Mata Hari y su conexión con Sara Montiel

Durante muchos años, en España se tuvo la idea de que a Mata Hari la habían fusilado por culpa de Raquel Meller. Un siglo después, los pormenores de su detención siguen siendo un misterio, pero sabemos que la acusación contra la cupletista es falsa.

También sabemos que el bulo fue propagado por el senador Emilio Junoy. Según declaró éste en la prensa española, el famoso escritor de Guatemala con el que se había casado Raquel Meller, Enrique Gómez Carrillo, se enamoró de la espía en la época en la que esta actuaba en Madrid. Eran los años de la Primera Guerra Mundial. Mata Hari rechazó al guatemalteco, pero la historia llegó de todos modos a oídos de Raquel Meller y esta juró vengarse de la belga.

Mata Hari, según Junoy, no planeaba regresar a Francia hasta que un amante que tenía en el ejército francés le telegrafiara con el mensaje de que el viaje era seguro. Pues bien: Raquel Meller, enterada de todo el asunto, le envío un telegrama firmado con el nombre del soldado, apremiándola para que regresara a París lo antes posible. Fue entonces cuando la bailarina fue apresada por la policía francesa y culpada de espionaje. Moriría en la ciudad de Vicennes el 15 de octubre de 1917, de un tiro en el corazón. Cuando, en 1925, la cantante de La violetera viajó a Roma y se entrevistó con el Papa Pío XI, en Madrid empezó a decirse que lo hizo para ser absuelta de la muerte de Mata Hari.

Al final el propio Gómez Carrillo tuvo que desmentir el rumor sobre la Meller. Ni se había visto nunca con Mata Hari en Madrid, ni cuadraban las fechas del invento de Emilio Junoy: la espía fue fusilada en 1917 y él no se casó con Raquel hasta 1919. Lo más extraño de todo es que el senador y el escritor eran amigos, y que siguieron siéndolo después de que Junoy propagara el bulo sobre la cupletista. También sorprende que Junoy fuese de verdad amante de Mata Hari y que, en 1923, Gómez Carrillo publicase un libro sobre la espía. Un año antes, se había divorciado de Raquel Meller. Huele a broma de los dos amigos a costa de la ex del escritor. O a montaje publicitario. La pareja había terminado como el rosario de la aurora.

Si caló tanto el bulo seguramente fuese por la mala leche que siempre se le conoció a la Meller. Dos años antes del fusilamiento de Mata Hari, la cupletista había llegado a las manos con La Argentinita, una artista conocida por sus imitaciones de estrellas como Pastora Imperio, Amalia Molina… o Raquel Meller. “A Raquel Meller le molestaba que la Argentinita hiciese su imitación”, leemos en el Heraldo de Madrid del 5 de noviembre de 1915. Por eso decidió presentarse una noche en el Teatro Romea de Barcelona y encararse con ella.

“En cuanto apareció la Argentinita en escena para parodiarla, Raquel Meller abandonó su asiento, descendió al primer pasillo y tuvo acceso en el escenario (…) Se cerraba la cortina en aquel momento, y a punto de descorrerla de nuevo para que la Argentinita saludase al público, que la ovacionaba con entusiasmo, Raquel Meller llegó hasta ella, que no la vio y menos aún pudo evitar que descargase sobre su cara la diestra abierta ”. La pelea se publicó hasta en un periódico de Nueva Zelanda.

A la que también hubiese fusilado Raquel Meller es a Sara Montiel. Cuando en 1957 se estrenó El último cuplé, la Meller se había retirado. Lo mismo que el personaje al que da vida en la película la manchega, María Luján, una cupletista olvidada. “Canta como un sereno”, diría Meller de la Montiel. En la película ésta interpreta uno de los cuplés más conocidos de Raquel, Relicario. Otra de sus canciones, La Violetera, inspiraría la siguiente película de Sara. Para colmo, en 1962, la de Campo de Criptana protagonizó La reina del Chantecler, una historia de espías y cupletistas donde Mata Hari, interpretada por Greta Chi, es uno de los personajes secundarios. Qué duda cabe de que los guionistas de la película se inspiraron en los chisme de Emilio Junoy.

También fue coincidencia que la última actuación de Raquel Meller en Madrid tuviese lugar en el mismo teatro que Mata Hari había inaugurado en 1906. Hoy el Central Kursaal, frontón por el día, music-hall por las noches, es una tienda de informática y electrodomésticos, pero en tiempos mejores dio a los madrileños veladas gloriosas. Merece la pena reproducir la crónica del show de Mata Hari que escribió el periodista Francisco Serrano Anguita :

“Por fin, sobre el tabladillo portátil, (…) apareció Mata‐Hari, desnudos los pies y envuelto el cuerpo en amplias gasas de tono gris, que revoloteaban en los giros de una danza lenta y grave, con mucho estirar los brazos, y mucho empinarse en puntillas, y tender las manos hacia las bambalinas, y echar para atrás la cabeza, agitando la rizada melena. (…) Y, en vista de que aquello se prolongaba, comenzó el bullicio: ‐¡Caray, qué tabarrón! ‐¡Párate un poco, matachinches! ‐¡Lo ha “tomao” con ganas! –¡Pronto unas medias, tú! ‐¡Tango! ¡Tangooo! Mata‐Hari, desconcertada, interrumpió la danza. Arreciaron los bastonazos, taconeos, denuestos y silbidos. Hasta que la bailarina quedóse inmóvil en el escenario. Con un gesto de rabia y de orgullo rasgó las gasas y se desprendió de ellas… ¡Entonces sí que tabletearon los aplausos!”.

Menos éxito tuvo Raquel Meller. A finales de los años 50, y animada por el resurgir del cuplé gracias a las películas de Sara Montiel, la estrella quiso volver a los escenarios y entró a formar parte del espectáculo de variedades Los Vieneses, de Artur Kaps. Cuentan que su actuación en el Gran Kursaal, entonces llamado Teatro Madrid, fue desastrosa. Con sus setenta años, la voz ya no le daba para entonar La violetera o Relicario. El público empezó a abandonar la sala. De haber podido, Raquel Meller los hubiese fusilado.

Artículo publicado el 16 de octubre de 2017 y actualizado.

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