Aunque Alejandro Agag (49) haya tenido que lidiar con las salidas de tono de Flavio Briatore (70) en más de una ocasión, el yerno de José María Aznar y el magnate de la Fórmula 1 siguen siendo amigos, vecinos y socios. Ahora, el italiano está ingresado tras haber dado positivo en coronavirus a la vez que se enfrenta al cierre de su Club Billionaire de Cerdeña por haberse convertido en el foco de su contagio y del de otras 63 personas.
En esos clubes trabajó Agag, que en 2016 tuvo que tomar las riendas de la sede de Marbella para evitar que la mala imagen que en ocasiones proyectaba el italiano afectara al negocio. Entonces, aseguró que no tenía participación en esa empresa, que sólo estaba ayudando a encauzarlo y adaptarlo a la clientela marbellí, distinta de la de Mónaco o Cerdeña. Parte de ese trabajo era de mejorar la imagen, pues con sus declaraciones altisonantes y su estilo de vida excesivo, la cara de Briatore no siempre era un buen reclamo para vender un espacio que se vendía como exclusivo.
La noticia de su contagio es una muestra de cómo se las gasta el empresario italiano: semanas trás se burló del Covid-19 diciendo que era "un virus de panaderos" y decidió saltarse las normas de apertura y distancia social y ahora está por ver qué consecuencias puede tener el problema de salud pública que ha generado en la isla de Cerdeña.
Las relaciones de Agag con Briatore empezaron poco después de la boda del primero con Ana Aznar. Tras el enlace, el matrimonio se mudó a Londres. Primero se instalaron en el barrio de Chelsea, muy cerca de la casa de Briatore, el patrón de Renault en la Fórmula 1 con quien Agag adquirió los derechos para televisión de la F1 en España cuando nadie los quería. Los medios no tardaron en hablar del joven expolítico –había conseguido un escaño en el Parlamento Europeo– como “el heredero de Ecclestone”, en referencia al dueño de la Fórmula 1. La comparación tenía sentido, pues el español había "inventado" Fórmula E, la de los coches eléctricos, más acorde con los tiempos. Un negocio por el que apostó fuerte en 2011 y con el que demostró tener un carácter visionario. Tanto futuro tiene ese proyecto "verde" que ahora Agag promueve un nuevo campeonato de carreras con vehículos eléctricos denominado Extreme E.
Y es que ese el tiempo que lleva Agag siendo empresario, algo más de una década, aunque el resultado ha sido de lo más provechoso. Se embarcó en las carreras de coches para dejar la política: no quería que nadie pensara que se aprovecha de ser yerno del expresidente del Gobierno, a pesar de que había sido antes uno de sus asesores. De ese modo, se mudó a Londres con su mujer, se compró una casa en Chelsea y empezó a codearse –en varios perfiles publicados sobre él siempre se destaca su habilidad como relaciones públicas–con gente que podía abrirle puertas. Uno de ellos, su vecino en ese barrio, ni más ni menos que Briatore.
En el mundo de la Fórmula E, Agag ha acertado de pleno, porque con su apuesta "verde" ha conseguido alejarse de los oscuros personajes de la Fórmula 1 –los escándalos de Ecclestone con carreras amañadas, los comentarios machistas y la vida disoluta de Briatore– para acercarse a otros con más brillo que han visto en su propuesta como una opción de futuro. Entre esa gente, estrellas de Hollywood como Leonardo di Caprio, pero también royals concienciados con los temas mediambientales como Alberto de Mónaco o Haakon de Noruega.
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