Leonardo Faccio: La reina Letizia y su exmarido siguen siendo amigos, incluso ha tenido una cena con él y el rey

Desde que un día de 2011, y casi por azar, un periodista de televisión, excompañero de la entonces princesa, le hablara de ella como alguien que quería ser la mejor en lo que hacía, Leonardo Faccio (Buenos Aires, 1971) ha pasado más de siete años buceando en la hemeroteca, leyendo y entrevistando a más de cien personas para escribir, primero un perfil que publicó en la revista Etiqueta Negra y después el libro Letizia, la reina impaciente (Ed. Debate) que ahora publica. “Recuerdo que me habló de una periodista que, como ninguna otra, pedía repetir más de cinco veces las tomas porque quería que quedaran perfectas. Aquel patrón me atrajo”. Empezó a reportear en México en 2013, “como quien empieza a interesarse por una historia, a hablar con gente”, dice. Y poco a poco fue armando, explica, una red de contactos que le condujeron de una persona a otra. “Había que respetar la lentitud natural de las relaciones sociales. Esperar a las mejores personas y los mejores momentos”. Así ha logrado que el padre de la reina o su exmarido, Alonso Guerrero, hablen por primera vez. Sentado frente a una infusión nos desvela los entresijos del libro en exclusiva.

¿Por qué decidió escribir este libro? ¿Qué le interesaba de Letizia?
Me interesa el poder. Pero no el poder político, sino el que tienen estos capitales simbólicos como el de la monarquía y las mujeres de la realeza, en este caso encarnado en la reina. Me interesa lo que ella provoca, esa capacidad de movilizar sentimientos y opiniones. Conocer de dónde parte esa influencia, cómo se construye y de qué manera llega a la gente. Fíjate que en España las revistas más leídas son de prensa rosa, y la reina pertenece a esa cultura del espectáculo. Son ellos quienes cuentan su vida. Mi idea era sacar al personaje de esa lógica editorial para darle a la persona una perspectiva histórica. Quería ver qué lugar va ocupando, en comparación con otras reinas, y cómo se ha ido afianzando en esta nueva identidad. Porque en poco en tiempo pasó de ser plebeya y princesa a ser reina. Quería delinear cómo se reinventó.

¿Qué ha aprendido en este tiempo de la monarquía? ¿Qué le ha sorprendido de la Reina que no sabía?
Me sorprendió el trato que han recibido la mayoría de las reinas de España. Son personajes menoscabados. Incluso en sus representaciones siempre las muestran en sus horas más bajas. Solo hace falta entrar al Museo del Prado y ver a reyes en actitud altiva y a las reinas representadas en los peores momentos de su vida, mujeres sufrientes. A mi me interesa la figura femenina en las monarquías porque creo que tiene un poder simbólico enorme, continuo en la literatura, a veces imperceptible pero siempre presente, en una institución que es patriarcal. De la reina Letizia me sorprendió algo que sabía pero que constaté en vivo: su sinceridad, su cercanía impetuosa. La sensación de que estás hablando con una colega. Podría haber marcado una distancia mucho mayor conmigo. Pero no lo hizo.

En una de esas ocasiones la reina le pidió, básicamente, que escribiera bien sobre ella y el rey. ¿Lo sintió como una amenaza velada?
Podría leerse como una amenaza, pero yo no lo recibí así, sino como un gesto de absoluta sinceridad, de alguien que te está diciendo lo que piensa. Creo que cualquier persona prefiere recibir elogios y no críticas. Es natural. Pero la mayoría no lo dice.

Pero cuenta que ella le presenta ante el rey y dice: “Este es el periodista que escribirá bien sobre nosotros”.
Sí… Y el rey se ríe. Es verdad que el temperamento de la reina suele ser imperativo, su forma de hablar está en sintonía con el de una presentadora de televisión. Es un tono asertivo, de urgencia, veloz. Es el tono que ella emplea al hablar de manera informal.

Usted ha entrecomillado y citado a la reina. Incluso cuenta las advertencias que le hacen sus escoltas sobre lo que usted puede o no relatar. ¿Por qué ha decidido saltarse el pacto de no publicar nada de lo que la reina diga fuera del discurso oficial?
Como todo, los pactos van cambiando, se van modernizando. Esto forma parte de la nueva relación entre la prensa y la monarquía. Ahora se publican cosas que antes eran impensables. Y los reyes también tienen un proceder más desestructurado. Si no, imagino que la reina no hubiera tenido algunas de las reacciones que tuvo conmigo. En cualquier caso, no son declaraciones, son reacciones que describen un carácter y nos permiten conocerla.

¿Y hay algo que le dijera que usted ha preferido mantener en el off the record?
No. Aunque hablamos sobre algunas cosas más. Pero no eran reseñables. Sus reacciones, en cambio, elegí contarlas porque revelan su espontaneidad.

"De la reina Letizia me sorprendió algo que sabía pero que constaté en vivo: su sinceridad, su cercanía impetuosa"

Su libro pone sobre el papel dos Letizias. La mujer feminista, republicana, peleona, libérrima, la chica que vivió siempre rápido en contraposición a una mujer que vive en una institución que la pone en un segundo plano y no en igualdad al rey, monárquica, católica, que ahora tiene que ir a la lenta velocidad de palacio. ¿Cree que esas dos Letizias luchan hoy entre sí?
Sí. Todos podemos verla. Por ejemplo, en un acto sobre la infancia dijo que todas las niñas deberían tener derecho a ser quienes quieran ser en cualquier lugar del mundo. Como ella lo tuvo en su propia familia. Pero ahora sabe que sus hijas no pueden tener ese derecho, porque tienen un deber predestinado. Todos estamos hechos de renuncias y contradicciones y no podemos exigirle a nadie, por más público que sea, que no las tenga. La reina se crio con códigos opuestos a los que hoy debe aceptar.

El libro habla mucho sobre quién es la reina, pero muy poco sobre sus relaciones con su marido, con los reyes eméritos, con sus hijas. ¿Por qué?
No estoy de acuerdo, tengo otra percepción. Hablo de sus relaciones, pero a partir de ella. He bosquejado algunas singularidades del trato familiar, pero obviamente no recaigo en detalles de su vida íntima porque ese no es el objetivo del libro.

Para este libro ha logrado hablar con su exmarido Alonso Guerrero, su examante mexicano y editor del diario siglo XXI, su padre Jesús Ortiz, su abuela Menchu, su tutora en el colegio y profesora de inglés. Son muchas las fuentes que, por primera vez, hablan. ¿Cómo lo ha conseguido?
Fue necesario mucho tiempo. Las entrevistas son procesos. Pero algunas de estas fuentes del pasado o de la infancia sí que habían hablado en medios impresos. En el caso de la abuela, hablamos de su pasado en la radio, del Oviedo de su juventud, de la censura franquista, de la educación que dio a sus hijos. Me dijo que ahora se dedica a leer y escribir y que prefería guardar silencio. Ya había dado entrevistas cuando tenía que hablar y, efectivamente, lo había hecho en medios de Oviedo. Lo cuento en el libro. Algunas desus apreciaciones provienen de ahí. Por eso es importante el trabajo de hemeroteca. En el caso del padre: fui a su oficina, pedí hablar con él y me dijeron que en ese momento no estaba. Les expliqué mi interés, dejé mi email y me fui. A los pocos días, él me escribió. Tuvimos largas conversaciones, primero por email, porque yo necesitaba verificar informaciones muy básicas. Y luego le pedí hablar sobre su madre, porque la figura de la abuela es muy importante. Finalmente, me recibió. La conversación giró en torno a aquellos días de su infancia, su juventud, sus lecturas y su lugar como padre, porque los padres de la reina tuvieron a sus hijas siendo muy jóvenes, y al principio de su relación vivían en la casa de la abuela.

¿Qué le pareció él?
Me pareció un hombre con amplitud de miras, un hombre que siempre hizo un esfuerzo por superarse y mirar por fuera de las colinas de Oviedo. De alguna manera, eso explica los viajes que hacía en coche por toda Europa con su familia, tratando de inculcar a sus hijas que el mundo es grande y que hay muchas posibilidades, pero que hay que crearlas. Él habla de supervivencia. Sin entrar en detalles personales, porque obviamente no iba a contar intimidades. Pero creo que es revelador saber con qué intención y de qué manera él y su esposa han criado a sus hijas.

"La reina se crio con códigos opuestos a los que hoy debe aceptar"

¿Y cómo fue el encuentro con Alonso Guerrero, su ex marido, que tampoco ha hablado casi nunca?
A su exmarido llegué a través de un amigo de él que a la vez conoce a un amigo mío. Empezamos a escribirnos por email. Hasta que un día fui a Alcalá de Henares a encontrarme con él. Hablamos más de cinco horas y después seguimos conversando por teléfono y correo electrónico.

Él le cuenta algo que no se sabía. Que la reina y él siguen siendo amigos.
Ah, sí, me lo contó con mucha naturalidad. Me dijo que a veces se reúnen a charlar, a tomar un café y que incluso ha tenido una cena con ella y el rey. Es una relación que ha durado tantos años que ha terminado derivando en una amistad.

"Un académico que me contó que después de un acto la vio abrir el bolso y le sorprendió ver que tenía un paquete de Marlboro"

Ha conseguido todos estos testimonios y, sin embargo, en el texto, los pone al mismo nivel que las informaciones que ha recogido de la hemeroteca, de las citas de libros… ¿Por qué no ha puesto más en valor las fuentes de primera mano?
Es una decisión. Porque si en un coro de voces alguna de ellas se eleva por encima de otra, o hace un solo demasiado largo, resta protagonismo al resto y a la idea que uno quiere ensayar. En ese sentido, todas las voces están en función de una idea que debe desarrollarse. Si alguna de estas fuentes prevalece, se corre el riesgo de distraer y perder de vista la idea fundamental del texto. En el libro todos, yo también, estamos en función de un relato, de un perfil biográfico.

El retrato que se desprende de la reina es muy duro. Usted mismo lo resume: “Los compañeros de trabajo la recuerdan responsable, insegura, perfeccionista y déspota. Los familiares no olvidan su carácter obsesivo y dominante. Los periodistas la ven obsesionada con su imagen”.
En realidad lo que señalan, más que rasgos negativos, son paradojas y contradicciones. Que se hacen más visibles cuando una persona es pública, pero mucho más incluso cuando esa persona es pública porque pertenece a una institución que, en principio, no admite la duda, es un acto de fe. Cuando ella viene de un ámbito dónde su herramienta de trabajo es la duda, la paradoja,el ensayo y el error. Lo que señalan desde afuera son estas contradicciones. También es verdad que como ella venía de otro mundo parece que la gente se siente con más permiso para criticar y juzgar.

Ha hablado también con David Rocasolano, el primo de Letizia. Él le dice que tiene grabadas conversaciones sobre temas económicos con los reyes. También le cuenta que el dinero negro en la Casa del Rey no es un asunto del pasado ni exclusivo de Don Juan Carlos. “Iñaki no ha hecho más que repetir lo que hacen los demás”. Y afirma que guarda comprobantes de cuentas bancarias de ambos y de los negocios que hizo con ellos. Usted le ha pedido las pruebas de esas grabaciones y él no se las ha mostrado. ¿Por qué ha decidido publicarlo si no ha podido comprobar si es verdad?
Porque él se referencia como observador directo de ese hecho. No habla de oídas. Es abogado. Dice que escucha en primera persona hechos irregulares y guarda documentos. ¿Qué sentido tiene comprometerse si no fuera cierto? Es diferente si alguien te dice: ‘Yo escuché o vi’, al pasar, sin dar precisiones. Él se reserva información, pero habla por él mismo y se reafirma en una entrevista presencial y telefónica grabada. Todo esto, por supuesto, fue consultado y charlado con mis editores.

Pero acusa a dos personas, los reyes de España, de hechos muy graves.
Pero habla desde su experiencia personal. En cualquier caso, yo pedí réplica en la Casa Real, pedí la oportunidad de contrastar el libro y antes el perfil que publiqué en Etiqueta Negra, pero no me dieron esa posibilidad. Lo aclaro en el libro.

También ha decidido publicar una historia que no le explicaron en primera persona. Un compañero de EFE de Letizia, le cuenta que un amigo suyo, ex amante de la reina, había recibido una llamada de ella, justo antes de convertirse en princesa. Le amenazó a él y su familia si contaba algo sobre su pasado.
En ese momento ella se sentía vulnerable. No quería que se revelase su intimidad. Su nuevo estatus le exigía silencio y estaba a la defensiva. He chequeado la información. Para hacer el libro hablé con más de cien personas, pero no pueden aparecer todas citadas y algunas de ellas no quieren figurar. En este caso la persona que corrobora prefiere quedar en el anonimato, pero ha mostrado pruebas.

Ha hecho usted una afirmación que no sé si se va a creer nadie en España. Que la reina sigue fumando.
Se pueden ver muchas fotos de la reina de joven con un cigarrillo en la mano, pero nunca fue un hábito permanente, era más una fumadora social. Después este tema me lo han ido comentandomientras reporteaba en diferentes entornos. Recuerdo un académico que me contó que después de un acto la vio abrir el bolso y le sorprendió ver que tenía un paquete de Marlboro. Pero bueno, tampoco me parece algo extraordinario.

Y desvela usted algo que hasta ahora no se sabía. La verdad sobre el incidente con la reina Sofía a las puertas de la catedral de Mallorca. ¿Quién le dijo que ambas tenían un pacto de no fotografiar a las niñas en sitios religiosos?
Un amigo suyo de la tele me quiso hacer llegar que existía este pacto entre ambas de no fotografiar a las niñas en espacios religiosos. Y que, por lo tanto, había alguna razón para lo que pasó. Luego pude corroborarlo. Lo cuento en el libro. Suena lógico, la reina representa un Estado aconfesional. No era una explosión injustificada. A su amigo le parecía algo injusto que la atacasen. Ella solo exigía que se cumpliera lo que habían acordado.

¿Cómo le gustaría que ella entendiera el libro?
Como todos: uno tiene la esperanza de que la gente entienda el sentido general de lo que uno escribe. Y que entienda el desafío del ensayo en sí mismo. Pero es una quimera, una ilusión, porque cada lector o lectora es un mundo.

"Un amigo suyo de la tele me quiso hacer llegar que existía este pacto entre ambas [Sofía y Letizia] de no fotografiar a las niñas en espacios religiosos"

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