Palacio Real y, según recogió Benito Pérez Galdós, “medio Madrid desfiló por la capilla ardiente” y fue tal la concentración de personas que hubo desmayos y síntomas de asfixia entre los presentes. Ese mismo verano, el propio Galdós escucha a unas niñas cantando una copla, mientras juegan al corro, que dice: ¿Dónde vas Alfonso XII/ dónde vas triste de ti?/ Voy en busca de Mercedes/ que ayer tarde no la vi./ Si Mercedes ya se ha muerto,/ muerta está, que yo la vi./ Cuatro Duques la llevaban/ por las calles de Madrid.

La versión más almibarada cuenta que la muerte de Mercedes dejó a Alfonso sumido en la más absoluta tristeza y que se retiró al Palacio de El Pardo, desde donde se escapaba continuamente a El Escorial, para ver la tumba de su esposa, sobre la que había hecho colocar la inscripción “María de las Mercedes, de Alfonso dulcísima esposa”.

La cara B del Romeo y Julieta más castizo

La versión más oscura habla de mentiras y traición. Y de que no es cierto que, para sacar a Alfonso de la depresión en la que se hallaba, su círculo político más cercano planeara un reencuentro con Elena Sanz, una diva de la ópera -nacida en Castellón- que ocupó las fantasías del joven Alfonso durante un tiempo en su juventud, hasta que él conoció a Mercedes. No. Las malas lenguas dicen que desde que Alfonso conoció a Elena en 1872 iniciaron una relación que no cesó nunca. Ni con la aparición de Mercedes, ni tras su muerte, ni al decidir por motivos de Estado casarlo en segundas nupcias con María Cristina de Habsburgo-Lorena.

Y entonces, ¿la historia de amor? Hay quien cree que no es incompatible que se enamorara de su prima hermana y mantuviera un romance, al mismo tiempo, con Elena. Otros ven en la figura de Mercedes una compañera ideal, que no daría problemas y que era muy querida por el pueblo (al que habían hecho creer que eran posibles los finales felices), lo que ayudaría a mantener la calma recientemente restaurada.

Lo cierto es que hay cartas que han trascendido hasta nuestra época (a pesar del firme propósito de la segunda esposa de Alfonso XII de destruirlas) y que sabemos que Elena Sanz contó con una pensión, concedida por el rey, durante gran parte de su vida para ella y sus hijos (hijos entre los que, por cierto, figura el primogénito del rey, que nunca llegó a estar reconocido).

El 25 de noviembre de 1885 murió Alfonso XII dejando tres viudas: María Cristina, la oficial, Elena, la amante a la que considera su mujer, y María de las Mercedes, que aunque llevaba años muerta seguía siendo, en el corazón del pueblo, la reina de España.

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