Comando al sol sale en busca de macizos y calas. El programa se descuelga por el desfiladero más largo de España para llegar al Valle de Liébana. Conocerá sus costumbres, su gastronomía, algunos de sus más de 100 pueblos escondidos en el corazón de la montaña y redescubrirá Potes. Después, cambiará las botas por el bañador para refrescarse en el litoral gaditano. Asistirá a la última levantá del atún y visitará los templos del oro rojo del Estrecho. Y descansará en Conil, paraíso de arena blanca y fina.
Verde por los cuatro costados. Es la joya del turismo en Cantabria. Con su cocido lebaniego, su Santo Toribio de Liébana, su porción de montaña de los Picos de Europa y su Peña Vieja. Quique, Hugo y Pepe presumen de orgullo de valle. Son miembros de una misma familia y guían los viajeros hasta el silencio de los 2.614 metros de altitud del techo de cántabro. Descubren para el viajero el atardecer en los Lagos de Lloroza y su tritón alpino. Y en este año de la ansiada libertad y del anhelo de aire puro, poner un pie en el Valle de Liébana implica descubrir que el juego de los bolos cántabro está de moda y se disfruta en alta montaña. Escondidos en el corazón del macizo hay más de cien pequeños pueblos. Atesoran costumbres ancestrales y suman puntos en la lista de los pueblos más bonitos de España. El último en entrar ha sido Mogroviejo. Una localidad donde Vicente es el dueño de una torre medieval del siglo XIII y los cineastas buscan el paisaje suizo que dio fama a Heidi. Y también está Potes, recién nombrada capital de turismo rural.
Cádiz presume de atún rojo
A la caza del oro rojo del Estrecho.El atún rojo conquista al turista y es, junto con las playas kilométricas de arena blanca y fina, el mayor reclamo para el viajero que recala en la costa gaditana. En el año más difícil de su historia, los reporteros de Comando al sol se embarcan con los pescadores en la última levantá de la temporada. Asisten al ronqueo, un arte de cuchillo capaz de brindar hasta 25 texturas diferentes según el corte. Hasta hace bien poco el atún se lo llevaban los japoneses; ahora tiene sus propios templos de consumo en Cádiz y los hosteleros lo ofrecen para degustarlo casi sobre la arena. Pedro, dueño de un chiringuito de playa en Conil, despacha hasta 3.000 kilos de túnido en los meses de sol y playa.Esta temporada, en la que asegura van a ganar un 60% menos por culpa de la Covid-19, contar con atún rojo en la despensa es, dice, el gordo de la lotería. Los kilométricos arenales gaditanos también están notando las consecuencias de este verano insólito. Hay contadores de bañistas en las entradas de calas y playas. El límite en Conil está en 600 turistas sobre la arena. Ni uno más. Nicolás, jefe de protección civil en la zona, dice que nunca antes había visto las playas tan ordenadas.
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