Las últimas veces que se ha hablado de Amaia Montero ha sido por temas alejados de la música. Esta vez, también, aunque con cierto aroma a aquellos años en los que conoció la fama de la mano de La oreja de Van Gogh. Efectivamente, tras esa advertencia sobre que se había cansado de que se hablara de su físico y que no le iba a temblar el pulso a la hora de emprender medidas legales, la polémica esta vez ha nacido en Twitter por un feo gesto de la mujer que la sustituyó como vocalista de la banda: Leire Martínez.
Un fan del grupo decidía colgar en la red social un inocente vídeo de alardeo con todos los álbumes de la banda firmados. Claro, Amaia no recordaba haber estampado su rúbrica en ellos… y si estaba la de Leire. Incluso en los trabajos de la etapa de Montero. Ese era el origen del conflicto que iba aumentando de temperatura.
«Impresionante colección en cuanto a la cantidad de material, pero ninguno de los míos está firmado por mí…y eso hace un tanto extraña, por no decir otra cosa, dicha colección», era el primer comentario de la discordia. El que iniciaba ese incendio.
Los seguidores que llegaban a ese tuit, le reprochaban el comentario a Amaia, que lejos de achantarse o dejarlo estar, lanzaba un ataque directo a Leire: «Jamás firmaría un disco que no me correspondiera…por pura honestidad y respeto«.
Ante la insinuación de otro tuitero de que pensaban que no le apetecería firmar esos álbumes de su pasado, ella se indignaba: «¿Me estás diciendo en serio que piensas que renegaría de mis propias obras? Donde me deje la vida y me entregué en cuerpo y alma como en cada disco que he hecho desde el primero hasta el último y los que quedan… Es una broma, ¿no….?
Amaia ya no entraba más al trapo de las respuestas de ese hilo, pero su cabreo no terminaba ahí, porque una revista hablaba de que la cantante no trataba con justicia a sus ‘followers’. Y les lanzaba un mensaje más que contundente, escrito sobre una imagen, para no necesitar varios tuits.
«Me quiero comprar una casa de ’28’ millones de dólares en Malibú (California), ¿creéis que alguien podría convencerla (refiriéndose a Leire) (no sin antes arrodillarme ante ella, por supuesto) e implorarle que firmara todo el papeleo y lo que conlleva dicha transacción? Sería maravilloso, eso sí, la casa a mi nombre y todos invitados», se podía leer en ese texto.
Para rematar, y para que el cabreo quedase firmemente reflejado, le dedicaba un ‘unfollow’ a Leire y, un par de días después, realizaba una reflexión que no era más que el reflejo de que las cosas ya no serán como antes: «Ninguna amistad lo es realmente hasta que pasa por una decepción y logra renacer de nuevo… ajustada. Lo demás son quimeras».
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