La web Vanitatis continúa tirando del hilo de esa historia que supuso el fin de la relación entre Rocío Carrasco y si hija, Rocío Flores. Un tema sobre el que ni una ni otra han querido manifestarse nunca. La segunda de ellas, porque sale muy perjudicada en el relato de una historia cuya sentencia vimos, de manera parcial, hace una semana, la primera, porque a pesar de todo lo que se ha dicho de ella durante la última década y lo que se ha puesto en tela de juicio su papel como madre, ha querido proteger a la que siempre será su hija. Pase lo que pase.
Hoy, Vanitatis asegura que, tras esa sentencia de la pelea en la que se puede leer que la joven agredió físicamente a su madre, que necesitó asistencia médica por los golpes recibidos, Flores se negó a cumplir la pena tras los recursos interpuestos por su padre, Antonio David Flores, en su nombre, que fueron rechazados por la Justicia. Dicho de otro modo, los magistrados siguieron sosteniendo que Carrasco era quien llevaba la razón y que su hija debía realizar ciertos trabajos a la comunidad.
En la sentencia, sin embargo, se puede leer como aceptan que la joven renuncie «voluntariamente a la realización de las tareas/actividades encomendadas en cumplimiento de dicha medida y, tras no consentir, aceptan el cumplimiento de la medida alternativa impuesta». Este medida alternativa no fue otra cosa que seis meses de libertad vigilada para asegurarse que los episodios de ira y violencia, que Rocío hija había admitido haber tenido con anterioridad a los hechos que levaron a esta situación, no volviesen a suceder.
Así, entre el 5 de octubre de 2013 y el 2 de abril de 2014, Rocío estuvo vigilada en todos sus movimientos de su vida cotidiana, procurando corregir las conductas que pudieran ser constitutivas de que regresase a la senda del uso de la fuerza, como había pasado en el domicilio de su madre aquella mañana que una nectarina provocó una escena indeseable.
Una vez transcurrido ese tiempo y tras varias reuniones mantenidas por un psicólogo y un técnico, que concluyó que la evolución de la menor había sido positiva, pudiendo continuar con su rutina sin nadie que le siguiese los talones. Cómo quedó de dañada la relación con su madre, es otro cantar.
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