No es que ETA no estuviera contada en el cine, de ‘Operación Ogro’ a ‘La muerte de Mikel’, pasando por ‘Yoyes’, pero quizá es después de dejar las armas cuando la organización terrorista es objeto de la mejor ficción y de los más puntillosos documentales. Está ‘La línea invisible’ y ‘Patria’ en ficción televisiva. Y en documentales, ‘El instante decisivo’ (Atresplayer Premium) o ‘El desafío: ETA’, que Amazon estrena el 30 de octubre.
En cine, lo último es ‘Ane’, un drama familiar con ETA detrás, aunque no se la mencione. La historia de la película de David P. Sañudo ocurre en 2009, en un pueblo donde han empezado a construir el tren de alta velocidad (la Y vasca), uno de los últimos objetivos de la banda. Y en la contestación a la obra están Ane, de 17 años, y Lide, su madre (Patricia López Arnáiz). La violencia y el contexto político de fuera se mete en casa. Lo social influye en lo íntimo y una madre se da cuenta de que no conoce a su hija.
Trump contra el director del FBI
Disponible en Movistar+ y antes que en EE.UU., ‘La ley de Comey’ se ha estrenado antes de las elecciones. Su director, Billy Ray, enfureció cuando le dijeron que la dejaban para finales de mes. Le parecía necesario hacerlo antes. Y claro que es partidista ver a ese Trump (Brendan Gleeson) enfrentado a James Comey (Jeff Daniels), exdirector del FBI. Y de fondo la corrupción, la política, el periodismo.
Dos entregas sobre el testimonio real de Comey (sobre su libro ‘A higher loyalty’). Las investigaciones a Rusia por interferencias en las elecciones o los correos de Hillary. El segundo capítulo sigue la relación entre Comey y Trump. Cuando la verdad dependía de tu bando, con lo difícil que es mantenerse al margen. A la mujer de Comey la interpreta Jennifer Ehle y a la exfiscal general Sally Yates, Holly Hunter. ‘La ley de Comey’ es entretenimiento con fines de influir.
Esperanza en el caos
No tengo muy claro que ‘Departamento de especulaciones’, de Jenny Offill, fuera una novela. Esa forma fragmentaria de escribir se repite en ‘Clima’ (también en Asteroide). Offill (1968) escribe de esto y lo otro, a cachitos, y arma una narración. Aquí hace un retrato de los EE. UU. de Trump a través de una bibliotecaria en Brooklyn, su hijo, su marido, su hermano adicto y una profesora que tiene un ‘podcast’ sobre cambio climático y recibe cartas de toda clase de chiflados. Pero la furia, el caos y la previsión del apocalipsis no excluyen el humor y la esperanza.
Zenobia
Zenobia Camprubí murió el 28 de octubre de 1956, dos días después de que a su marido le dieran el Nobel de Literatura. Pero la polifacética Zenobia era mucho más que la mujer de Juan Ramón Jiménez. No necesitaba a otra persona para ser feliz, pero se enamoró del poeta y se entregó, haciéndole la vida más fácil y cuidándole su delicado estómago.
La hemos leído en sus cartas, en sus diarios. También sobre ella en los de Trapiello o en ‘La cocina de Zenobia’. Ahora, Emilia Cortés publica una biografía: ‘Zenobia Camprubí. La llama viva’ (Alianza Editorial). Lo que hace Cortés en un libro no muy largo es mostrar a su biografiada a través de sus propias palabras, siendo la herramienta para dar a conocer a esta mujer singular.
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