Carmen Díez de Rivera, la musa verde de la transición

Pocos días antes de morir, Carmen Díez de Rivera (Madrid, 1949-1999) aún planeaba viajes y daba largos paseos por las cercanías de la casa de su amiga Sweety Quintana en Torrelodones (Madrid). En una de esas caminatas "la musa de la reforma", como la apodó su amigo Francisco Umbral —calificativo que Carmen consideraba "sexista y peyorativo"– se encontró “un vestigio antiguo". "En realidad era una tubería de cemento, pero me obligó a cargar con ella y a enterrarla en el jardín hasta que se cubriera de hierbas. ‘Así te recordará a mí’. Y ahí sigue", contó Quintana en la última edición de Españolas por descubrir, el ciclo con el que el Círculo de Orellana reivindica figuras femeninas históricas. Carmen no solo lo fue: 20 años después de su fallecimiento la simple mención de su nombre llena auditorios.

La anécdota de la tubería es un ejemplo de su fortísima personalidad, la que le permitió, entre otras cosas, convertirse en la primera –y, hasta la fecha, única– jefa de Gabinete de un presidente del Gobierno: Adolfo Suárez. Su papel en la legalización del PCE es conocido, su activismo medioambiental quizá no tanto. Eurodiputada por el PSOE en 1986, luchó contra la contaminación acústica o a favor de la ecotasa. Entró en la Comisión de Medio Ambiente, Saludo y Consumo por una obligación personal.

"Tengo que defender algo en lo que creo", decía esta "ecosocialista" que, fumadora empedernida, clamó por el cierre de las tabacaleras. "Y entonces, tendré que dejarlo". Además de la política y cultura, su gran pasión era el mar. Se compró una casa en Menorca, pero no se limitó a disfrutar de la isla, de los amigos que hizo allí: se propuso que Bruselas declarase el Camí de Cavalls patrimonio histórico de España. Y, naturalmente, lo logró.

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