Dos días después de la presentación de Bad Boy, Carolina A. Herrera (Caracas, 1969) aún tiene la voz un poco tomada. La directora creativa de Fragancias de Carolina Herrera orquestó una cena privada en el Museo del Prado y, un día después, una fiesta para 900 personas de la que apenas comentaremos que nadie se hizo selfies. “Eso es lo mejor que me podrían decir. Yo no tomé fotos con el móvil, ni en la cena ni en la fiesta. Nuestra mesa fue superdivertida. Todo el mundo rio, charló, compartimos intimidades. ¡Porque estábamos divirtiéndonos, no pendientes de tomar la foto del vino, de su nombre! ¿A quién le importa? Estábamos a la conversación. Eran mesas de 20 y yo hablé con el de allá. Mira, estoy sin voz”.
—¿Quiso recuperar el ambiente del Studio 54 al que iba su madre, Carolina Herrera?
—Eso es lo que queríamos lograr, una especie de diversión, de mezcla. Estamos muy cómodos diciendo: “Yo, yo, yo. Porque yo soy así, porque yo leo esto, porque yo hago esto. Porque yo me como esto, porque yo me visto así”. Y el mundo es más que eso. Hay que tener curiosidad por los demás, aunque no sean de tu círculo ni vistan como tú, ni coman como tú… ni piensen como tú. Más ahora, que el mundo es global. Me divierte mucho, en la fiesta y también en lo personal, un poco de sal y pimienta.
Herrera insistió en festejar el lanzamiento de Bad Boy, la versión para hombre del perfume Good Girl que la firma comercializó hace tres años —“Y que está a punto de entrar en el top ten de las más vendidas”, revela— en Madrid, la ciudad donde vive con sus tres hijos: Olimpia, Atalanta —es una apasionada de la mitología griega— y Miguel. “Queríamos enseñar lo maravilloso que es este país y las fiestas que se dan. Mi hermana Patricia no había venido a ninguna y esta vez la convencí. Alucinó. ‘Mucho mejor que en Nueva York’, me decía”. La hija de la célebre diseñadora de moda Carolina Herrera —quien cedió en 2018 el testigo creativo de la marca al estadounidense Wes Gordon— y del aristócrata Reinaldo Herrera se afincó en España hace más de 15 años. “¡Guau!”, exclama cuando le preguntó si el país ha cambiado desde entonces. “Yo lo veo superdiferente, pero para mejor. Hay una especie de explosión de lugares, de museos. Madrid es hot. Todos mis amigos de fuera quieren venir”, cuenta sobre la ciudad, de la que ama el Prado, el parque del Buen Retiro o el barrio de las Letras.
“Madrid me huele a claridad. No hay días tristes, el cielo siempre está azul”, me cuenta mientras desgrana los ingredientes de Bad Boy, en cuyo proceso de elaboración —que se ha prolongado durante los últimos tres años— ha estado inmersa. “Hemos trabajado los ingredientes de Good Girl, pero de forma diferente. El toque best seller, la tonka, aquí lo tostamos. La bergamota y la salvia le dan esa nota brillante. La tonka con el cacao… La mezcla de la luz y la oscuridad de ese par de increíbles crea el relámpago que es Bad Boy”, explica.
—¿Por qué los chicos malos resultan tan atractivos?
—Ah, bueno. ¡Esta es facilísima! Porque son pícaros. Medio canallitas, divertidos. Y en el fondo tienen un corazón… maravilloso y son muy nobles. Un bad boy no es un bad criminal. Un chico malo siempre es más divertido. Y una chica mala, también.
—¿Usted atravesó su etapa rebelde?
—Sí, y todavía la tengo. Y que no se pierda. Era pícara y hacía cosas traviesas, y aquí estoy. La vida es el ying y el yang. Hay que encontrar el equilibrio entre lo claro y lo oscuro, y no temer a las sombras.
—¿Y darles rienda suelta?—Por lo menos, aceptarlas. Y decir “vete” cuando no tienen que estar.
Cuenta Carolina A. Herrera que, “a sus 50 años”, gran parte de ellos en la Lista de los Mejor Vestidos de esta revista, sus padres aún le dicen cosas como: “Qué te vas a poner para el desfile” o “¿Dónde vas así? ¿Ya estás peinada?”. Pero que los consejos que recibe de ellos son más “del alma”: “No pierdas la curiosidad. Ten los pies en la tierra. Todo es pasajero. Lo que importa es lo que tienes en la cabeza, en tu corazón y en tu alma, no lo que dicen los demás de ti. No le eches cuentas, ni a lo bueno ni a lo malo”.—Se rumorea que planea el lanzamiento de una línea de maquillaje.
—Puede ser. Tenemos muchos proyectos, superdivertidos todos. Digo: “¡Guau, dónde vamos!”. Es maravilloso.
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